Sánchez, Junqueras y Otegi, el triángulo de hierro
«Lo que parecía en su principio una coalición de legislatura que permitía al Gobierno sacar adelante sus proyectos se ha convertido en una auténtica alianza»
Mucho se viene acusando a Pedro Sánchez, y con razón, de plegarse a todos los chantajes que desde el independentismo vasco y catalán le exigen. Sin embargo, la aprobación de los presupuestos generales del Estado por tercera vez esta legislatura demuestra que lo que parecía en su principio una coalición de legislatura que permitía a Sánchez sacar adelante sus proyectos se ha convertido en una auténtica alianza de hierro, resistente, dura y en la que Sánchez se siente cada día más cómodo e incluso más identificado que con sus socios de gobierno de Unidas Podemos.
«La pugna PNV-Bildu hace que Moncloa actúe como un camello que juega a repartir distintas dosis a cada una»
El presidente cree, o cree creer, que esta misma debilidad que tiene él y que le obliga a necesitar los votos de los independentistas también la sufren tanto Bildu como ERC. Ambas formaciones, por muy soberbias y altivas que sean ahora sus declaraciones, son conscientes de que su objetivo final, la independencia, es imposible desde un punto de vista legal. Saben que tras los años de plomo etarra y tras la intentona secesionista en Cataluña, el camino será muy largo o no será. Mientras tanto necesitan gobernar en sus respectivos territorios. Y ninguno de los dos es mayoritario. Por eso requieren como droga todas las dosis competenciales que le consiga arrebatar a Sánchez, con el fin de mejorar su posicionamiento interno en el País Vasco y Cataluña.
En el caso vasco, la pugna PNV-Bildu hace que Moncloa actúe como un camello que juega a repartir distintas dosis a cada una. Para el PNV, la silenciosa, injusta y siempre insolidaria para el resto de españoles, de nuevos chorros de dinero garantizados en el ‘cuponazo’ durante los próximos cinco años. Un regalazo que mantiene la desigualdad de los ciudadanos españoles y que ahora se amplía ya que el resto de los españoles tendremos que pagar los agujeros de la Seguridad Social en el País Vasco y Navarra. No olvidemos que el PNV gobierna en coalición con los socialistas del PSE que han conseguido con un silencio sumiso convertirse en partido bisagra por si hay vuelco hacia Bildu. Por eso a Bildu le concede la dosis más salvaje, miserable e indigna que es la retirada de la Guardia Civil de Tráfico de Navarra. La que más puede gustar al electorado proetarra. Recordemos que en Navarra gobierna la socialista Chivite con Geroa Bai (coalición que domina el PNV) y Unidas Podemos. Aunque la realidad es que la dirección la marca desde el principio de la legislatura EH Bildu que facilitó su gobierno y que viene apoyando en la práctica a lo que es casi su propio proyecto político. Eso que Sánchez siempre negó que fuera a hacer.
Es decir, nos encontramos con un modelo de reparto de poderes muy engrasado entre socialistas, PNV y Bildu, con una insignificante Unidas Podemos. Suena compacto, pero no lo es tanto. Los últimos favores de Sánchez a Bildu y han puesto en situación incómoda al PNV que ahora se ve atrapado por ese triángulo de hierro que Sánchez ha formado con Bildu y ERC. Algo que podrá verse pronto si se radicaliza más el tono del gobierno, especialmente en temas de banca y eléctricas. Por mucho que todos lo obvien, el PNV es un partido de derechas que apoya lo que haya que apoyar si lleva detrás dinero, pero que no se siente a gusto en muchas situaciones.
«El triángulo de hierro de Sánchez, Junqueras y Otegi se consolida. Se necesitan entre los tres. Y los tres están dispuestos a jugar a este indigno juego»
En Cataluña la situación es parecida. ERC está atrapada por Sánchez. La deriva independentista va a seguir, las concesiones y gestos también. Con ellas Junqueras, Aragonès y Rufián pueden alardear de su fuerza. Fuerza cierta tras los indultos y ahora la sedición. Y con ello consolidar su liderazgo independentista frente a Junts que se hunde entre la locura de Puigdemont y la hipocresía de Laura Borrás. Pero ERC gobierna en minoría y tiene que sacar sus presupuestos. Les daba vergüenza que les salvara la cara el PSC de Salvador Illa, que es no lo olviden, la fuerza más votada en Cataluña. Ahora tras conseguir que se inicie el proceso de derogación del delito de sedición habrá menos vergüenza porque lo venderán como otra exigencia o triunfo.
De esta forma el triángulo de hierro de Sánchez, Junqueras y Otegi se consolida. Se necesitan entre los tres. Y los tres están dispuestos a jugar a este indigno juego. Sánchez vende como constitucional retirar la Guardia Civil de Tráfico de Navarra por orden de Bildu, los hijos ideológicos de los etarras que asesinaron guardias civiles en Navarra. Otegi sonríe cínicamente con la paradoja de que los dos partidos que quieren irse de España son los que sustentan un gobierno de izquierdas en España. Y Rufián alardea en la tribuna del Congreso de los Diputados de que «les han quitado el juguete a los jueces fascistas» tras aprobarse el primer paso para la derogación del delito de sedición. Con nocturnidad y alevosía. Se aprobó pasada la una de la madrugada y Sánchez quiso que fuera en la misma jornada que se aprobaban los Presupuestos. No lo ocultó. Alardeó.
Enfrente la ignominia de esos diputados socialistas que hacen el paripé de ponerse en pie todos juntos para ocultar la vergüenza de su voto sumiso a las órdenes de Moncloa. Una cosa es tragarse la conciencia individual y otra peor, alardear de que se tragan la conciencia. Vivimos tal absolutismo de la voluntad de Pedro Sánchez que ya ni extrañan esas «vivan las caenas» que ofenden a la esencia del parlamentarismo. Y con sus palmeros, esos pequeños partidos auténticos parásitos ideológicos o nacionalistas, ya sea Compromís, BNG o Más Madrid, que apoyan todo lo que les pongan con tal de sentirse útiles.
Y al fondo. Al fondo un Feijoó que no sabemos todavía, como buen gallego, si está en meditada actitud de espera o es que está totalmente desbordado por la situación. Es consciente de que los pactos del triángulo de hierro tienen para él efectos varios y contradictorios. Por un lado, sabe que le puede beneficiar el que en las próximas elecciones autonómicas y locales estas alianzas independentistas penalicen al PSOE. Por otro, que cuanto más radicalice el mensaje Sánchez con sus socios el riesgo de la reacción es que el voto de castigo no vaya al PP sino que el péndulo vuelva a reanimar a Vox. Y por último, y quizás el más terrible de todos, es que electoralmente Sánchez tiene todo el voto de su izquierda fácilmente a su alcance, tras la locura existencial de Sumar y de Unidas Podemos, y tiene también el voto nacionalista e independentista a sus pies. Y eso es mucho voto. La duda ahora para Sánchez y Feijoó, está en saber cuántos votantes socialistas del resto de España tragan con el triángulo de hierro.