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El 'procés' ha muerto, larga vida al catalanismo

«Para solucionar el problema catalán no hay que hacer nada. Porque lo único que calmará al independentismo es aquello que nadie puede (ni debe) darle»

Opinión

Oriol Junqueras a su llegada a la manifestación. | Europa Press

  • Periodista y miembro de la redacción de ‘Letras Libres’ y autor de ‘Mi padre alemán’ (Libros del Asteroide, 2023).

El independentismo siempre ha sido un populismo institucionalizado. La supuesta desobediencia del Govern durante años, especialmente a partir del otoño de 2017, no fue más que tiranía; al fin y al cabo, cuando un presidente de la Generalitat incumple las leyes está incumpliendo su propio mandato de representante del Estado español. El procés no fue una revolución solo contra el Estado español, sino contra la propia Cataluña, y contra el poder catalán. 

Este jueves vimos un claro ejemplo de populismo institucional independentista. Está en una fase menos peligrosa, obviamente, que hace años. Pero conserva sus líneas maestras. Se celebraba en Barcelona una cumbre bilateral entre Francia y España. Acudieron el presidente español, Pedro Sánchez, el francés, Emmanuel Macron, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. A las puertas de la cumbre, en una manifestación crítica independentista contra la reunión, estaba Oriol Junqueras, el presidente del partido al que pertenece Aragonès. Es un perfecto ejemplo de cómo ve la política el independentismo: busca ser víctima desde el poder.

«Para los partidarios de Puigdemont, es mejor un fugado cobarde que alguien que se quedó y asumió la cárcel»

Pero antes de que sonaran el himno español y francés en la cumbre, Pere Aragonès dio un desplante y se marchó. A veces la revolución exige sacrificios y valentía. Por ejemplo, saltarse un protocolo. ¡El mon ens mira! Mientras, en la manifestación contra la cumbre, Oriol Junqueras fue abucheado y acabó también marchándose antes de tiempo. Para el independentismo más radical, el más cercano a Junts y al Consell de la República, que preside Puigdemont, Junqueras es un vendido por intentar negociar con el Gobierno. Es algo irónico si tenemos en cuenta que el propio Junqueras insiste en que la reforma de la sedición y la rebaja de la malversación no son suficientes; es decir, que el único camino es una consulta de autodeterminación. Pero para los partidarios de Puigdemont, es mejor un fugado cobarde que alguien que se quedó y asumió la cárcel. 

Tanto Aragonès como Junqueras insisten en que el procés no ha terminado. Pero sus intentos por demostrarlo son ridículos. El desplante de Aragonès es un ejemplo de la escasa imaginación política del independentismo; los abucheos contra Junqueras son un ejemplo de su división. El procés está muerto; así que larga vida al catalanismo. El Gobierno de Sánchez ha asumido la estrategia de contentamiento del PSC. Hace años, el político federalista canadiense Stéphane Dion explicaba en Barcelona en qué consiste: «La estrategia del contentamiento corre el riesgo de liberar a los líderes secesionistas de la carga de la prueba en cuanto a la oportunidad y a la viabilidad de su proyecto, y de transferir toda esta carga a los defensores de la unidad nacional. Estos tienen que asumir la responsabilidad de llevar a cabo las grandes reformas que solucionarán todos los problemas, así como la carga de la prueba. Se elude toda reflexión y toda discusión sobre el porqué y el cómo de la secesión. [Los líderes secesionistas] pueden contentarse al repetir: ‘puesto que los federalistas no han llevado a cabo la gran reforma, nos marchamos’».

Por eso para solucionar el problema catalán, como he escrito en alguna ocasión, no hay que hacer absolutamente nada. Porque lo único que calmará al independentismo es precisamente aquello que nadie puede (ni debe) darle. 

6 comentarios
  1. 23xtc

    siempre no no mienta, siempre desde que el rey trajo a Tarradellas y le dio las llaves de ese edificio, y unos cientos de millones de ptas. para el y su palacio nuevo.

  2. Psilvia

    No le falta razón, Ricardo. El gobierna piensa que malcriando y privilegiando a los líderes del procés el problema está resuelto. Pero las pataletas se vuelven insoportables y te se acaban subiendo a la chepa. Luego también surgen los celos entre hermanos o hijos de la causa independentista.
    Los de Puigdemont están rabiosos y celosos de que su prófugo favorito tenga que quedarse castigado sin poder volver a Cataluña. Y los de Oriol, beneficiarios de las prerrogativas legislativas del gobierno, rehenes relativos de los pactos, se mueven en la ambivalencia ridícula del que tiene que estar en misa con Sánchez y Macron, y al mismo tiempo repicando en la manifestación. No hay espectáculo más bochornoso que presenciar las riñas y el alboroto de unos niños malcriados, subiéndose a la chepa del pater de Moncloa.

  3. Robespierro

    Acertado, claro y coherente.

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