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Si eres hombre, mala suerte

«Detrás del feminismo ministerial no hay grandes teorías, sino trazo grueso, odio lingüístico, consignas vomitivas, hipocresía y pasta pública, mucha pasta»

Opinión

Erich Gordon

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

Y si eres mujer, felicidades, estás justificada por tus genitales para cometer los mismos delitos que el hombre y que te pesen menos. Además, tienes la presunción de la bondad y la virtud, no como el hombre, que no es peor porque no le da tiempo ni su cerebro da para más. Este es el mensaje del feminismo ministerial, que ya cansa, la verdad.

La mujer, retorciendo a Rousseau, sería para esta gente el estado natural del ser humano. Esa situación original sería tan buena y prístina como quepa imaginar, y que resulta contaminada por el contacto con el macho, compendio de todos los males. También supone dar la vuelta al Génesis, porque, como todo progre sabe, Dios se equivocó. Fue Adán quien dio a Eva la manzana, símbolo del mal. Luego debió maltratarla, fijo.

El hombre, que no os enteráis, solo construye para destruir, tiende al mal, a la guerra, la muerte y el asesinato, a la dominación por la fuerza, porque únicamente se mueve por sus instintos más bajos, no por la razón.

En su maldad, el hombre ha invisibilizado a la mujer por envidia y rencor, porque la teme. «No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas», cantaba la otra. Exacto. Nos gustan porque estamos acojonados. De hecho, en Halloween decoramos todo con tetas y hacemos maratones de pelis en las que se ven muchos pechos solo para pasar miedo.

No se distraiga. Vuelva. Vamos a la revelación del dogma. Las feministas ministeriales tienen una misión histórica. No hay más que verlas y oirlas para comprenderlo. Vino la Providencia Progresista y les dijo: «Porque fueron somos, porque somos serán».

«Las feministas ministeriales, en plena ‘diarrea legislativa’, como dijo la secretaria de Estado de Igualdad, se pusieron a excretar normas»

Las Montero de este mundo, como una sola mujer, decidieron entonces que era el momento de llevar al hombre al rincón, por malo, y ponerse en su lugar. Fue entonces cuando fabricaron «un consenso para meterlo dentro de un marco. Qué monada», cantaba Evaristo, el de La Polla Records.

Imbuidas de la mística de la justicia histórica, las feministas ministeriales, en plena «diarrea legislativa», como dijo su secretaria de Estado para la Igualdad, se pusieron a excretar normas. Daba igual que el Consejo de Estado dijera que aprendieran antes a escribir, o que hicieran un cursillo rápido de Derecho. Nada. Lo importante era la «diarrea».

Todo se explica porque hemos pasado del Siglo de las Luces al Siglo de los Fogonazos. No es que haya detrás grandes teorías sobre el papel de la mujer y el hombre en la sociedad, sino que todo es vulgata, trazo grueso, odio lingüístico, consignas vomitivas, hipocresía y pasta pública, mucha pasta.

Solo así nos tragamos que Irene Montero diga, ojo, arrodíllese para leer sus palabras: «Muchas veces son los propios hombres quienes entre ellos legitiman los actos de violencia que ejercen otros hombres». Porque si somos hombres nos sentimos solidarios con los asesinos, los comprendemos y cobijamos. Nos ha descubierto. Estamos embarcados en un proyecto histórico: el feminicidio, la liquidación sistemática de las mujeres.

Por cierto, en la frase citada de Irene Montero cambie «hombres» por «izquierdistas» y comprenderá muchas cosas de las que están pasando con la Ley de Memoria Democrática.

En fin. Psiquiatría aparte, es preciso apuntar que si no hubiera tantos cargos y dinero público para repartir, ni este feminismo ministerial fuera una coartada para atesorar poder y apartar a los «apóstatas», no se oirían tantas memeces oficiales. El dinero público lo corrompe todo, lo desvirtúa, convirtiendo una buena causa, la igualdad, en el negocio de unos aprovechados.

«Ideología y pasta en custodia compartida. Por eso callan cuando los derechos de las mujeres se aplastan en Irán»

Esta es la razón de que usen los crímenes para excretar normas que vulneran la igualdad ante la ley o los derechos humanos. Ideología y pasta en custodia compartida. Por eso callan como puertas cuando los derechos de las mujeres se aplastan en Irán. Estas feministas ministeriales creen que criticar esa represión puede alimentar la islamofobia aquí, y debilitar la unidad con un aliado contra la tradición cristiana occidental.

Voy con un ejemplo de cómo funciona esto. Unos idiotas de un Colegio Mayor dicen una barbaridad a unas mujeres de otro colegio, y los medios dan mucho foco a un grupito de antifascistas que se manifiestan en contra. Sin embargo, asociaciones de mujeres se concentran a las puertas del Ministerio de Igualdad exigiendo apoyo para las iraníes, y no aparece casi en ningún sitio.

Hipocresía y contradicciones aparte, lo que queda es que todo hombre es malo. Por eso es buena la ley trans, para abandonar el cuerpo del delito y abrazar la santidad progresista. Debería ser obligatorio. Así se acabarían los males en este mundo y tendríamos la parusía, el advenimiento del paraíso en la tierra.

Bueno. Paciencia. Y no olvidéis que los progres van al cielo, pero los liberales a todas partes.

Ciudadanos critica el «silencio» de Irene Montero ante el asesinato de la niña de GijónCiudadanos critica el «silencio» de Irene Montero ante el asesinato de la niña de Gijón
22 comentarios
  1. Athini_Glaucopis

    A estas alturas, después de 18 años desde la promulgación de la «ley de violencia de género», entre un 10 y un 15% de los hombres adultos españoles ya ha sido denunciado por tal concepto. Es cosa de tiempo que la cantidad de personas afectadas sea tan inmensa como para que la ola no pueda ser bloqueada ni con los miles de millones que las oligarquías y los gobiernos reparten entre los medios de comunicación para alimentar la «industria de género».

  2. Blasde

    Parafraseando a Agustín Laje, este feminazismo considera que en nuestros países los hombres matan a las mujeres por ser mujeres y que, como en la Alemania nazi, hordas masculinasde camisas pardas van cazando mujeres por la calle, al igual que entonces cazaban a judíos. El colmo.

  3. Mandapelotas

    La izquierda vive de generar conflictos y si no los hay, se los inventa. Desde el odio de clase (camuflado como lucha de clases) pasando por el ecologismo, la homosexualidad, el animalismo, la inmigración o el feminismo, etc….
    Para la izquierda las mujeres no son más que un objeto de usar y tirar, que mientras les sean de utilidad, estarán con la matraca; y cuando no, serán olvidadas o usadas como cabeza de turco para otro conflicto (como el de la ley trans).
    Afortunadamente cada vez más mujeres se están dando cuenta de esto .
    Pero la izquierda no se conforma sólo con crear conflictos, si no que además criminaliza a quienes no piensan como ellos:
    -Si no eres feminista (su feminismo) eres «machista»
    -Si no eres ecologista (su ecologismo) eres «terrrorista medioambiental»
    -Si no eres pro LGTBIJKLM…, eres «homófobo»
    -Si no quieres inmigración ilegal, eres «racista y xenófobo».
    -Si no eres animalista, eres un «torturador»
    -Si estás en contra del expolio fiscal, eres «insolidario»
    -Si no te crees el apocalipsis climático, eres un «negacionista que debe ser apartado del debate público»
    -Si no comulgas con el socialismo, eres un «fascista».

    Este sí que es el verdadero mensaje del odio, y el feminismo de la izquierda es odio. Un odio puro que forma parte de ese mensaje y de esa «moral» odiosa y odiadora de la izquierda

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