'Caso La Manada': del populismo al desastre
«La ley del ‘solo sí es sí’ nunca pretendió ser un artefacto jurídico; desde su incubación hasta su aprobación, esta ley fue un artefacto político»
Los populismos de izquierda y derecha coinciden en su vocación punitivista. El goteo de reducción de penas de delincuentes sexuales, provocado tras la entrada en vigor de la ley del solo sí es sí, está siendo recibido con estupor en ambas trincheras. Unos apuntan al machismo de los jueces y otros a la incompetencia del Ministerio de Igualdad, pero lo relevante es su denominador común: la indignación ante la rebaja de penas y el aliento del pánico social.
Quienes consideramos que las penas, en estos y otros delitos, tienden a ser excesivas, tampoco estamos satisfechos. Porque la rebaja no es consecuencia de un plan meditado para buscar alternativas a la prisión, sino la secuela, indeseada aunque previsible, de una torpeza legislativa. Claro que tachar de chapuza legal la ley del solo sí es sí es impreciso, puesto que nunca pretendió ser un artefacto jurídico; desde su incubación hasta su aprobación, esta ley fue un artefacto político.
Se justificó con una mentira: había que reformar el Código Penal porque la resistencia no podía ser requisito para una condena por violación; una mujer que no se resiste, porque su voluntad está anulada por el miedo o por un compuesto químico, también es víctima de violación. Pero toda relación sexual no consentida, con o sin resistencia explícita, ya era un delito. Así lo acreditan sentencias del Supremo desde los años 90. Y lo que es peor: así lo acredita la sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra que condenó a los integrantes de La Manada a nueve años de prisión. Pero en esa primera instancia fueron condenados por abuso, no por agresión. Y a este clavo se agarró el populismo para lanzar su campaña de propaganda, consistente en difundir que los culpables habían sido casi absueltos gracias a una legislación y una judicatura patriarcales cuando, insisto, habían sido condenados a nueve años de prisión. Cuando el caso llegó al Supremo, el abuso se elevó a agresión y la condena ascendió hasta los 15 años. Y todo sin necesidad de cambiar la ley.
«La ley del ‘solo sí es sí’ ha demostrado que el Consejo de Ministros no es un órgano colegiado, sino una capilla de dos partidos»
El caso de La Manada fue un catalizador del peor populismo. El temor a contradecir el relato dominante, a ser arrojado al lado oscuro de una historia macabra, ha precipitado un deterioro institucional y mediático grave. Las respuestas ante el fiasco de la ley del solo sí es sí ha demostrado que el Consejo de Ministros no es un órgano colegiado, sino una capilla de dos partidos políticos. El Legislativo ha demostrado no ser nada: siglas de partidos con más o menos botones a su disposición, incapaces -o indispuestos- a revisar un mal proyecto de ley gubernamental. Votar sin pensar, a lo Alberto Casero, no es la excepción, sino la norma.
Además del deterioro institucional, el caso de La Manada ha provocado reveses en materia de libertad de expresión impropios de un Estado de Derecho. Les recomiendo que se asomen al último libro de Juan Soto Ivars: Nadie se va a reír. La increíble historia de un juicio a la ironía (Debate), el relato de un sistema que condenó a Anónimo García, líder del colectivo artístico Homo Velamine, por una acción de protesta contra quienes convirtieron el caso en un circo morboso y oportunista que al final nos ha engullido a todos.