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Bildu y la violencia política

«Una de las mentiras más recurrentes de nuestra conversación pública es repetir que Bildu es producto de la disolución de ETA. No, Bildu es su portavocía»

Opinión

Placa de la ofrenda floral por el XXVII aniversario del asesinato por ETA de Gregorio Ordoñez. | Europa Press

  • David Mejía es doctor por la Universidad de Columbia y profesor de Filosofía y Humanidades en IE University.

Fernando Savater lo cuenta a menudo. Poco después de las elecciones europeas de 1994, debatieron en ETB los líderes de los principales partidos de Euskadi: Joseba Egibar por el PNV, Fernando Buesa por el PSE y Gregorio Ordóñez por el PP. Cinco años después, solo Egibar seguía vivo. A Ordoñez lo asesinaron de un tiro en la nuca meses después de aquel debate, mientras almorzaba en un restaurante de la parte vieja de San Sebastián. A Buesa lo mataron el 22 de febrero de 2000, haciendo estallar un coche-bomba a su paso en el campus universitario de Vitoria. La explosión acabó con su vida y con la de su escolta, el ertzaina Jorge Díez, de 26 años. He recordado esta historia al escuchar las voces de los padres de Jorge en el último documental de Iñaki Arteta: Sin libertad. 20 años después.

Hace ya más de 20 años, Arteta conversó con ellos en su primer documental: Sin libertad (2001). Esta vez no es él quien les pregunta, sino un chico de 18 años que intenta comprender qué fue el terrorismo nacionalista vasco. La premisa del documental es esa: un grupo de jóvenes estudiantes de periodismo visita a las víctimas entrevistadas 20 años atrás. ¿Qué saben los jóvenes de hoy sobre la violencia de ETA? ¿Qué ha cambiado en la vida de las víctimas?

«Los protagonistas responden a las preguntas de los jóvenes con sinceridad y dolor; todos inspiran compasión y rabia»

Las imágenes en color grabadas en 2001, cuando los chicos no habían nacido, se intercalan con el elegante blanco y negro que da una textura melancólica al presente. Los protagonistas responden a las preguntas de los jóvenes con sinceridad y dolor; todos inspiran compasión y rabia. Una víctima cuenta que, en el tercer aniversario del asesinato de su hermano, ETA colocó una bomba junto a su lápida para matar los familiares y amigos que se congregaron junto a ella. La bomba no explotó. Un policía nacional torturado por la presión de vivir en Guipúzcoa se quitó la vida de un disparo. Pasaron años hasta que fue reconocido como víctima de ETA. Su viuda cuenta que cuando en el colegio se enteraron de que sus hijos eran hijos de un policía dejaron de invitarlos a los cumpleaños. Ella trabajaba de limpiadora en la universidad. El titular de la oficina que limpiaba a diario se quejaba de que olía a muerto.

Pero volvamos a los padres de Jorge. Su madre confiesa no entender de qué se ríe la gente; cuando pierdes a tu hijo, la vida pierde gracia. Su padre habla con pena de los compañeros de la fábrica que tienen hijos de la edad de Jorge, y son abuelos. Siguen disfrutando de sus hijos al son de las risas de sus nietos. Una muerte inesperada es una bifurcación en el camino. Porque la vida que no fue junto a su hijo se sigue desplegando en la imaginación, paralela a la sórdida realidad con la que no puede evitar compararse. El documental es un desfile de vidas mutiladas.

Una de las mentiras más recurrentes de nuestra conversación pública es repetir que Bildu es un producto de la disolución de ETA. No es así. Bildu es la portavocía de ETA, como lo fue antes HB. Que ETA se haya disuelto -por obligación, no por convicción- no legitima su mensaje, como la derrota del nazismo no legitima la militancia en el partido nazi. Recordémoslo ahora que vuelve a estar de moda hablar de «violencia política».

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8 comentarios
  1. ToniPino

    Aunque ETA se haya disuelto y haya cesado el terrorismo, Bildu es proetarra en la medida en que no condena los asesinatos de ETA y rinde homenaje a sus miembros, lo que quiere decir que aprueba los siniestros métodos etarras, aunque hoy no se apliquen.

  2. espivo

    Quería decir Sr. Ordóñez, no Sr. Blanco, en mi comentario anterior.

  3. espivo

    Me llama la atención la utilización de topónimos vascos que hace el Sr. Mejía. Hace unos días, hablando desenvueltamente con el Sr. del Corral, era Donosti. Hoy, hablando del asesinato del Sr. Blanco, es San Sebastián; es como si el uso de uno u otro se lo marcara el contexto (¿Donosti y una víctima del terror nacionalista?), no la lengua en la que está escribiendo.

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