Lo que pasa cuando Sánchez lo niega
«El presidente sabe que sus regalos a los independentistas y la bajada del delito de malversación tiene un rechazo muy alto en votantes e incluso cargos socialistas»
Acojona. Eso es lo que pasa. Cada vez que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, niega, y lo ha hecho hasta tres veces en su comparecencia de final de año, que vaya a celebrarse un referéndum de autodeterminación en Cataluña, millones de españoles piensan instantáneamente que sí habrá consulta. Cuando no quiere aclarar si lo que habrá es algún otro tipo de consulta, el convencimiento de que habrá referéndum crece todavía más. Y cuando pone tanto énfasis en negar el referéndum, pero concretamente la palabra referéndum, solo la palabra referéndum y nada más que la palabra referéndum, porque dice que no cabe en la Constitución el abatimiento se extiende por toda España, incluidos sus barones.
Asusta escuchar al que mintió cuando dijo que no habría indultos; el que mintió cuando negó que se fuera a derogar el delito de sedición y el que mintió cuando rechazó que se fuera a bajar la pena de malversación dice ahora que no habrá referéndum y lo dice usando la misma frase que en 2017 dijo el por entonces presidente de gobierno Mariano Rajoy: «No habrá referéndum porque no cabe en la Constitución».
Asusta escuchar esta frase porque el contexto legal es ahora totalmente distinto. En 2017, con Rajoy de presidente, había un Código Penal que servía para defender el estado de derecho. Y ha sido el propio Sánchez el que lo ha dinamitado por sumisión a los independentistas. Ha limado los dientes legales, ha rebajado cualquier tipo de defensa del Estado. Otro golpe como el de 2017 tendría ahora las mismas consecuencias penales que una pelea de ultras de fútbol en un bar. Si Junqueras, Aragonès y demás amiguetes se gastarán otra vez millones de euros en intentar quitar la soberanía nacional a los españoles y en especial a más de la mitad de los catalanes, les saldría regalado. Las decenas de millones de euros de dinero público que se usaron para la asonada independentista, siempre gastada, por supuesto, en empresas y organizaciones ‘indepes’ pueden ser una nimiedad comparada con la próxima intentona donde todo les saldrá más barato. Y por defecto, el mensaje de lucha contra la corrupción política ha quedado reducida a cenizas.
«Sánchez teme perder los votos de ERC y Bildu, a los que permite que le humillen día sí y día también»
Asusta que tantos y tantos temamos que Sánchez tiene ya totalmente cerrada la hoja de ruta. Como un prepotente aprendiz de mago, Sánchez cree que sabe más que nadie y que puede controlar los elementos, el proceso y la dialéctica. No le han sorprendido las reclamaciones de Aragonès en su discurso navideño. No ha dudado en contestarle él mismo con esa sonrisa de supuesta superioridad intelectual que maneja siempre el presidente. Y lo ha negado. No tiembla, cree que sabe usar las palabras. Lo ha hecho muchas veces. Luego le tocará ya a Patxi López el turno de negarlo radicalmente de forma más coloquial. Lo hará hasta que alguien le avise de que Bolaños ya ha abierto algún matiz. Entonces, en cuestión de minutos, López pasará a defender la consulta, la cita, el acuerdo, la pregunta o como lo vayan a llamar, como el mayor logro democrático en toda la historia de España.
Nuestro presidente Sánchez aparte de desear el poder por encima de todo, y de entrar en la historia como el exhumador, tiene el mayor amor por sí mismo que se conozca desde los tiempos de Narciso. Cuenta Ovidio en su Metamorfosis, que Némesis castigó a Narciso por su engreimiento, a estar enamorado siempre de su propia imagen. No podía dejar de admirarse mirándose en el agua y eso le provocó su final. Sánchez teme su final. Su principal miedo es perder el poder. Teme que le retire su apoyo Unidas Podemos, al que ha permitido la ley más cruel de la democracia, la ley del solo sí es sí que ya ha rebajado las penas de más de 120 violadores o pederastas, o la ley trans que puede provocar en el futuro daños irreparables e irreversibles a menores. Una ley que incluso ha levantado en pie de guerra a las feministas socialistas. Sánchez no solo lo permite, sino que cuida, también, por si acaso y de momento, a Yolanda Díaz. Y por supuesto teme perder los votos de ERC y Bildu, a los que permite que le humillen día sí y día también. No le importa, mientras tenga sus votos.
«El otro final que se teme en la Moncloa es el castigo que puedan sufrir todos los candidatos socialistas en las próximas elecciones de mayo»
Sabe que vienen momentos muy delicados para su gobierno. Uno de ellos, durmiente hasta ahora, podría ser muy explosivo esta primavera. Se trata del recurso, todavía no resuelto en el Tribunal Supremo, por los indultos concedidos por Sánchez, algo que hizo en contra de todos los informes de los órganos y tribunales implicados. Una hipotética resolución negativa tendría consecuencias imprevisibles y por eso considera que es fundamental e imprescindible tener cuanto antes el control del Tribunal Constitucional. Hay prisas por una mayoría progresista, en la que, por cierto, estará ya como nuevo miembro el ministro de los indultos, Juan Carlos Campo, el que fuera ministro de Justicia con el propio Pedro Sánchez.
El otro final que se teme en Moncloa es el castigo que puedan sufrir todos los candidatos socialistas en las próximas elecciones de mayo. Sánchez sabe que sus regalos a los independentistas y la bajada del delito de malversación tiene un rechazo muy alto en muchos votantes e incluso cargos socialistas. Es imposible que ahora puedan hablar de lucha contra la corrupción. Por eso ha alejado en el tiempo todo lo que ha podido su lista de concesiones y regalos a los independentistas de la cita electoral. Por eso todo el aluvión de medidas económicas y sociales, con la extensión de muchas ayudas hasta junio. Todo regado con los dineros de los fondos europeos. Sánchez intenta tapar con su capa de mago de miles de millones de euros su aceptación de los chantajes. Pero hay cosas que no son fáciles de tapar ni de olvidar. Incluso entre algunos de los propios barones socialistas. No será fácil para ellos hablar de lucha contra la corrupción. Nada fácil. Y eso también acojona.