Otro año, otra 'cumbre climática'
«No hay base para decir como la ONU que ‘estamos en una autopista hacia el infierno climático’. La autopista de la que debemos huir es la del decrecimiento»
Un ejército de miles de delegados, científicos, famosos activistas mediáticos, miembros de ONG´s, funcionarios, políticos y sus correspondientes séquitos han volado de todas partes del mundo (por supuesto en aviones impulsados por los combustibles fósiles que ellos demonizan, siempre que sean los demás los que los utilicen) para reunirse y salvar, de nuevo, nuestro querido planeta.
En esta ocasión han escogido para sus hercúleos esfuerzos una preciosa pequeña ciudad balneario en el sur de Egipto, Sharm el Sheij, al borde del Mar Rojo. Conocida por sus playas de arena blanquecina, sus arrecifes de coral y sus aguas transparentes, esta población de apenas 70.000 habitantes recibirá la visita de alrededor de 40.000 forasteros durante las escasas dos semanas que durará el evento, ayudando a la maltrecha economía de la zona, tras años de sufrimiento debido inicialmente al atentado islamista de 2015 y posteriormente a las restricciones a los viajes decididas por los políticos para frenar (con gran éxito) la expansión de la COVID. Porque, paradójicamente, los cerebros de las Naciones Unidas han decidido celebrar su enésima Cumbre del Clima (van por 27 COPS, pero tienen otras con otros nombres) en un lugar cuyos recursos provienen casi exclusivamente del turismo (sí, ese turismo que también demonizan por insostenible. Ante todo, coherencia).
Fue precisamente en una de esas cumbres adláteres a las COP, concretamente en la llamada Cumbre de Acción Climática de Nueva York, en septiembre de 2019, donde una adolescente de 16 años que ya era un ídolo pop, Greta Thunberg, fue invitada (indudablemente por sus méritos científicos, no hay que olvidar que era la reina nórdica de las pellas) a dar un discurso ante los asistentes para que todo el mundo escuchara su mensaje. Su diatriba, que ha pasado ya a la historia, fue un corto y poderoso ejercicio retórico basado en el leit motiv «¿Cómo os atrevéis?» Con una puesta en escena bien ensayada, una menuda joven llena de ira cargaba contra la generación de los poderosos, espetándoles: «Habéis robado mi infancia y mis sueños con vuestras palabras huecas. Y yo soy de las que tengo suerte. La gente está sufriendo. La gente gente está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando. Estamos al inicio de una extinción masiva, y lo único sobre lo que podéis hablar es dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno. ¿Cómo os atrevéis?»
Han pasado tres años, la adolescente ya es una joven sin el reclamo mediático de la infancia, y a falta de mejores opciones y, teniendo en cuenta que la COP 27 no pasará precisamente a la historia por los acuerdos alcanzados (del interés que despierta da buena cuenta el hecho de que no asistan los líderes de China, India, Japón, Rusia, Australia o Canadá entre otros o de que Biden solo asista unas horas antes del cierre), el discurso estrella de la apertura lo ha realizado el Secretario General de las ONU, Antonio Guterres.
Tras soltar un aperitivo unos días antes ante la oportuna pre-publicación del Informe del Estado del Clima 2022 de la Organización Meteorológica Mundial afirmando que dicho estudio era «la crónica del caos climático» y que «el cambio climático, a velocidad catastrófica, está devastando vidas y formas de vida en todos los continentes», el bueno de Antonio ha dicho en el discurso inaugural de la COP 27 que «estamos en una autopista hacia el infierno climático pisando el acelerador», para finalizar afirmando que «o hay un Pacto de Solidaridad Climático o un Pacto Colectivo de Suicidio».
«Las emisiones globales de CO2 llevan, en el peor de los casos, creciendo mucho más lentamente desde hace 10 años»
Vamos a ver cómo de cierto es lo de la autopista hacia el infierno climático por la que circulamos acelerando a velocidad catastrófica.
Empecemos por las emisiones de CO2. Según el último informe de Global Carbon Project, tras reevaluar las emisiones debidas a cambios de uso del suelo durante la última década (que muestran una clara disminución), el total de CO2 emitido a la atmósfera llevaría plano o incluso descendiendo levemente cerca de 10 años.
Según el último informe de la Agencia Internacional de la Energía, las emisiones de CO2 debidas a la Energía podrían tocar techo en 2-3 años como mucho, para comenzar después un suave descenso.
Aunque el futuro es por definición incierto, lo que es evidente es que las emisiones globales de CO2 llevan, en el peor de los casos, creciendo mucho más lentamente desde hace 10 años. Según la definición clásica de aceleración (variación de la velocidad en el tiempo), parecería claro que no solo no llevamos el pie en el acelerador en la H-666 (la autopista hacia el infierno climático del amigo Guterres), sino que vamos pisando el freno, al menos levemente.
Sin embargo, no olvidemos que lo que realmente importa no son nuestras emisiones de CO2 (que como hemos visto tras la revisión de Global Carbon Project ni siquiera somos capaces de evaluar sin un significativo margen de error) sino la concentración de CO2 en la atmósfera (que es la que provoca el aumento del efecto invernadero que es responsable, en parte o en todo, del aumento de las temperaturas del último siglo). Según la NOAA, la concentración de CO2, que ha crecido exponencialmente durante las últimas décadas, parece mostrar una cierta desaceleración durante los últimos 6-8 años.
«El crecimiento de temperaturas es básicamente lineal a lo largo de los últimos 40-50 años»
No debemos confiarnos, pues ya ha pasado varias veces en el pasado (tiene que ver con patrones de corrientes oceánicas en gran parte), pero unido al dato de las emisiones permite atisbar que el crecimiento exponencial anterior se podría estar transformando en crecimiento lineal. Y esto es muy importante, pues según la teoría del efecto invernadero, a un crecimiento lineal de las emisiones debería responder la temperatura global creciendo cada vez más lentamente (dentro de la incertidumbre con la que un sistema no lineal permite adivinar estas cosas con nuestro imperfecto conocimiento).
Hablando de temperaturas, es más que evidente que nos hallamos ante un crecimiento a nivel global de las mismas desde hace más de 100 años. Sin embargo, ¿está frenando o acelerándose el calentamiento durante los últimos años? Pues bien, analizando las series de temperaturas globales de cualquiera de los organismos que las miden (los gráficos adjuntos muestran las anomalías según el organismo de la Comisión Europea Copernicus y según la agencia americana NOAA), bien con termómetros bien con satélites, el crecimiento de temperaturas es básicamente lineal a lo largo de los últimos 40-50 años, con pequeños altibajos debidos a la variabilidad natural. Se produjo un fuerte crecimiento durante un destacado episodio de El Niño en 2015-2016, y una leve estabilización/enfriamiento desde entonces, debido en parte a varios episodios de La Niña concatenados (aunque cualquiera pensaría lo contrario escuchando a Guterres y los miles de medios de comunicación que no paran de hablar de aceleración del Cambio Climático, la temperatura global lleva 8 años sin crecer).
En cualquier caso, igual que sería oportunista decir ahora que «el Cambio Climático se está deteniendo» ante los datos de los últimos 7-8 años, fue un disparate leer los titulares de 2015-2016 atribuyendo la aceleración de la subida de temperaturas al mismo, y serán una hipérbole mediática los que leeremos en pocos años cuando el próximo Niño nos haga superar el récord de 2016. La realidad, al menos de momento: la temperatura global aumenta desde los años 70 de manera bastante lineal, a ritmo aproximado de 0,17-0,20ºC por década (por cierto, no muy distinto al que hubo en el periodo 1910-1945, 0,15 ºC por década, y que no es explicable fácilmente por la variación de CO2, de 300 ppm a 310 ppm aproximadamente). Si las emisiones de CO2 están realmente tocando techo, y como comentaba antes, el calentamiento global debería de continuar, pero a un ritmo teóricamente más suave. El hecho de que a un crecimiento exponencial de la concentración de CO2 la temperatura global haya respondido de forma lineal permite ser optimista al respecto, aunque, como siempre, el tiempo dará y quitará razones.
¿Y qué está pasando con el hielo en el Ártico, ese que iba a desaparecer en 2013 según Al Gore? Pues un poco lo mismo que con todo. En vez de acelerarse la pérdida del mismo, durante los últimos años se ha producido un importante frenazo en el ritmo de deshielo. Tanto en extensión como en volumen, y tras un periodo de deshielo muy pronunciado, los últimos 10 años muestran básicamente unos valores mínimos y medios bastante estabilizados.
Moraleja: no hay NINGUNA base para las aseveraciones de Guterres sobre «velocidades catastróficas» y «pedales en el acelerador». Si acaso al contrario, durante la última década, todo apuntaría a que hemos soltado el pie del acelerador y el coche va reduciendo velocidad paulatinamente (aunque como he dicho antes, evaluar cambios en procesos como el Cambio Climático en base a datos de pocos años es un ejercicio atrevido y bastante tramposo).
Durante nuestro camino de 150 años por esa autopista, la esperanza de vida ha aumentado espectacularmente, la pobreza y la mortalidad infantil han disminuido en igual medida, y la probabilidad de fallecer en un suceso meteorológico es hoy 50 veces menor que hace un siglo. Más que de una Autopista al Infierno podríamos hablar de una Escalera al Cielo. Esperemos, por cierto, que al comenzar a frenar no se reviertan estas tendencias (mi yo pesimista se barrunta que así será).
«Las emisiones de CO2 tocarán techo en 10-15 años, para descender después»
¿Qué pasará ahora?
Personalmente, pienso que en efecto las emisiones de CO2 tocarán techo en 10-15 años, para descender levemente después durante bastantes décadas (hay exactamente cero probabilidades de que el mundo alcance «emisiones cero» en 2050, salvo imprevisto y muy improbable milagro tecnológico). Por ello, y viendo los datos de subida de temperaturas del último siglo respondiendo a un incremento de la concentración atmosférica de CO2 del 50% (que apuntan a una sensibilidad climática – lo que sube la temperatura global al doblarse la concentración de CO2 y alcanzarse el equilibrio- probablemente situada entre 1,8 y 2,5), tiendo a pensar que las temperaturas reemprenderán su subida en breve (antes de 3-4 años tendremos otro máximo), probablemente a un ritmo algo más lento los próximos 20 años que los 20 últimos. Que se alcanzarán los 1,5 grados de incremento de temperatura de manera habitual respecto a la era preindustrial en torno a la década de 2040, y probablemente superaremos los 2 grados 4-5 décadas después. Y que el Ártico retomará su senda de deshielo en breve. El tiempo, como siempre, será el juez de la historia.
En cualquier caso, las preguntas fundamentales siguen en el aire:
1. ¿Son y/o serán negativos el calentamiento y sus efectos inducidos en términos netos para el ser humano?
2. ¿Cuánto se calentará la Tierra en las próximas décadas en función de nuestras emisiones?
3. ¿Tiene sentido descarbonizarnos «al ritmo más rápido posible, a cualquier coste»? ¿Por qué?
4. En caso afirmativo, ¿cuál es la forma más eficaz para conseguir la descarbonización acelerada? ¿Es factible una rápida descarbonización basada en paneles solares, turbinas eólicas, baterías y vehículos eléctricos? ¿Qué otras alternativas se podrían plantear?
La única autopista de la que debemos huir como de la peste es la del decrecimiento, por la que organismos supranacionales como el Foro Económico Mundial o incluso la Unión Europea quieren llevarnos, bien «por nuestro bien», bien por el artículo 33, bien encareciendo artificialmente la energía como resultado de políticas insensatas. Esa sí que sería una autopista hacia el infierno.