Sánchez, el clarificador
«El separatismo de ERC ha actualizado sus estrategias, ha aprendido de sus errores y ha tejido una trampa narrativa con la que poner contra las cuerdas al constitucionalismo»
Y, por fin, como si de una mala película de serie B se tratase, Pere Aragonés, como buen escudero del incombustible Oriol Junqueras, ha destapado la trama del culebrón separatista. Nuestro ínclito President apuesta hábil y torticeramente por un «acuerdo de claridad». Desde luego, la estrategia está muy bien trazada, la narrativa muy pensada para dividir al constitucionalismo sociológico y, sobre todo, con el foco y la vista puesta en el ámbito internacional. Entrar en ese territorio es básicamente una buena estratagema para lograr llegar a un nuevo punto de ruptura con el Estado, pero esta vez, habiendo preparado bien la narrativa de cara a las sociedades de otros países y a sus cancillerías.
Naturalmente, estamos ante una trampa más puesta en marcha por un nacionalismo en horas bajas. No me detendré demasiado en desgranar la estafa que supone escoger aquellas cuestiones que les interesa de lo que planteó la llamada «ley de claridad» canadiense. Solo hay que recordar que dicha ley refuerza el concepto de soberanía nacional y niega la existencia del derecho de autodeterminación. Es lo fundamental de la llamada ley de claridad. Además, la justificación de una supuesta demanda social para lograr alguna especie de plebiscito separatista es falsa. Las cifras así lo demuestran, tanto en los resultados de los distintos «referéndums» ilegales como de las elecciones autonómicas.
Una de las claves de la ley canadiense, es el nivel de participación. Pues bien, en la «consulta» de 2014 participó el 47,9% del censo y solo el 38,29% de los votantes quería la separación de Cataluña del resto de España, lo mismo ocurrió el 1 de octubre de 2017: 43,05% de participación, 38,56% de “síes” y, si nos detenemos en los datos de las elecciones autonómicas de 2017, con la mayor participación de la historia, un 79,1% del censo, los partidos separatistas lograron el 37,4%. Con estos resultados ¿quién puede afirmar que es necesario un referéndum (inconstitucional) basándose en un supuesto clamor popular que ruge por la separación?
Esta artificiosa creación de un supuesto conflicto insuflado desde la ciudadanía es una de las mentiras sobre las que se ha construido el castillo de naipes separatista. Las cifras así lo demuestran. Pretender abrir la vía canadiense, cuando los catalanes llevamos contándonos y dividiéndonos entre separatistas y no separatistas desde 2014, solo es el resultado de la adaptación del nacionalismo a la realidad surgida de su fracaso de 2017.
Esta vía de claridad solo clarifica una cuestión: el separatismo de ERC ha actualizado sus estrategias, ha aprendido de sus errores y ha tejido una trampa narrativa con la que poner contra las cuerdas al constitucionalismo y a los demócratas de buena fe. Pretenden situarnos frente a un supuesto dilema moral, lo dice el propio Aragonés refiriéndose al acuerdo de claridad: «Una propuesta inclusiva porque va dirigida a todos los y las demócrata sean independentistas o no lo sean», es decir, como es costumbre, quieren repartir carnés de demócratas, si estás de acuerdo, eres demócrata, sino, facha…nada nuevo bajo el sol. Pero, donde encontramos el potencial peligro para la estabilidad de nuestro país, lo descubrimos en está otra frase: «Y una propuesta explicable y homologable a nivel internacional…». Como vemos, están centrados en corregir, de manera precisa, aquello que hizo fracasar el golpe de Estado de 2017: el frente internacional.
Pero ¿esta treta viene únicamente de la factoría de ficción del separatismo republicano? No hace falta ser muy listo para ver que, tras esta jugada, también están los estrategas del sanchismo que, bajo la excusa de «normalizar» el «problema catalán», están facilitando el camino a la reconstrucción estratégica de un separatismo que, como ya he dicho, salió derrotado de su desafío del año 2017. Esto responde a la mentalidad cortoplacista de todos los que rodean al presidente del Gobierno, obsesionados por tratar de apuntalar al tambaleante régimen sanchista y, sobre todo, a su líder. ¿Cómo se concreta esta connivencia sanchista-republicana? O, mejor dicho, si nos preguntamos el para qué de todo esto, el resultado de la ecuación se clarifica. Lo propuesto por Aragonés es la escenificación de un horizonte de ruptura entre ERC y el puigdemonismo, de los que tienen prisa y poco o nada que perder y los que han trazado una peligrosa planificación a medio plazo. Pero, dada la actual codependencia entre Sánchez y ERC, nada de todo esto se podría haber hecho sin el conocimiento y aquiescencia de la actual Moncloa.
Hemos de tener claro que, lo realmente importante para Sánchez, la auténtica necesidad de claridad y ansiedad del Presidente, es directamente proporcional al número de escaños al Congreso de las cuatro circunscripciones de Cataluña, especialmente los de Barcelona. En las próximas Generales, Cataluña, de la mano de Salvador Illa, puede ser el último baluarte para lograr un resultado nacional suficiente como para reeditar un gobierno Frankenstein 2. Y, para ello, Sánchez y el sanchismo necesita bajar el ruido separatista catalán y vender “visión de Estado” a sus potenciales votantes. De esta necesidad, precisamente, surge ahora la propuesta de Aragonés. Los aspirantes a Maquiavelo que susurran en el oído de Sánchez creen que, simular que el separatismo baja del monte, es un relato suficientemente potente como para tapar la vía de agua creada por el flirteo de Sánchez con los que protagonizaron el golpe de 2017.
¿Y qué pedirá ERC para ser comparsa de esta farsa? Pues, básicamente estamos ante un quid pro quo de libro: a cambio del blanqueo de Sánchez, ERC se encaminará a la reedición del funesto y famoso tripartito catalán (con el PSC probablemente fuera del gobierno catalán) pero, esta vez serán los republicanos los que tengan la presidencia. La retención del gobierno catalán por parte de ERC significa que seguirá utilizando todos los instrumentos de la Generalitat para continuar con la implementación de su programa independentista y, la estabilidad, significa ganar un tiempo imprescindible para lograr mayorías sociales suficientes para su proyecto rupturista y, cómo no, aprovechar un futuro momento de debilidad del Estado para repetir, nuevamente, el intento de golpe de Estado.