El valor añadido
«¿Es la elección de Vermeer o Van Gogh una declaración de que ese arte que forma parte de nuestra memoria es un arte caduco como nuestra misma civilización?»
Si uno toma la pintura de Vermeer como reflejo de su vida, no es difícil imaginar a un burgués, amante de su ciudad y de la forma de vivir en ella a través de sus paisajes interiores. Pero también es verdad que el aire en Vermeer –como el aire en Velázquez–, nos habla de su fascinación por la naturaleza. Una fascinación que atraviesa los siglos y contemplamos hoy entre la reafirmación y el edén perdido, al margen de sus vistas sobre el puerto de Delft, que también.
Y si uno toma la pintura de Van Gogh, ahí no hay duda alguna, sepamos o no de su vida. El esplendor de la naturaleza y el amor por la vida humilde son en Van Gogh no sólo una poética y una forma de ser, sino la sublimación de su tormento interior, convertido tantas veces en pura alegría de vivir. Otra lección de vida.
Pensaba estas simplezas ante las imágenes que han recorrido el mundo estos días: Los girasoles embadurnado de sopa de tomate –¿un guiño a Warhol y su sopa Campbell?– y La joven de la perla con la cabeza de un sujeto pegado al lienzo a la altura de la cabeza de la joven flamenca, formando un caso de siameses unidos por un solo órgano que tanto tiempo llevaban sin aparecer en el mundo. Y se me ocurrió pensar también si estaban bien elegidos ambos cuadros para llevar a cabo una acción radical de ecologismo militante –o lo que sea eso– con gran eco universal. Y ya puestos, no sólo los cuadros, sino el pegamento, que muy ecologista no es y deja residuos de esos que no desaparecen en décadas. Pero, en fin: «no des ideas», diría mi madre.
Porque el papel del arte en guerras y guerrillas –sean reales o culturales, que son de baja intensidad– es una constante de la Historia. Los grandes museos están plagados de arte saqueado y basta recordar lo que hicieron los alemanes durante la II Guerra Mundial como una muestra de gran saqueo. Por no hablar de la guerra de Irak y su tráfico de antigüedades. El arte es y ha sido un sujeto pasivo de todas las guerras y un instrumento de las mismas. De ahí que las acciones de los ecologistas radicales pertenezcan, imagino, a esa especie y en todos los museos –sobre todo los tradicionales– deberían tomar precauciones porque la tontería, por bárbara que sea, es muy contagiosa.
«El nihilismo es atractivo para la juventud y nuestra sociedad está infectada de nihilismo»
Pero la pregunta es: ¿se habrían atrevido con el citado Warhol, por ejemplo? O esta otra: ¿es la elección de maestros antiguos como Vermeer, o de un pintor tan popular como Van Gogh, una declaración de que ese arte que forma parte de la memoria de la civilización es un arte caduco como nuestra misma civilización? ¿Hay ahí algo más que una protesta insensata ante la insensatez por cómo se tratan los recursos del planeta? ¿Es más que una provocación?
El nihilismo es atractivo para la juventud y nuestra sociedad vuelve a estar infectada de nihilismo. Lo contrario a la esperanza de los años 50 del siglo XX y lo beneficiosos que fueron tanto para la evolución del arte como para la sociedad occidental. La CIA, por ejemplo, se dedicó a expandir el expresionismo abstracto por Europa –Pollock, Motherwell, o el gran Rothko– como forma de combatir los dictámenes artísticos del comunismo. Y estableció un mapa de maniobras varias para sacar con éxito de la URSS el manuscrito de Doctor Zhivago, de Pasternak. En un caso y en otro ganó el arte y ganó la literatura y ganó también la libertad, sin acudir al enfado ni a sopas de tomate ni al superglú. ¿Podemos decir ahora que estas acciones contribuyen a salvar el planeta? Lo pregunto porque no lo sé.
Cuando se crearon los grandes museos estatales –cuyos fondos procedían de las colecciones reales–, las obras de arte estaban vedadas al gran público. A partir de entonces pasaron a ser patrimonio común. Ahora ya son un objeto de consumo y basta ver cómo las tiendas de esos museos se visitan tanto o más que sus fondos artísticos. El reverso de todo eso parece ser esa extraña voluntad de salvar el planeta dañando la memoria artística de la humanidad, que es una de sus mejores memorias, como si eso sirviera de algo. ¿Consecuencias de una Gran Cancelación para llegar al planeta de los simios?