THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

Covid: el modelo sueco funciona

«Tenemos que tatuarnos el ejemplo sueco porque no tardaremos en enfrentarnos a una nueva pandemia y los gobiernos van a volver a intentar encerrarnos»

Opinión
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Covid: el modelo sueco funciona

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Suecia es el país que más libertad ha permitido a los ciudadanos en respuesta a la pandemia, y es el que mejor respuesta ha tenido. ¿No lo ha visto en el telediario? Ya es mala suerte. En dos pasos, vamos a llegar a esta conclusión inevitable y necesaria. Primero, veremos que la libertad fue mayor en Suecia que en otros países. Y después veremos que la mortalidad sólo ha prosperado en los países que han seguido el caso de España, Nueva Zelanda, o China.

Hay un Índice de rigor (Strigency Index-SI) elaborado por la Universidad de Oxford y por la Escuela de Gobierno de Blavatnik. El índice controla 23 indicadores de 180 países, e intenta medir la respuesta de los gobiernos ante la alerta de salud pública. Como muchos de los índices que se publican, es interesante, pero no debe tomarse muy al pie de la cifra.

Entre otras cuestiones, es difícil de interpretar los valores. Y creo que la relación entre ellos no debe ser cardinal, sino ordinal; es decir, nos pueden indicar en qué orden podemos colocar a cada país en el rigor con que se ha estrangulado la sociedad. Pero no podemos sacar la conclusión de que las medidas fueron el doble de estrictas en un país que en otro. 

Comparando el SI de Suecia con el resto de países desarrollados, parece tener el más bajo de todos ellos en la primera respuesta a la pandemia, con alguna excepción, como Japón e Islandia. Suiza, Estonia o Finlandia, por ejemplo, quedan por debajo en la segunda oleada de medidas restrictivas, que comienza tras el verano de 2020. 

«No se cerraron bares y restaurantes, pero se dictó un conjunto de normas para su funcionamiento»

Por otro lado, el índice no controla exclusivamente la aplicación de los confinamientos. Las medidas que adoptó Suecia en un primer momento fue la prohibición de eventos multitudinarios por encima de 500 personas. Este umbral se rebajó posteriormente a 50. No se cerraron bares y restaurantes, pero se dictó un conjunto de normas para su funcionamiento; sólo se permitía el servicio en mesas, y con una distancia mínima entre sillas. Prohibieron la entrada a extranjeros procedentes de áreas con un alto nivel de contagio. Y cerraron los institutos y las universidades; los colegios tenían autonomía para decidir si cerraban o no.

El resto de medidas fueron sólo indicativas; recomendaciones dictadas, sobre todo, por la Agencia de Salud Pública. El Gobierno recomendó a los mayores de 70 años que redujeran al mínimo sus interacciones. Y al resto, limitar cuanto se pueda los viajes, trabajar en casa cuando fuera posible, hacer ejercicio en espacios abiertos, evitar el transporte público… 

Si vemos las medidas de movilidad recabadas por Apple, que sabe cómo nos movemos como ningún planificador socialista llegó a soñar, el transporte público en Suecia cayó hasta un nivel por encima de la mitad en lo peor de la primera ola, pero el tráfico rodado apenas se resintió. Es decir, que sin que el Gobierno prohibiese la movilidad, la sociedad supo adaptarse, según sus circunstancias. 

En los mismos días en que la movilidad en Suecia se adaptaba, en España prácticamente se detenía, por la prohibición generalizada del Gobierno de salir de casa, salvo en casos muy contados. El Estado policial español logró que la movilidad en transporte público, en coche y andando quedara entre el 15% y el 20% de los niveles de pandemia en las dos últimas semanas de marzo y las tres primeras de abril de 2020. En verano, el Gobierno levantó su bota, pero volvió a pisarnos al comenzar el otoño, y la movilidad volvió a caer por debajo de los niveles previos a la pandemia hasta mediados de 2021. 

Las críticas al modelo sueco fueron generalizadas. Fuimos muy pocos los que celebramos, aunque con reservas, su respuesta ante la pandemia. La legislación aprueba obligaciones y prohibiciones de forma generalizada, o para grandes sectores sociales. Arrasa con la infinitud de circunstancias particulares que, por fuerza, desconoce. Simplemente, las ignora, en los dos sentidos de la palabra. La libertad permite que cada uno, conocedor de sus circunstancias, adapte su comportamiento. Le pueden ser útiles una serie de recomendaciones, pero ha de haber un terreno para la decisión personal. A grandes rasgos, esto fue lo que hizo Suecia. Y eso fue lo que le criticaron. 

Suecia tuvo una mayor mortalidad por covid que la mayoría de los países europeos. Esto incluye a países muy cercanos, como Noruega y Dinamarca, aunque no por ello más comparables: la urbanización de la población sueca es mayor que la de estos dos países. 

«21 de 30 países tuvieron un exceso de mortalidad mayor que Suecia»

Reuters ha realizado una comparación de mortalidad general, no sólo la contabilizada como covid, de los países europeos. Y la conclusión es muy favorable a Suecia, ya que «ventiuno de los 30 países con estadísticas disponibles tuvieron un exceso de mortalidad mayor que Suecia». 

Pero la interpretación de estos datos es muy limitada, porque sólo se refiere al año 2020. Para saber el efecto de los confinamientos, tenemos que ampliar la mirada hasta los datos más recientes. El motivo es que los confinamientos tienen efectos muy graves sobre la mortalidad. Por un lado, detienen el proceso económico, y eso hace que tengamos menos medios para responder a la adversidad. Además, y principalmente, los confinamientos hacen que se cambien las rutinas, y reducen la atención médica. Cuando tenemos todo esto en cuenta, vemos hasta qué punto el modelo sueco ha sido mucho mejor que el de los confinamientos. 

Pero la situación cambia cuando medimos el conjunto de la mortalidad, y en particular el aumento de la misma sobre lo que se preveía antes de la pandemia. Según un informe elaborado por la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido, el exceso de mortalidad en Suecia y Noruega entre enero de 2020 y junio de 2022, en comparación con la media de los años anteriores (de 2015 a 2019), es del 2,7%. Les superan el resto de países europeos: Dinamarca, un 5,2%, Finlandia, un 7,1%, España, un 10,8%, Portugal, un 11,2, Grecia un 13,5… Eugene Voloch ha ampliado los datos a los países de la OCDE, y de nuevo Suecia se compara favorablemente con cualquier otro país.

Tenemos que tatuarnos el ejemplo sueco, si es necesario. Porque no tardaremos mucho en enfrentarnos a una nueva pandemia, y los gobiernos van a volver a intentar encerrarnos como a chinos. 

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