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Lecciones de Chile, también para España

«Regular materias polémicas en las constituciones es un error: esta es la lección que creo ha aprendido Boric tras el referéndum»

Opinión

El presidente de Chile, Gabriel Boric. | Europa Press

  • Desde siempre me ha gustado leer y escribir. En el Derecho he
    encontrado el rigor del método y en el periodismo el gusto por la
    literatura. Prefiero hacer reflexionar al lector que convencerle. Me
    considero racionalista, liberal y socialdemócrata.

La derrota del proyecto de Constitución de Chile ya estaba decidida antes del día de su votación en referéndum, incluso si hubiera resultado ganadora en votos. No fue así, el 62% votó en contra y solo el 38% a favor, son cifras contundentes y expresan, más allá del buen sentido de una gran mayoría de chilenos (la participación fue del 87%, con voto obligatorio), la mala calidad de la técnica jurídica empleada por la Convención constitucional que la había propuesto. 

Los errores en este recorrido constituyente han sido tanto de procedimiento como de producto final, es decir, de contenido, y no pueden separarse uno de otro: el segundo es resultado del primero. Y se me hace extraño que en un país de buenos juristas como es Chile se presentara un texto tan disparatado. 

Pero así ha sido. Tengo la impresión incluso que el mismo presidente Boric se alegró de un resultado tan rotundamente adverso: así podrá gobernar sobre las cosas que importan a la mayoría de chilenos (economía, fiscalidad, protección social, educación…) y no deberá perder el tiempo en verse obligado a desarrollar legislativamente preceptos  constitucionales que sólo responden a las modas actuales impuestas por la desnortada izquierda populista identitaria, aquella que Félix Ovejero ha denominado con agudeza «izquierda reaccionaria». 

El cambio constitucional empezó bien, con un acuerdo más que mayoritario en que debía aprobarse una nueva Constitución ya que la vigente fue aprobada en tiempos de dictadura, aunque naturalmente ha sido muy reformada en estos casi 35 años de democracia. Pero quiso ser la salida al estallido social del otoño de 2019, una expresión de malestar parecido al que se produjo en España con el movimiento del 15-M de 2011. No siempre estas revueltas se resuelven con reformas políticas, menos aún constitucionales, pero si contribuía a apaciguar los ánimos no era mala solución.

Ahora bien, constituir una Convención constitucional al margen de las cámaras representativas, elegida democráticamente pero poco representativa por la alta abstención y condicionada por la paridad de sexos y la presencia obligada de representantes de las minorías indígenas, provocó que se escorara hacia la izquierda con escasa presencia de la derecha y del centro-izquierda, es decir, sin una buena parte del partido socialista. 

Las consecuencias se han comprobado en la votación del domingo. La Convención no solo demostró ser poco representativa sino que, además, fue imprudente: el texto es claramente político, en concreto de política identitaria, tanto en las cuestiones de género como en las indigenistas. La igualdad,  valor clave de las democracias junto con la libertad, quedaba claramente afectada. A lo largo de todo el texto -388 artículos y 57 disposiciones transitorias, que ocupan en conjunto 162 apretadas páginas- esta politización partidista se manifiesta con meridiana claridad.

«Una Constitución democrática no es un programa político, menos aún un programa político de parte minoritaria,  como se ha comprobado»

El error es técnico-jurídico: una Constitución democrática no es un programa político, menos aún un programa político de parte y, sobre todo, de parte minoritaria,  como se ha comprobado. Este error, además, es contrario a la democracia. En las constituciones se establecen las reglas de juego conforme a las que deben operar los ciudadanos y los poderes públicos. No se deben introducir otras cuestiones no normativas.

Contra una opinión muy extendida, en las normas jurídicas -en la Constitución y  en las leyes- a los ciudadanos se les limita su libertad al otorgarles derechos; siempre, naturalmente, que este límite sea para proteger los derechos de los demás ciudadanos, es decir para proteger la igual libertad de todos. En las democracias el valor libertad y el valor igualdad son distintos pero indisociables. 

Respecto a las instituciones públicas, las constituciones además de legitimarlas democráticamente, se las vincula al Derecho, a la Constitución y a las leyes, para que sólo puedan actuar según lo que estas establecen. Así pues, mientras el ciudadano es libre, y todos los ciudadanos son igualmente libres, las instituciones públicas no son libres, están absolutamente vinculadas a lo que prescriban las normas jurídicas, no tienen derechos sino deberes.  

En conclusión, los ciudadanos son libres excepto en aquellas actividades prohibidas por las normas jurídicas; los órganos del Estado sólo pueden y deben actuar cuando las leyes se lo impongan.  

Todo ello viene a cuento de que la Constitución no es un programa político sino una norma jurídica, la norma suprema a la que están subordinadas todas las demás. Perder de vista esta perspectiva es el gran error del proyecto chileno, derrotado, además, porque la Constitución, situada en la cúspide de las demás normas, tiene una función de integración social, es decir, convierte en normas jurídicas determinados principios y valores sobre los cuales existe un acuerdo social básico. 

Los resultados del referéndum constitucional chileno demuestran a las claras que algunas partes del proyecto aprobado por la Convención -solo algunas partes, que quede claro- no gozaban de este acuerdo social básico, especialmente estas opciones ocasionalmente partidistas, estas modas del momento que quizás, con el tiempo, pasen a gozar de este acuerdo, pero hoy todavía no. En esto ha fallado la Convención. 

Ahora lo que deben hacer Boric y sus partidarios es reformular la Constitución dándole un sentido más neutral, en el que todos, o la gran mayoría, se pongan de acuerdo, y en su caso intentar aprobar leyes que recojan estas finalidades de política identitaria que figuran en el proyecto fallido. Las constituciones deben ser estables, son aprobadas para que duren mucho; las leyes también pero menos porque es más fácil reformarlas, de acuerdo con los cambios democráticos que establecen los resultados electorales y que se reflejan en la composición de los parlamentos. 

Regular materias polémicas en las constituciones es un error. Esta es la lección que creo ha aprendido Boric tras el referéndum, esta es la que debía haber aprendido antes la Convención constitucional. Nunca es tarde para aprender y saber rectificar, los chilenos creo sabrán llevar a término este cometido. 

10 comentarios
  1. ToniPino

    Estoy de acuerdo con el artículo, que me parece muy bueno, excepto en lo que dice sobre Boric. No sabemos si ha aprendido la lección y si, en el fondo, se ha alegrado del resultado del referéndum, ni tampoco qué hará a partir de la derrota.

    Era una constitución que regulaba cuestiones propias de leyes, y eso es malo, independientemente del sesgo ideológico. En este caso era de izquierdas, muy de izquierdas, pero habría sido igual de mala si hubiera sido una constitución de derechas.

    P. D, Aprovecho para decir que de la misma manera que no sabemos lo que va a hacer Boric, tampoco sabemos lo que va a hacer Feijóo si llega al poder, como, por cierto, tampoco sabemos lo que va a hacer Abascal si hay gobierno de coalición, pacto de legislatura o acuerdos puntuales. Hay muchos augures que ya tienen muy clara la política de Feijóo. Espero, en cualquier caso, que tanto Feijóo como Abascal estén a la altura, aunque, claro, cada uno entendemos estar a la altura a nuestra manera. Tampoco sabemos qué política aplicará Sánchez en otra legislatura, aunque en este momento esté mimando al nefasto Frankenstein.

  2. Magdalena65

    Boric ya ha demostrado no estar a la altura , apoyando el bodrio.

  3. 23xtc

    Usted no sabe qué va a hacer Boric a partir de mañana. Si fue reformada durante todos estos años como es que hasta usted la califica de constitución de la dictadura, se contradice, detalle ya que puede los artículos que son de la dictadura a pesar de las reformas de tantos años.

    Usted debería de aprender la lección también, les dijo en sede parlamentaria a los diputats que un referéndum no vinculante es legal, les dijo que con unos porcentajes claros y positivos se podía hacer una negociación de pasivos y activos. Activos anexionados desde 1978 por la cara. «Esto es ahora mío».

    Como sabemos, el proceso indepe está muy elaborado, estructurado, por tener los pilares legales creados a partir de 1978. Que ha aprendido usted de los errores cometidos por el emérito, trajo la democracia y a Tarradellas ¿¿no??, le salvo de la ruina, los redactores de la constitución de 1978 con esa anexión legal de Navarra, la LOAPA que tanto ha contribuido a vertebrar «el estado», ¿¿no??y al mismo tiempo un lobismo clientelar, que solo es aprovechado por la estructura política creada expresamente para eso.

    No le parece que nos parecemos más a Yugoslavia, Islandia y sus independencias una con guerra civil y la otra no, para que no me tachen de catastrofista, EEUU hasta 1865, Ucrania desde su creación como nación actual, hay más países ejemplos con guerras civiles pro indepes, que ha Portugal, a pesar de los hechos acontecidos desde 1939 en la península.

    Recuerdo las palabras de Pedro al coger el avión para visitar a su homólogo portugués como nuevo presidente español, recordará la polémica que Rivera lanzo sobre el senado y las diputaciones provinciales. Si quiere le recuerdo sus palabras sobre la relación entre país democrático occidental y esa cámara. Como se callaron todos, todas, todes.

    Usted conoce de pa a pe la constitución portuguesa. Como seria este país de distinto en el mundo político hispano en el que usted se mueve. Ya la quisiéramos.

    Portugal como país democrático no existe para las personas como usted, como va a ser para Pablo Manuel, Jaume Asens, Colau, Yolanda, Belarra, y no digamos Otegi y el resto, ni lo es para el PP.

    Portugal, su ejemplo constitucional y político no existe porque no interesa aquí a muchos como usted.

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