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Irene Montero y las terapias de conversión

«Cuesta saber lo que hay de torpeza y lo que hay de agenda, pero la realidad es que los depravados sexuales están de enhorabuena con este Gobierno»

Opinión

Irene Montero, ministra de Igualdad.

  • Doctora en Filología Española, Máster en Literatura y posgrado en la enseñanza de lenguas extranjeras. Concejal del Ayuntamiento de Barcelona (2015-16). Diputada del Parlament de Cataluña (2015-21). Colaboradora en varios programas de televisión.

La jacarandosa Ángela Rodríguez Pam no se caracteriza por decir cosas demasiado sensatas, pero ha de reconocérsele que lo clavó cuando habló de «diarrea legislativa» porque no se me ocurre un concepto mejor para definir cada una de las leyes que han salido de este Gobierno. La ley del solo sí es sí, que se suponía que iba a proteger a las mujeres, ha rebajado las penas de cerca de un millar de violadores; la Ley Rodhes, que se suponía que iba a proteger a la infancia, deja sin aclarar el plazo de prescripción del delito y la Ley de Bienestar Animal, que se suponía que iba a proteger a los animales, despenaliza la zoofilia. La verdad es que cuesta saber lo que hay de torpeza y lo que hay de agenda, pero la realidad es que los depravados sexuales están de enhorabuena con este Gobierno.

Sin embargo, ninguna de las anteriores leyes, pese al terrible daño psicológico y moral que está suponiendo para las víctimas las reducciones de condenas, es tan perniciosa como la recién aprobada ley trans. Son tantas las consecuencias negativas que es difícil resumirlas en un artículo, aunque para eso ya hay excelentes libros como El laberinto del género, de mi compañero Pablo de Lora; Nadie nace en un cuerpo equivocado, de José Errasti y Marino Pérez Álvarez; La coeducación secuestrada, coordinado por Silvia Carrasco y La fábrica de niños transgéneros, prologado por la jurista Paula Fraga, una de las voces más reconocidas en el intento de proteger a las mujeres y a la infancia frente a esta ley.

De entrada, parece una ley bienintencionada y a la que es difícil oponerse porque ¿quién no va a querer el bienestar de esas personas que han nacido en un cuerpo sexuado que creen que no les corresponde? Es evidente el dolor y las discriminaciones que han sufrido las personas transexuales y parece justo intentar mejorar su situación, pero es que la ley no trata sobre ellos. De hecho, la palabra «transexual» ni tan siquiera aparece en el texto y estas personas son las primeras en quedar desprotegidas. Si alguien siente un rechazo tan grande con respecto al sexo con el que ha nacido –lo que antes se llamaba disforia y ahora incongruencia de género- lo lógico es que tenga todo el acompañamiento posible en su proceso, incluido el psicológico, y que pueda trabajar su malestar, pero esto se complica con la nueva ley, porque todo lo que no sea terapia afirmativa se considera terapia de conversión y puede acarrear la inhabilitación y multas de hasta 150.000 euros. La terapia afirmativa es aquella en la que el paciente se autodiagnostica que es del sexo contrario y cualquiera que lo cuestione será acusado de delito de odio, porque si alguien dice que es una mujer, aunque haya nacido hombre, es que es una mujer. Dicho así, parece la mar de respetuoso, pero la realidad es más compleja, como bien sabe Nicola Sturgeon, que ha acabado dimitiendo por una ley similar a esta. Ante el escándalo de que violadores autodeterminados mujeres acabaran en cárceles femeninas, fue interrogada por ello y acabó diciendo que irían a cárceles de hombres. Obviamente, la pregunta siguiente fue: si una mujer trans es una mujer, ¿por qué va a una cárcel de hombres? Y esta cuestión acabó precipitando su caída.

«Con la nueva ley se es mujer porque uno así lo decide y no se puede cuestionar»

Y es que uno de los aspectos más perniciosos de esta ley es la llamada autodeterminación de género, es decir, que uno es hombre o mujer por su mera voluntad. Es tan fácil como ir al registro, pedir que te cambien el sexo de tus documentos y pocas semanas después ya eres hombre o mujer a todos los efectos. Y como los seres humanos no somos seres de luz, esto puede servir, como ya está sucediendo en otros países, para que violadores y maltratadores cambien su sexo registral y puedan acceder a espacios hasta ahora seguros como lavabos, vestuarios, centros para mujeres maltratadas y cárceles. Como nos explica la inefable Pam: «Una mujer trans es una mujer, así que si esa mujer le pega a otra mujer, no estaríamos hablando de violencia de género». Es decir, que Borja puede tener una condena por violencia de género porque es hombre, pero al hacer el cambio registral, Borja ya es una mujer y si vuelve a maltratar a su esposa, ya no será violencia de género. Todo un despropósito. Y eso sin contar que pueden ocupar puestos de trabajo reservados a las mujeres y a las personas trans o en las listas electorales y participar en las competiciones deportivas femeninas que no solo dificulta a las mujeres poder acceder a los podios, sino que también pone en peligro su integridad física. Alguien podrá alegar que esto es fraude de ley, pero no, no se contempla esta posibilidad, que además sería indemostrable porque con la nueva ley se es mujer porque uno así lo decide y no se puede cuestionar.

Es evidente que las grandes perdedoras somos la mujeres, a las que Irene Montero nos pretende fulminar sustituyendo palabras como «madre» o «mujer» por engendros como «progenitor gestante» o «persona menstruante». Y también los niños, claro, y este es el aspecto más preocupante. Los defensores de la ley dicen que al permitirse la autodeterminación de género sin ningún requisito, se evita la patologización, pero la realidad es que no hay nada más patologizante que la terapia afirmativa: el 87% de personas que pasan por Trànsit (el organismo de la Generalitat que se ocupa de este tema) salen con una receta de bloqueadores de la pubertad o de hormonas en la primera visita, es decir, están convirtiendo a niños y adolescentes sanos en enfermos crónicos que pueden acabar mutilando miembros de su cuerpo sin haber tenido tiempo de explorar de dónde surge su malestar, que suele no tener nada que ver con la disforia de género. Y eso, a mí que me perdonen, sí que es una auténtica terapia de conversión.

15 comentarios
  1. 23xtc

    Copio lo que ha dicho el compañero de Sonia aquí y que ella se lo pasa por su forro:
    » En los últimos años has trabajado sobre los dilemas del género y la sexualidad. En 2019 publicaste Lo sexual es político (y jurídico) y en 2021 El laberinto del género. ¿Cómo llegas a interesarte por esta cuestiones?

    Pues siempre desde el asombro o desde el entusiasmo. En el caso del sexo, o del género, surge antes de la ley contra la violencia de género, cuando empecé a escuchar recurrentemente en seminarios la idea del enfoque de género. Por supuesto, sabía del feminismo como teoría política, pero se empezaba hablar no de un enfoque, sino de una perspectiva de género. Y entonces llegó un momento en que parecía que todo el mundo daba por sentado de qué hablábamos. ¿Pero qué es esto de la perspectiva de género? ¿Por qué hay que aprobar una Ley Integral de violencia de género? Y esos son los motivos de mis inquietudes

    En Lo sexual es político (y jurídico) te manifiestas contra la asimetría penal, por ejemplo.

    Sí, ahí hay una discriminación, y en mi opinión constituye una injustificable lesión al principio de igualdad y luego concretamente, en el asunto de la violencia de género, en relación con el despliegue de esa normativa y de los protocolos y de las prácticas que han seguido. Pero, sobre todo, veo con enorme preocupación una erosión de la presunción de inocencia…..Y déjame que añada algo que se me quedó antes en el tintero a propósito de la de la ley de violencia de género. Las mujeres en el ámbito de eso que llamamos la esfera doméstica o la esfera privada, han sufrido a manos de los hombres de una manera absolutamente atroz e injustificable. Que todo eso debía ser superado no me cabe ninguna duda. Y en España el caso que precipitó todo fue el del espantoso crimen de Ana Orantes. Y todo eso motivó justificadamente esa suerte de revolución jurídica institucional. Pero a mí me tienen que persuadir de que en esa batalla era necesaria esa asimetría en el castigo penal. Porque yo creo que no es así. O sea, no hacía falta cargar tanto las tintas y no hace falta acompañar todo ese movimiento de una frecuente incursión en la falacia ecológica, es decir, sostener que la violencia es algo intrínseco a los hombres y que por el hecho de que la mayoría de los crímenes contra la pareja las cometan hombres, eso implica que la mayoría de los hombres somos agresores. Y las personas que abrazan los ideales de la democracia liberal tendrían que ser los primeros en oponerse. Porque cuando uno dice que es ‘negacionista’ de la violencia de género, no está diciendo que niegue la importancia y la relevancia y la gravedad moral de las afrentas o de las agresiones a las mujeres. Lo que está diciendo es que el concepto jurídico bajo el que esto se construye está mal. Los hombres, cuando agreden a las mujeres, no siempre lo hacen con ánimo machista. De la misma manera que los blancos cuando agreden a los negros no siempre lo hacen con ánimo racista, y la propia idea de agredir o matar a una mujer por el mero hecho de serlo es una idea estúpida. «

  2. 23xtc

    Copio sobre una cuestión que al compañero de Sonia le preocupo y lo argumento en su libro «Lo sexual es jurídico (y político)», las nulas falsas denuncias de las mujeres que denuncian a heteros, copiando lo que escribió el compañero de Sonia aquí y que ella se lo pasa por su forro: «Y el caso es que no hay que tener un Máster en Econometría en el MIT para entenderlo: si por «denuncia falsa» entendemos la condena en firme que ha recaído en un proceso por ese delito, y resulta que tales pleitos son muy costosos y penosos para el querellante, que la Fiscalía no suele intervenir y que el estándar probatorio es muy exigente, afirmar que «solo en un 0,0074% de los casos de violencia de género hay una denuncia falsa», y no digamos ya que «solo en un 0,0074% de los casos la mujer miente», es extraordinariamente misleading, que diría Iván Redondo-in-his-opinion. Sería tanto como decir que dados los cientos de miles de interacciones sexuales que cada año hay en España y que el número de condenas por violación en 2020 fue de 2822, sólo hay un 0,0000… de violaciones; o que en la España de la década de los 50 del pasado siglo no había violencia doméstica pues apenas había denuncias…..Del mismo modo cuando hablamos de género, por cierto: la mayoría de los violadores son hombres pero la mayoría de los hombres no somos violadores. Tampoco «puteros» aunque la mayoría de quienes pagan por tener relaciones sexuales sean hombres; la mayoría de las mujeres no son putas por el hecho de que la mayoría de quienes venden servicios sexuales son mujeres….. Mutatis mutandis para quienes consideran que, mediando consentimiento entre adultos, prohibir la práctica del sexo por dinero en todas sus dimensiones actuales – prostitución, pornografía en vivo y en directo o virtual- es una forma de perfeccionismo estatal que afrenta a la autonomía individual.»

  3. 23xtc

    voy a copiar palabras del compañero de Sonia como bien ha demostrado en Pablo de Lora (en su libro Lo sexual es jurídico (y político) p 59), “ni los datos ni las actitudes permiten afirmar la existencia de tal cultura”

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