Ese PSOE del que usted me habla
«Me temo que el PSOE actual lo que persigue es amoldar la sociedad y el Estado a sus necesidades de poder, convirtiendo España en la Argentina europea»
En una sociedad obsesionada con la categorización de sus ciudadanos en función de su origen, preferencias, orientación o ideología, la etiqueta generacional no podía faltar. Boomers, Millenials o Generación Z son algunos de los apelativos a los que recurren quienes pretenden colectivizar hasta la caricatura a una persona en función de su año de nacimiento.
Más allá de estos calificativos que abocan a la generalización ridícula e injusta, la brecha generacional existe y se aprecia en todo su esplendor en la política: España es un país donde se legisla y gobierna para viejos. Donde se practica el electoralismo y se relegan las políticas de Estado. Ya saben, que arree el siguiente. A los jóvenes se les imputan todos los males propios del wokismo, pero lo cierto y verdad es que ni el recurso al victimismo ni la apología de la opresión son cosa de ellos. Efectivamente, los principales autores intelectuales y actores sociales de esta deriva cultural superan en su mayoría la cuarentena y su formación o experiencia laboral no son mejores, ni cuantitativa ni cualitativamente hablando, que la de la juventud a la que se achaca el surgimiento de esta ola. Al contrario, ellos van a traer la solución a un problema parido e impuesto por sus mayores.
Este es, sin duda, un tema interesante sobre el que me reservo la posibilidad de desarrollar en un futuro próximo, pero que ahora mismo me resulta útil para introducir la cuestión que atañe a este artículo: la añoranza por parte de nuestros mayores de un socialismo que muchos no hemos conocido. Ese PSOE constitucionalista y con sentido de Estado, protagonista de la Transición y modernizador del país existe en los recuerdos y vivencias de columnistas, locutores e intelectuales, pero choca frontalmente con la experiencia de muchos de nosotros.
«A la insoportable corrupción la acompañaba una gigantesca recesión económica»
Yo soy hija y nieta de los que con su generosidad y esfuerzo hicieron posible la Transición. Se podría decir que nací con la Constitución bajo el brazo. Cuando empecé a adquirir conciencia de la política y de sus importantes implicaciones, siendo una preadolescente, ETA ejecutaba, asesinaba y secuestraba en una España corroída por la corrupción del Partido Socialista, cuyo poder institucional y territorial era prácticamente omnímodo. Tras la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos del 92, eclosionaron los casos de malversación, tráfico de influencias, prevaricación y hasta el terrorismo de Estado. Yo desayunaba con noticias sobre los GAL, los fondos reservados, Roldán, Juan Guerra, Filesa o Ibercorp. A la insoportable corrupción la acompañaba una gigantesca recesión económica coronada con unos datos de paro sin precedentes.
Tras Felipe, el siguiente dirigente socialista en hacerse con el trono monclovita fue Zapatero, padre intelectual de la izquierda radical actual y muñidor de una de las decisiones políticas que más daño han causado a nuestro país: los cordones sanitarios. Él resucitó la confrontación guerracivilista entre compatriotas con el recurso a la memoria histórica como pretexto, pariendo una ley que desdeñó el consenso y puso en marcha la maquinaria de deslegitimación democrática del adversario político: todo a su derecha era franquismo y fascismo. Su Gobierno introdujo en nuestro código penal la asimetría por razón de sexo y alimentó el secesionismo catalán apoyando un Estatuto que, gracias al sanchismo, se encuentra plenamente vigente a pesar de que el Tribunal Constitucional dejó sin efecto varios de sus preceptos. Por no hablar de que su negacionismo ante la crisis económica y financiera de 2008 arrasó con la estructura bancaria de nuestro país y llevó a la quiebra a cientos de miles de familias y de empresas.
El rosario de mandatarios socialistas al frente del Gobierno de la nación lo remata Pedro Sánchez, alias ‘Su Persona’. Un tirano novicio que llegó al poder prometiendo no pactar con quienes cuestionaban la Constitución para acabar compartiendo con ellos cama y mantel en la Moncloa. Un ególatra que ha usado el indulto para corregir a los tribunales y transformar al Ejecutivo en una última instancia judicial garante de impunidad para sus socios y afines. Un mentiroso compulsivo con querencia por el poder que ha colonizado las instituciones para transformarlas en un potentísimo aparato de propaganda que coadyuve en la construcción de un Estado a su medida. Un irresponsable que ha propiciado con sus decisiones la retirada del Estado de Cataluña y lo ha desarmado para impedirle responder ante un nuevo golpe secesionista.
«Suenan todavía los ruegos melancólicos a ese PSOE responsable que, si existió algún día, hace mucho que murió»
Mientras el sanchismo orquesta el siguiente atentado contra el ordenamiento jurídico e insulta nuestra inteligencia justificando la despenalización de los referéndums independentistas en la necesidad de homologarnos con Europa o en la de pacificar Cataluña, suenan todavía, al fondo, las llamadas de auxilio y ruegos melancólicos a ese PSOE constitucionalista y responsable que, si existió algún día, hace mucho que murió.
Hace un par de semanas, afirmaba Antonio Caño en este mismo diario que el gran logro de Felipe González fue adaptar el partido socialista a la sociedad española de entonces. Mucho me temo que el PSOE actual lo que persigue es amoldar la sociedad y el Estado a sus necesidades de poder, convirtiendo España en la Argentina europea. No ha existido reacción por parte de esos seres legendarios llamados barones que no haya incorporado al argumentario una adversativa: entre Sánchez o la Constitución, han elegido y elegirán a Sánchez.
La generación que vivió aquel PSOE post-Transición tiene que enterrarlo de una vez por todas y dejarse de fantasías o ensoñaciones que inducen a engaño a los más jóvenes, que son los que tendrán que superar y corregir el actual marco político, económico y cultural fallido, propiciado por los más de cuarenta años de socialismo sociológico. Dejemos de mentirles evocando la existencia de un socialismo bueno, eficaz y eficiente, capaz de sacar al país del atolladero. Ellos van a tener que lidiar con la quiebra de un sistema de pensiones insostenible, con la fractura de la España autonómica y con el fracaso del modelo laboral y productivo. Merecen saber que el socialismo puede adoptar muchas formas, pero siempre acaba desembocando en desigualdad, ruina y miseria.