YO es YO: ni 'Sí es sí' ni 'No es no'
«Este ‘Sí es sí’ terminal ha exhibido en qué manos está la gobernabilidad de España y cómo toman esas manos las más delicadas decisiones»
Pasará a la historia (incluso a esa Historia que tanto le preocupa) por el destrozo integral causado por el fiasco legal de su ‘Sí es sí’. Entró a formar parte de nuestra historia por su ‘No es no’: tanto de la pequeña historia de quienes no le habríamos votado jamás, de ninguna de las maneras, como de la onírica historia de los más obstinados creyentes en las bondades del pésimo remedo del sistema de primarias que tanto daño ha hecho a (casi) todos los partidos -y, por tanto, a nuestra democracia- en los últimos tiempos. Pero ni el ‘Sí es sí’ terminal ni el ‘No es no’ inaugural de la azarosa trayectoria de Pedro Sánchez Pérez-Castejón explican por sí solos cómo los españoles hemos llegado hasta aquí, ni tampoco nos dan automáticas pistas sobre lo que deberíamos hacer para dejar de cavar en el abismo.
Este ‘Sí es sí’ terminal ha exhibido, con insoportable escándalo social, en qué manos está la gobernabilidad de España y cómo toman esas manos las más delicadas decisiones. No es ni el primer ni -posiblemente- el más deletéreo fiasco legal de estos ya casi cinco años de Gobierno sanchista, pero sí es el que más indignación y vergüenza ha desatado en unos y otros (y en ‘hunos y en hotros’, también):
- Se gestó a partir de una contradicción socialmente insoportable: bajo el grito y la pancarta de defender ¡de una vez por todas! a las mujeres de la violencia sexual, se iban a rebajar muy silenciosamente las penas a los agresores sexuales. Pero se ha sustanciado sin la discreción soñada por la pandilla de Irene Montero: ya son más de 400 los agresores sexuales (uno de cada 10 encarcelados) beneficiados por la ley de marras, al coste de aterrorizar a las mujeres víctimas que (se decía) iba a proteger tan innovadora legislación.
- Se desarrolló cabalgando todas las contradicciones que soporta la coalición de Gobierno. Tal como ha contado la exvicepresidenta Carmen Calvo, ella misma y el entonces ministro de Justicia y hoy magistrado del Tribunal Constitucional, Juan Carlos Campo, alertaron de que la ley que promovía el equipo podemita de Irene Montero tendría el coste de revisar a la baja las condenas a un número indeterminado de agresores sexuales ya en prisión. ¡El ‘feminismo’ del ‘Gobierno de la gente’ era exactamente esto!
- Se aprobó en la confianza de que fueran pocos los casos de revisión; a pesar de tener todos los informes jurídicos en contra; con un incomprensiblemente amplio respaldo parlamentario de todos los que temieron ser tildados de poco feministas por el coro de lo políticamente correcto, y por personalísima decisión de quien todo lo manda y todo lo somete a lo único que a él le importa: el mantenimiento de su ‘YO es YO’ en el poder.
¿Incompetencia o mala fe? Mucho de ambas, pero las dos dan igual. La clave no es el fiasco del ‘Sí es sí’, como tampoco lo fue el empecinamiento en el ‘No es no’ de construcción del mandato de Sánchez. La única clave relevante -desde 2018 para todos los españoles, desde 2014 para los socialistas y desde 2016 para todos los que escudriñamos la actualidad- es el ‘YO es YO’ del hoy presidente del Gobierno. Vivimos en la ‘egocracia’ de un ególatra sin límites.
«Pasará a la historia (incluso a esa Historia que tanto le preocupa) por el destrozo integral causado por el fiasco legal de su ‘Sí es sí’»
Un buen amigo dice que, con Sánchez, padecemos «una tiranía sólo moderada por su incompetencia». Lo de tiranía, de momento, suena un poco excesivo. Incluso quizá sea un exceso lo de autocracia. A cambio, no es exceso sino defecto confiar en que la incompetencia tenga virtudes moderadoras. El célebre ‘Sí es sí’ es el más señalado ejemplo de cómo la incompetencia, en vez de moderar, exacerba el daño.
Otro ejemplo, menos célebre, más prosaico y aún más cercano de incompetencia que multiplica el perjuicio lo tenemos en esos nuevos trenes de Cercanías para Cantabria y Asturias que no caben en los túneles. Y, como con todo, ya se ha publicado que había informes que alertaban de que el tamaño importa. Quizá, quién sabe, alguien estaba tan entretenido en hacer ‘clink, clink’ con algún amplio pedido que no se paró a pensar en el ‘cronch, cronch’ que harían los trenes al intentar atravesar algún angosto túnel. O quizá, simplemente, estamos ante otro rotundo y radical ejemplo de inmoderada incompetencia.
La gran diferencia es que con los trenes sí se anuncian «ceses inminentes». ¡Claro, es un millonario fiasco que no pone en riesgo la coalición de Gobierno y, por tanto, el mantenimiento del ‘YO es YO’ en el poder! Si lo pusiera en riesgo, ni ceses, ni dimisiones, ni destituciones. Lo importante es la continuidad del ególatra, al menos, hasta el último suspiro de la Legislatura.
Ojalá el ‘Sí es sí’ de Sánchez, que empezó con su ‘No es no’ y siguió con todos los desvaríos que han deteriorado las instituciones, la política, la economía, el prestigio del país y la convivencia ciudadana en España durante este último lustro sirvan como vacuna contra el ‘Yoyoísmo’; contra todos los ‘Yo es yo’ que indefectiblemente promocionan los artefactos de organización política que conceden todo el poder -¡todo y sin límites!- a una única persona. Es una mala idea incluso si el señalado es el más sabio, honrado y prudente de los hombres… por la muy humana razón de que acumular un poder ilimitado le invitará a dejar de serlo.
Ojalá el final del ‘Yoyoísmo sanchista’ nos anime a recobrar lo más idealizado del arranque de nuestra democracia: sus reestrenadas instituciones, sus venerados contrapoderes, su necesidad de llegar a acuerdos entre distintos y de convivir también en el desacuerdo cuando el pacto no era posible, su respeto a la ley y a los procedimientos, su admiración hacia el conocimiento y la experiencia, su afán por el debate razonado y sólido… Incluso su pompa y circunstancia.
No es imposible, aunque nada está garantizado. El pendulazo de empobrecedores excesos que hemos padecido en estos últimos años puede ser un imparable catalizador para recuperar lo mejor que quisimos ser como sólida base para poner en marcha lo mejor que aún podremos y deberemos ser. ¡Ojalá lo sea!