El reo de la 14ª
«Con Vinicius se ha minado el camino para explotar el filón de una controversia que tampoco el Real Madrid ha sabido desbaratar»
La ‘mala lama’ ha depositado su cizaña para enfangar la imagen de Vinicius Jr. como un jugador pendenciero y provocador al estilo de otros futbolistas que se hicieron célebres a su paso por la Liga española y de cuyo nombre mejor no acordarse. El héroe goleador de la última final de la Champions, la 14ª que se dice pronto, ha acaparado las iras del antimadridismo cañí en su obsesión por convertir al joven brasileño en villano responsable de todos los males que aquejan a los que nunca jamás en su vida se pasarán por la vitrina de trofeos del Real Madrid.
Desde los tiempos del mítico Santiago Bernabéu, y más si cabe ante los recelos que suscita la figura plenipotenciaria de Florentino Pérez, con toda la pompa de su faraónica remodelación del estadio, el club ha acaparado una legión inconmensurable de envidias, sanas o insalubres, pero en cualquier caso legítimas dada la condición de referencia y superación que entraña el Real Madrid a nivel deportivo.
El virus de la contra ha inoculado su coartada perfecta en Vinicius como antes lo hizo con Cristiano Ronaldo, Hugo Sánchez o el siempre recordado Juanito entre otras figuras idolatradas por la afición merengue en proporción equivalente a su posición de liderazgo en el equipo y a la animadversión o temor que generaban en los rivales.
La diferencia que ahora penaliza si cabe de manera especial a la nueva y rutilante estrella blanca tiene mucho que ver con el nihilismo de una sociedad capaz de manipular los más sentidos y ancestrales valores a conveniencia de parte y que no tiene el más mínimo reparo en dar rienda suelta a los criterios más estrafalarios con tal de inflamar la polémica por muy falaz que resulte en su análisis ecuánime y objetivo. Con Vinicius se ha minado el camino para explotar el filón de una controversia que tampoco el Real Madrid ha sabido desbaratar con sus torpes y melifluos argumentos de victimización.
Ahora resulta que el jugador que más faltas sufre de largo en toda Europa es objeto de mofa y befa por el mero hecho de que provoca con sus protestas subidas de tono cada vez que sus adversarios le cosen a patadas o golpean de manera constante y premeditada siguiendo la vieja consigna que apremiaba a los más rudos defensas para que ‘o pasa el balón o pasa el jugador’.
Ese era el fútbol de antaño, el de los campos embarrados, los árbitros de negro y las aficiones enjauladas detrás de las vallas de protección; el deporte en su versión más oscura, en su grado más infame y el que los puristas de la ortodoxia reciente vienen denunciando desde hace tiempo en aras de proteger el juego limpio.
«Vinicius Jr. tendrá que seguir sufriendo la persecución a la que están destinados los mártires antes de convertirse en leyendas»
La eclosión de Vinicius parece haber echado por tierra todos estos esfuerzos. No es la primera vez en que un jugador es perseguido con saña por sus contrarios en el terreno de juego, pero sí es la única en la que es denostado con mayor alevosía si cabe por todos los críticos que plantean de manera impúdica la pregunta de marras. ¿Provocador o provocado?, se repite con cínica ingenuidad, a sabiendas de que las trincheras abiertas en la guerra del fútbol sin cuartel darán cobijo a las más peregrinas opiniones.
El deporte rey tiene razones que la razón no comprende, ni quiere comprender, porque el resentimiento a la hora de rebatir los triunfos del campeón alimenta las muy bajas pasiones de los que disfrutan más con las derrotas ajenas que con las propias victorias.
En Vinicius han encontrado al reo de la 14ª, la mejor manera del antimadridismo que necesita lamerse las heridas después de una temporada pasada realmente trágica para todos los que desean que el equipo de la capital pierda hasta en los entrenamientos. No será en ellos donde encuentre perdón el joven brasileño, cuya indefensión tiene también mucho que ver con ese apellido que figura en la espalda de su camiseta. Vinicius Jr., Vinicius el Joven y también por ello víctima fácil a quien los suyos consuelan desde la distancia como no podía ser menos.
En el Madrid antiguo, el de hace unas décadas, tan Real como el de ahora, no se hubiera entendido bien que el jugador apareciese siempre tan rodeado de extraños adversarios como aislado de sus propios compañeros cuando rueda por el suelo o se levanta a regañadientes reclamando inútilmente al trencilla de turno una sanción para el infractor. En otra época no tan lejana, los capitanes del equipo, que en Real Madrid lo son por exclusivas razones de veteranía, se habrían amotinado en el mismo terreno de juego para arropar al novel acorralado ante el juez de la contienda.
No es la solidaridad una virtud estimada en el fútbol de hoy en día y tampoco el club blanco ha demostrado mayor afán en reparar lo que debería entenderse como una clara ignominia contra una de sus principales franquicias. Por eso tiene que actuar Ancelotti en el papel de progenitor adoptivo antes de que el castigo por un juego alegre y virtuoso se convierta en una lesión irreparable o en un arrebato punible.
El entrenador blanco susurra como un lamento la necesidad de cambiar el foco que apunta al delantero madridista como si se tratara de un objetivo a derribar. Porca miseria para un italiano que conoce de sobra los entresijos más aviesos del fútbol. La defensa de Vinicius Jr. exige voluntades más férreas y debates menos torticeros. De lo contrario, el chico Vinicius tendrá que seguir sufriendo la persecución a la que están destinados los mártires antes de convertirse en leyendas.