Un presidente que tiene peligro
«Sánchez ha hecho todo lo que nunca se pensó que podría hacer un presidente que dirige un partido que ha aportado importantes capítulos a la historia de España»
Es el aspecto más peligroso de la personalidad de Pedro Sánchez: no se pone límites, es capaz de llegar más allá de lo que cualquiera está dispuesto a llegar, tanto en lo profesional como en lo personal. Al ser jefe de Gobierno, las consecuencias de sus acciones ponen en riesgo la estabilidad de su país en todos los aspectos.
En estos tres años más de una vez hemos pensado esto no, esto no lo va a hacer, es inconstitucional, le hará perder votos, no se va a arriesgar a que le hagan pasar por el político capaz de cualquier bajeza con tal de mantenerse en el cargo. Jamás pactará con un partido que tiene a ETA como referencia histórica, nunca entrará a saco en la administración de la Justicia, nunca dará su visto bueno a las disparatadas iniciativas de Irene Montero nunca, nunca, nunca… Pues sí, ha hecho todo lo que nunca se pensó que podría hacer un presidente que además dirige un partido, el PSOE, que ha aportado importantes capítulos a la historia reciente de España. Lo ha hecho, desprestigiando a colaboradores de prestigio que no han sido capaces de negarse a apoyar actuaciones intolerables. Actuaciones que, para muchos, han arrastrado por los suelos las siglas del PSOE.
La desaparición del delito de sedición es probablemente una de las decisiones que más han indignado, precedida además de engaños y mentiras, como difundir desde el Gobierno que los países de nuestro entorno eran más suaves con el castigo al delito, lo que no era cierto sino todo lo contrario. Antes habíamos vivido-sufrido el indulto a los independentistas condenados por el Supremo y el asalto a las instituciones del Estado, por no mencionar la oferta de coalición a Podemos a las pocas horas de conocer el resultado del escrutinio electoral, y eso que había jurado por sus muertos que nunca gobernaría con ese partido. Él utilizó otra expresión, que de hacerlo no podría dormir tranquilo, que más o menos significa lo mismo.
«La única manera de echarlo es a través de los votos. Una moción de censura no parece buena idea»
Habrá que resignarse, aunque no es lo mismo que aceptarlo. Resignarse a que hay que aguantar al menos un año más, porque como bien dice Feijóo la única forma de echarlo es a través de los votos. Inés Arrimadas sugirió una moción de censura, pero no parece buena idea. El PP no suma suficiente con Vox y Ciudadanos, y no tiene fácil que se le sume nadie del Mixto, porque a la mayoría de sus diputados les entusiasma la disposición de Sánchez a todas sus exigencias a cambio de que le cedan uno o dos votos en el Congreso.
Se podrá alegar que el gran golpe político de Felipe González fue presentar una moción de censura a Adolfo Suárez aunque la sabía perdida de antemano; pero en aquella ocasión la moción suponía su gran oportunidad para demostrar que era un político con propuestas, fórmulas para aplicarlas y un equipo sólido detrás. De hecho, su triunfo apoteósico del 82 se debió en gran parte a que su figura se engrandeció por su intervención en aquel debate de moción de censura.
Eran otros tiempos. Políticos y sociales. Con dirigentes que peleaban por una España mejor con diferentes programas, pero pensando que efectivamente lograrían una España mejor. Y no mentían descaradamente. Nada que ver con lo que tenemos ahora, con un presidente que se salta todas las barreras de las que disponen los regímenes democráticos para que no ganen los malos.
La polémica y el barullo por la desaparición del delito de sedición ha dejado en muy segundo plano la idea que expuso la ministra Portavoz, que propuso que los medios de comunicación dedicaran diariamente un espacio a las actividades del Gobierno. Le replicó Fernando Ónega, que participaba en la mesa redonda y que sabe de portavocía mucho más que Isabel Rodríguez porque trabajó en Moncloa con Adolfo Suárez, pero sobre todo sabe mucho más porque es periodista de verdad y defensor a ultranza de la libertad de expresión. No como estos sanchistas que identifican la libertad de expresión con la defensa a ultranza de su ideario y sus iniciativas.
Esperemos que la ministra no cumpla su objetivo, que alguien le pare los pies. Es lo que nos faltaba: el soviet, el aló presidente, el orteguismo, todo en el mismo saco. Inserción en periódicos e informativos de radio y televisión de las noticias del Gobierno tal como las envían desde Moncloa.
País, que diría el gran Forges.