Malas perspectivas
«Me parece mal presagio que Feijóo haya asegurado solemnemente en su balance anual que mientras él presida gobiernos ‘la lucha contra la violencia machista será una de las prioridades’»
Uno quisiera señalar radiantes perspectivas políticas en este comienzo de año, pero la verdad es que me cuesta encontrarlas (me refiero a nuestro país, si amplío la perspectiva hasta Ucrania y más allá, los indicios son aún peores). ¿Lograremos en 2023 librarnos de los retroprogres que actualmente nos gobiernan? Esa ha sido y aún ahora, debilitada, sigue siendo nuestra mejor esperanza. Pero ya señaló Ortega que una de las maldiciones de España es que aquí las esperanzas son tan frágiles que hay que abrigarlas. Y la de acabar con la peste sanchista últimamente estornuda mucho y parece seriamente resfriada… El otro día un amigo me contaba con desolación la reciente discusión con su hija y varias compañeras. Ni sedición, ni malversación, ni manipulaciones judiciales, ni pactos con los peores reptiles de nuestro fango político: ellas (y no añado ellos ni elles porque eran todas de género indiscutiblemente femenino) seguían fielmente aferradas a Pedro el Único y su banda de rastacueros indeseables. ¿Por qué esta devoción? Pues en resumen porque «protegen a las mujeres y luchan contra el cambio climático». Dejemos a un lado la memez de esto último, un combate puramente retórico en el que el gobierno actual no hace más que aspavientos (nunca mejor dicho) como el resto de los países de nuestro entorno. Y menos mal, porque si se tomaran en serio la «desaceleración» que piden los místicos de la ecolatría iríamos de cabeza a la catástrofe. Pero ¿y eso de la protección de las mujeres…?
«Un gobierno democrático debe proteger los derechos y la libertad dentro de la ley de todos los ciudadanos por igual»
Un gobierno democrático debe proteger los derechos y la libertad dentro de la ley de todos los ciudadanos por igual, sin preferencia de género, raza, ideología o religión. Protegerá de agresiones y maltrato a las mujeres, a los niños, a los ancianos, a los minusválidos… y al resto de los seres humanos en general, varones incluidos. Defenderá a los homosexuales igual que a los heterosexuales y demás practicantes de otras preferencias eróticas, de cuyas importantes variedades somos regularmente informados por una conjura de necios que nos aburren con unas extravagancias que sólo a ellos interesan… aunque por lo visto les resultan rentables.
Por supuesto, este necesario respaldo cívico no tiene por qué apoyarse en disparates legales como que haya penas distintas para un mismo delito según el sexo de quien lo comete o disparates biológicos como la autodeterminación sexual de las personas desde su mas tierna infancia (o luego, lo mismo da). Tampoco inventando una secta siniestra masculina que mata a las mujeres por ser mujeres y no por razones no menos abominables pero mucho más personales. No se defiende socialmente a las mujeres, ni a los varones, ni a los mediopensionistas, falsificando su realidad antropológica y dictando leyes basadas en tales falsificaciones, aunque halaguen a personas de poco seso, no sexo, y ahí sí que no hay autodeterminación que valga. Así entendida y practicada la ideología no es más que un fanatismo y los fanatismos, como renuncian a comprender, nunca resuelven nada. Por eso me parece mal presagio que Feijóo, la- ¡ay, madre!- gran esperanza blanca, haya asegurado solemnemente en su balance anual que mientras él presida gobiernos (¿?) «la lucha contra la violencia machista será una de las prioridades» y que «un crimen basado simplemente en una superioridad por razón de género no tiene cabida en un régimen democrático». Quedamos a la espera de que nos enumere los crímenes por otras razones –tiene donde elegir- que tendrán mejor acogida bajo su gobierno democrático…
No se lo repetí a mi amigo, ya suficientemente dolido por la discusión con sus empedernidas chaladas sanchistas, pero recordé aquel dictamen del sabio y heterodoxo Pasolini: «No hay peor conformismo que el de la izquierda, sobre todo naturalmente cuando es adoptado por la derecha».