Que te quieran como odia Shakira
«Es posible que el odio sea el único sentimiento realmente altruista y desprendido. Uno odia sin esperar nada a cambio. El amor, en cambio, es egoísta e interesado»
Si el otro día la Preysler, después de leer el cuentito de Vargas Llosa publicado hacía un par de años, aun podía tener un resquicio (chiquitico, casi imperceptible) para la duda (igual no es por mí, a lo mejor estoy susceptible, quizá es solo ficción), para Piqué no hay cataplasma que valga: es por él. Les aviso ya, eso sí, para ahorrarles tiempo y que luego no me lloren, que aquí no van a encontrar ni media en contra de la exhibición desprejuiciada del rencor a lo Waka waka. Yo, a topísimo con Shakira y vengo a la tecla con el boom boom y con el zoom zoom, siempre ready, ya tú sabeh (ya paro).
La canción es un temazo, no admito discusión aquí. Ayer la tenía puesta hasta mi panadero, que lo es en un pueblo pequeño en medio de montañas, y era el tema de conversación entre los parroquianos del bar, señores con una media de unos 120 años (no quiero exagerar) que juegan al truc y forman parte indisoluble del mobiliario (como la máquina tragaperras o la del tabaco) y que, en general y hasta ayer, la vida ahí fuera se la sopla. Es la primera vez que mi Twitter y la vida convergen de manera tan ostensible. Las señoras en el paseo, con sus senallas al hombro, discutían sobre si era más feminista sacarlo todo o callarse.
Por un lado estaba la facción que he denominado las cristinafallarás, defendiendo que la infidelidad es agresión y que, como tal, la Shakira (la llaman La Shakira, como si la conocieran de toda la vida) se está defendiendo legítimamente y como mejor sabe: cantando. Que no hay que callarse, chiquilla, que se te hace bola la vida. Que esto es feminismo y empoderamiento. Al otro lado, las juandelval, que consideran que ha cosificado a la mujer y eso es superfeo y que qué poca sororidad y que qué mucho machismo, y que si los niños y que si la suegra. Al fondo había otra con fular hablándole con rima asonante a un ficus sobre metáforas y sofisticación de la prosa, sobre la vulgaridad y la literalidad, y citando a gente muerta. Pero esa no cuenta. Y luego yo (que creo que mola porque ha hecho lo que le ha dado la gana y le importa un pito lo que piense nadie) que tampoco cuenta pero aquí lo cuento como Shakira lo canta, tratrá (ya paro).
«Si de verdad estuviese hecha un trapo no estaría ahí, sexy sexy, con ese ritmazo»
A lo que iba, que se me acaba la columna, lo mejor de la canción (y de las reacciones), es lo divertida que es. Y así es como, creo, hay que tomársela. Como algo desafectado y loquísimo. Si de verdad estuviese hecha un trapo no estaría ahí, sexy sexy, con ese ritmazo. Estaría acodada en la barra de un bar con su mejor amiga, bebiendo a morro y sabiendo que eso no acaba hasta que la colega te sujeta el pelo (y la cabeza) mientras vomitas. Una solo puede tomarse a chufla la ruptura propia cuando ya la ha superado, no antes. Entre el chándal de Chenoa y la canción de Shakira hay, precisamente, la distancia que separa un «te dejo» de un «a mí, plin».
Yo estoy a favor del rencor, de todos modos. Me parece muy terapéutico. El único inconveniente que le veo es que hay que tener buena memoria. Por eso mis rencores son efímeros, por una discapacidad de serie para la remembranza. Pero es precioso y muy generoso. Es posible, aquí va mi teoría, que el odio sea el único sentimiento realmente altruista y desprendido. Uno odia a puerta gayola, a calzón quitao, a cara perro. Sin esperar nada a cambio e sin importarte que el otro sienta por ti lo mismo y en igual medida. El amor, sin embargo, es egoísta e interesado. Uno quiere siempre esperando que, a cambio, le quieran también. Es más, quieres que te quieran mucho, que te quieran como odia Shakira. Y si no recibes eso, si no te quieren como crees merecer, dejas de querer aunque te duela. Recoges ese cariño tuyo, lloriqueando, y te lo llevas a otra parte. A donde lo quieran queriéndote. Así que acabemos ya con esa cursilada de que el amor mueve el mundo. No: lo que mueve el mundo es el odio. Y del amor al odio va un paso (por acá no vuelvas, hazme caso).
Ya está. Ciao.