'Bullying' al español
«Hoy, en Cataluña, solo hay un idioma oficial discriminado: el castellano. Está en inferioridad de condiciones en la escuela, la universidad y la Administración»
La Plataforma per la Llengua nos avisa seriamente, aunque suene a broma, que los catalanoparlantes no debemos cambiar de lengua si se nos dirigen en castellano o en cualquier otro idioma. Y Òmnium Cultural, en su nueva Guía del Activista, señala que los que hablan español en Cataluña son unos «inadaptados». Estos activistas indepes olvidan hasta la cortesía. Proscribir el castellano en las aulas, echarlo del patio del colegio y de la calle, es peligroso, lleva a creer que quienes hablan catalán son mejores que el resto. Conduce a la desigualdad y al acoso.
Las 40 normas de la guía de Òmnium tienen una raíz supremacista, además de poner en causa la convivencia. Como catalana bilingüe en dos de las lenguas oficiales españolas, será un placer incumplir las 40 reglas y seguir hablando en el idioma que mi interlocutor entienda.
Los niños y adolescentes aprenden rápido; dan por bueno lo que les cuentan en la escuela, lo que ven en casa y escuchan de sus amigos. Algunos, que se consideran más guapos, mejores o más graciosos que la media, se hacen los gallitos o las estupendas ante el diferente. Cuando eres gordo, feo, tartamudeas o sientes que no perteneces al sexo con el que naciste, puedes convertirte en carne de cañón. Los grupos de iguales se meten contigo. Si el colegio no te protege ni te han educado para defenderte o hacer oídos sordos a la imbecilidad, acabas odiando a todos y todas; hasta a ti mismo.
En el caso de las gemelas de Sallent, un pueblo del interior de Cataluña, los familiares han explicado que la niña muerta era acosada por su deseo de ser chico (quería que la llamaran Iván) y por el acento argentino de su español. Sin duda, habrá otros motivos, psicológicos y económicos que contribuyeron a la tragedia, pero ponerle la vida aún más difícil a unas adolescentes llegadas de lejos, no es la manera de recibir a nadie.
Ahora, se pasarán las culpas los unos a los otros. No habrá culpables. Pero hacer la vista gorda a la división social, ocultar los problemas, invertir más en campañas políticas que en sanidad o educación no ayuda a mejorar la salud mental ni la convivencia. Recuperar el respeto por los demás, más allá de su religión, raza o lengua materna, empieza a ser urgente.
«Lo difícil -en ocasiones, imposible- es que un organismo público en Cataluña te conteste en castellano»
Da la sensación que el activismo independentista se ha quedado encerrado con un solo juguete: el catalán. Incluso han declarado la Emergencia Lingüística, aunque hay inmersión total en la escuela, en la Universidad y en la Administración. Lo difícil -en ocasiones, imposible- es que un organismo público en Cataluña te conteste en castellano. Mientras, desde la Plataforma de la Llengua -otro de los muchos garitos subvencionados por la Generalitat y hasta con fondos del Estado-, buscan voluntarios para seguir evangelizando. Pretenden que el catalán sea la «única lengua de aprendizaje y socialización».
Ya no hay fecha para la independencia, tampoco unión de partidos separatistas en el poco representativo Govern de Esquerra Republicana. Ni siquiera se conoce plan alguno para avanzar hacia otro referéndum o consulta, como reclama el inhabilitado Oriol Junqueras. Por si fuera poco, la famosa mesa de Diálogo de la Generalitat y el Gobierno español se ha convertido en un nada transparente dueto entre el ministro Félix Bolaños y el president Pere Aragonés.
En este impasse pre-electoral, los activistas de la secesión se dedican a seguir imponiendo su idioma, a la vez que se atreven a denigrar a los ciudadanos que hablan en su materna lengua española (el 56% de la población). Mientras, la Generalitat incumple sentencias y aprueba normas para dificultar el entendimiento. A partir de 2024, será obligatorio que todos los profesores tengan el diploma C2 de catalán, equivalente al conocimiento que tiene un ciudadano totalmente bilingüe o nativo. Cualquier profesor de matemáticas del resto de España, por excelente que sea en lo suyo, hará mejor en quedarse al otro lado del Ebro. Ya lo hacen muchos de los mejores médicos salidos del MIR, los jueces, los policías o los estudiantes de Erasmus. El empobrecimiento profesional de Cataluña es secundario siempre que se hable catalán.
«La lengua se ha convertido en un arma utilizada por los políticos para ganar votos»
Asegura Òmnium en su último panfleto que «el catalán es la lengua del lugar donde vives», olvidando la cooficialidad del castellano. Pero tienen razón, cuando, sin pudor alguno, aseguran que se ha de hablar catalán porque «facilita la participación social». Desde luego, cada día es más difícil en Cataluña conseguir un empleo público o en una empresa subvencionada si no eres nativo de la tierra o te expresas como si lo fueras.
José Ortega y Gasset, uno de los pensadores españoles de principios del siglo XX que más relación tuvo con los intelectuales catalanes, se mostraba escéptico, durante los años 30, sobre una posible mejora en la relación Cataluña-España. «El problema no tiene solución. Cataluña continuará causando dolor a España para siempre, y viceversa», dijo en el Congreso de los Diputados en 1932. Acabó Ortega sugiriendo que esa relación «solo se puede conllevar».
La conllevancia, pienso, funciona si es mutua. En la Transición creímos que sería posible, pero la fragmentación política y el aumento de los populismos ha complicado los pactos y los repartos de poder en España. Todo se lleva peor. Y la lengua, lamentablemente, se ha convertido en un arma utilizada por los políticos para ganar votos.
Hoy, en Cataluña, sólo hay un idioma oficial discriminado: el castellano. Está en inferioridad de condiciones en la escuela, en la universidad, en la Administración y hasta en los patios de recreo. Hoy, en Cataluña, se hace bullying al español.