MyTO

La gran domesticación

«En la pretensión de convertir a la mujer en sujeto revolucionario, se confunde el ‘patriarcado’ con el poder o las élites»

Opinión

Detalla de la manifestación feminista del pasado 8 de marzo. | Europa Press

  • Nací en Madrid el año del punk, aunque ya estoy más bien en la edad del AOR. Estudié Historia y luego Ciencias Políticas, y trabajo en comunicación política en el Congreso de los Diputados. Escribo sobre historia, pensamiento político y, si no hay más remedio, actualidad. Me gustan el cine, los ovnis, el pop, los moais y los mamuts.

Carlos Moya, que fue amigo de Escohotado y de Curry Roldán -Carlos vive aún, si no me sacan ustedes del error-, sostenía que la historia de Occidente es la de la domesticación del hombre por la mujer. Ellos, su generación, representaban un momento particular de ese proceso, en el que había comparecido la libertad sexual pero no habían desaparecido los «roles de género»; y, entre sobremesas y canutos, circulaban las parejas. Que los «roles» puedan llegar a desaparecer es contencioso, pero tampoco se pretendía entonces; pues lo perentorio era deshacer las convenciones burguesas y, sobre todo, darse gusto. Quizás fuera más razonable, sobre todo para ellos.

La generación europea de entreguerras, el modernism de los anglosajones, vivió también su momento contracultural, pero ellos venían de la Gran guerra, que era algo un poco más serio que los dormitorios del 68. Cathy Gere ha documentado el impacto que el matriarcado ancestral de minoicas despechugadas postulado por Arthur Evans tuvo sobre la psique del período -que estaba a punto de caramelo para el matriarcado o para lo que fuera, todo sea dicho. Robert Graves abrazó la teoría de la Diosa blanca, que era, aparte de una poética, una manera de abrazar sucesivas encarnaciones de la diosa. Marija Gimbutas rastreó el origen de los indoeuropeos en los kurganes de la estepa póntica y recreó la destrucción de las sociedades matriarcales de Europa a manos de los arios, que pasaron a fuego los santuarios de la Diosa con sus celestes dioses masculinos del trueno y la tormenta.

Después de la segunda guerra no estaba el horno para historias de invasiones arias, pero las teorías de Gimbutas hallaron acomodo en un feminismo cada vez más asertivo y en busca de paradigmas históricos. Hoy sabemos con alguna certeza que, si bien no existió esa gran comunidad matriarcal y pacífica en la Europa neolítica, las oleadas indoeuropeas de la estepa fueron reales; y la revolución que está propiciando la genética de poblaciones en la historia ha reverdecido la teoría kurgan, adaptada por David W. Anthony y otros. No hubo un matriarcado pacífico originario, pero algo hubo; y las fratrías de guerreros-pastores arios que se extendieron de la Península ibérica al Ganges alumbraron otro mundo.

«Hoy convivimos con una teoría vulgar del patriarcado que no explica nada»

Pero las modas culturales tienen vida propia, y las guerras entre élites se libran con las herramientas a mano. Hoy convivimos con una teoría vulgar del patriarcado que impide toda distinción y que, como cualquier explicación omnicomprensiva, no explica nada: en la pretensión de convertir a la mujer en sujeto revolucionario, se confunde el «patriarcado» con el poder, las élites o incluso la políteuma. Pasada la liberación masculina y jeta de los 60 y 70, de las camas redondas y las sucesivas encarnaciones de diosas progresivamente más jóvenes, hoy son otras las que reclaman sus espacios de poder. No se adivina tras los titulares cotidianos una teoría coherente de la emancipación femenina, entre otras cosas porque el sujeto revolucionario no es la mujer -menos aún desde la controversia trans– sino ciertos colectivos particulares de mujeres de clase media profesional. De ahí la distinta consideración del aborto, derecho incontestable, o la prostitución y la gestación subrogada; por más que Patxi, en su momento rothbardiano en la tribuna del Congreso, berree una paradójica autopropiedad de los cuerpos femeninos sobre la que nadie -ningún hombre ni Estado- puede opinar.

Antes de retirarse a Ibiza a morir, Escohotado amenazó un libro sobre el feminismo imperante -que, por otra parte, ha mutado ya un par de veces desde la última calada de Antonio, y  ahora anda perdido en el minoico laberinto trans. Carlos imagino que ya habrá dicho todo lo que tenía que decir sobre el particular. Ellos, que podían, se dedicaron a la gaya ciencia cuando la emancipación era una operación personal, quizás frívola, pero nunca la máscara de otro oficialismo.

13 comentarios
  1. 23xtc

    Sin habitación propia
    Crónicas sobre mujeres sin hogar de norte a sur
    Sin habitación propia. Crónicas sobre mujeres sin hogar de norte a sur es el grito periodístico de cinco reporteras que ponen sobre la mesa la violencia, la vulnerabilidad y el silencio que padecen las mujeres sin hogar. ¿Cómo viven? ¿Dónde y qué violencias sufren? ¿Por qué no las vemos? Un nuevo título de la colección Compromiso que Libros.com desarrolla en colaboración con Fundación ”la Caixa”.
    Un proyecto periodístico, riguroso, profesional, de cinco experimentadas voces que aportan, cada una, su enfoque y su mirada sobre un problema global. Un acercamiento a las historias que no se ven, que revela datos de la realidad del sinhogarismo de las mujeres en Estados Unidos, en América del Norte; España, en Europa occidental; Colombia, en Latinoamérica; Egipto como país de Oriente Medio y Sudáfrica, desde donde contaremos la realidad de África del Sur.
    Lula Gómez, periodista española con una amplia trayectoria en temas de género y derechos humanos. Analiza la situación de las mujeres en España y comparte una experiencia pionera en Europa para prevenir el sinhogarismo. Su trabajo como reportera se ha publicado en El País, el diario Público, Mujeres a Seguir, Ethic y Univisión, entre otros medios. Ha dirigido dos documentales sobre mujeres y escrito una serie sobre un caso real sobre violencia machista. Además, es autora de Mujeres al frente
    Carla Fibla es una periodista especializada en Mundo Árabe y África. Fue corresponsal durante más de 15 años en las regiones del Magreb y Oriente Próximo, y en la actualidad forma parte de la redacción de la revista Mundo negro. Ha escrito varios ensayos sobre migraciones y profundizado en las relaciones hispano-marroquíes y el conflicto palestino-israelí.
    Eileen Truax es una periodista mexicana radicada en Estados Unidos, especializada en migración y política. Su trabajo se ha publicado en The Washington Post, Vice, Newsweek y 5W, entre otros medios. Es autora de tres libros sobre migración y fronteras, y es directora de contenido del Congreso Internacional de Periodismo de Migraciones que organiza Fundación porCausa. Profundiza en los problemas de las mujeres sin hogar en el país desarrollado con la mayor tasa de desigualdad.
    Nuria Tesón es una periodista independiente y escritora española que vive en Oriente Medio desde hace más de una década y residente en El Cairo. Co-fundadora del colectivo MásTesón, ha trabajado entre otros con Al Jazeera, France 24, Deutsche Welle, El País, la Cadena Ser o La Sexta. Trabaja como consultora y asesora política, y formadora de investigadores.
    Laila Abu Shibah es una colombiana Laila se centrará en Colombia, uno de los países más violentos y desiguales del mundo, donde la mayoría de estas mujeres son víctimas del conflicto armado o migrantes venezolanas. Retratará la realidad a través de las historias de tres mujeres: una campesina desplazada por la guerra, una ex combatiente de la guerrilla de las FARC
    Dolors Rodríguez Puerto es una periodista especializada en Asia. Desde 2015 vive en Pekín donde trabaja como corresponsal para el Diario Ara y La Voz de Galicia. En 1999 creó con otros socios el portal especializado Asiared.com y fue su editora hasta 2015. Ha colaborado con Casa Asia en la elaboración de contenidos y con otros medios como La Vanguardia o el Diario Avui.

  2. 23xtc

    Lorena G. Maldonado Marta Jaenes y Rosa Márquez ¿Cerró usted las piernas?’,´

    En ‘Mándalo a la mierda’, la psicóloga experta en relaciones Silvia Llop te propone más de veinte ejercicios para que dejes de marearte y autoengañarte con tus amores. Lorena da a la autora estas preguntas: ¿Por qué son tantas las mujeres que, en pleno 2021, siguen frustradas por sus relaciones con los hombres -en las que ellos, habitualmente, no se comprometen demasiado, desaparecen o son erráticos-? Vemos a muchas amigas así, nosotras mismas -yo misma, quiero decir- he sido una de ellas en otro momento. ¡Y cada vez somos más feministas! ¿Por qué sigue sucediendo?
    ¿Es el llamado ‘ghosting’ patrimonio de los hombres? ¿Por qué son tan aficionados a desaparecer sin dar explicaciones o incluso a ser crueles practicando su silencio como forma de ‘dejar’ a alguien o de hacerle ver que no le interesa?
    Tienes la teoría de que “las personas a las que atraemos son un reflejo de la parte que nos toca trabajar”. ¿En qué sentido? ¿Qué ‘cuentan’ los hombres que nos gustan sobre nosotras mismas?
    Hay una cosa frecuente que me parece un poco terrible. Escucho a mujeres celebrando que tal hombre las “trata bien”. Siempre les digo, de broma: ¿qué vamos ahora, a celebrar los derechos humanos? La pregunta es: ¿por qué nos hemos conformado con tan poco: incluso con que nos traten como a seres humanos, con que no nos fustiguen continuamente?
    ¿Cuándo es el momento en el que una debe decidir ‘mandar al tipo a la mierda’? ¿Cuándo hay que saber ser paciente y cuándo hay que cortar?
    ¿Qué hay del sexo? ¿Tenemos que seguir dosificándolo -como tristemente nos enseñaron a muchas- para mantener el deseo o la atención de los hombres? Todo eso de no acostarse en la primera cita… ¡¿sigue vigente?! Verdaderamente, por muy feministas que seamos, nos seguimos haciendo estas preguntas…
    ¿Crees que los hombres son los más interesados en el poliamor o en las relaciones abiertas? A veces me da la sensación de que son una engañifa de género y que, revestido de modernidad y de liberación, acabaremos pagando los platos rotos las mujeres: ¡les damos el harén que siempre soñaron y además les aplaudimos porque son muy libertinos! (jajaja, ¿cómo lo ves?)

  3. 23xtc

    Marta Cintas-Peña, investigadora de la Universidad de Sevilla
    García Sanjuán aclara que esta práctica se intensifica cuando las sociedades empiezan a tener excedentes que generan patrimonios familiares y la herencia, según explica el arqueólogo, “empieza a convertirse en un asunto clave social y económicamente”: “Para que los hombres tengan la seguridad de que el legado va a pasar a sus propios hijos biológicos, empieza a darse una ideología de control de las mujeres”
    Cintas-Peña añade que la “patrilocalidad” podría haber tenido lugar de forma paralela a la sedentarización y la acumulación de excedentes: “Se produce una jerarquización, un aumento de la complejidad social por la que determinados personajes acumulan poder y establecen linajes que parece que benefician al hombre con más frecuencia que a la mujer”.
    La patrilocalidad, junto con otros elementos en los que a partir del Neolítico se aprecian diferencias, como el análisis de traumas de los esqueletos, la mayor presencia de proyectiles en los enterramientos masculinos o la representación de la mujer en el arte levantino, más vinculada a tareas de mantenimiento, comienza a evidenciar una diferenciación que no se daba antes.
    La investigadora destaca que “esa desigualdad surge por procesos que no son siempre iguales, pero que sí llegan al mismo punto”. “No hay una única causa. Son procesos con diferentes ingredientes que se van cocinando lentamente. Pero sí está claro que la desigualdad es un proceso cultural, que no existe un determinismo biológico”.
    En el mismo sentido, el arqueólogo Steve Kuhn señaló que “la división del trabajo por género es más un producto de las normas sociales que de la biología o la psicología”. Y este no es un proceso tan antiguo como se ha querido ver, como demuestran hallazgos recientes de restos de mujeres que participaban en actividades como la caza hace 8.000 años.
    Las evidencias apuntan a que el origen de las desigualdades empiezan a manifestarse de forma habitual a partir del Neolítico y que hay una relación con la movilidad. Un artículo publicado en la revista Science analizó, a partir del estudio de las tumbas y los objetos que se encontraron junto a los restos humanos, la forma de vida de una comunidad que habitó el valle del Lech, cerca de Augsburgo (Alemania), hace 4.000 años. Los autores señalan cómo se pasó de sociedades en las que todos nacían iguales a otras en las que algunos se reivindicaban como descendientes de quienes crearon las normas que ordenaban la sociedad o incluso de los dioses. Las mujeres que yacían junto a los aristócratas y que compartían su elevado estatus no habían nacido en el valle de Lech. El análisis del esmalte de sus dientes contenía elementos químicos que no las vinculaban con la composición del agua local, como sucedía en el caso de los hombres. Habían crecido lejos de allí y habían llegado para casarse. Las únicas mujeres locales eran pobres, enterradas sin objetos alrededor, o niñas de familias ricas que habían muerto antes de la adolescencia

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