Chapuza sangrienta de gemelas asesinas
«El asesinato de Sabadell que estos días se juzga es de una estupidez radiante, casi fosforescente. Hasta diría que me parece una chapuza muy contemporánea»
El crimen de las gemelas asesinas de Sabadell (me ahorro la salvedad del «presuntamente», porque se las pilló en flagrante delito, y su socio y ejecutor confesó de inmediato) es tan absurdo, tan estúpido e innecesario, y ejecutado con una torpeza tan descomunal que ha de pasar a los anales de la crónica negra como la antítesis del «crimen perfecto». Parece obra de un trío de dementes, y quizá el juez debería considerar esa posibilidad, o sea: la posibilidad de que los tres ejecutores tengan algún rasgo de cretinismo; y en vez de condenarles a los 25 años de prisión que reclama la fiscalía, dictaminar su ingreso inmediato y permanente en un manicomio.
Recordará el lector que estos días se hablaba en prensa y televisión de ese asesinato a sangre fría. En resumen la cosa fue así: la señora Dolores Vázquez sufría celos y rencor respecto a su novio, Pedro Fernández, que quería romper con ella. Dolores decidió matarlo. Para eso conspiró con su hermana gemela, Pilar, y con el novio de ésta, Isaac Gil González, para tenderle una trampa mortal. Los preparativos quedaron grabados en mensajes de voz y whatsapps de sus teléfonos móviles que se enviaban los tres y que son inequívocamente incriminatorios:
«¿Sabes cómo conseguir cloroformo para dormirlo?»… «Si se hace bien yo creo que se deja frito y una vez frito ahí se machaca», etcétera.
Choca la desenvoltura y hasta el buen humor con que Dolores, Pilar e Isaac van concertando el repugnante crimen como quien acuerda una cita para ir al cine o merendar. Finalmente, el 10 de julio del 2021 Pedro Fernández fue apremiado por Dolores para pasar la noche con ella, en su casa. Accedió. Cuando ya dormía, llegaron la hermana y su novio, y éste procedió a asestarle con una barra de hierro fuertes golpes en la cabeza. Para no ahorrarle al lector detalles sórdidos: la víctima aún consiguió levantarse y escapar hasta el rellano de la escalera, pero estaba ya muy debilitada y allí mismo fue rematada, ante los ojos de los vecinos que desde la mirilla de la puerta de enfrente asistieron a los hechos sin atreverse a intervenir, filmaron los hechos y llamaron a la policía. Al cabo de diez minutos, cuando los agentes llegaron, encontraron a Isaac con los pantalones ensangrentados, fregando las manchas de sangre de la escalera, y, dentro del piso, a las dos gemelas con el cadáver envuelto en una alfombra…
En fin, que el abogado defensor lo tiene difícil para conseguir una sentencia de absolución.
«En la historia criminal reciente, tenemos asesinatos que nos parecieron significativos debido a su correlación con el genio de la raza»
En los mencionados anales, en la historia criminal reciente, tenemos asesinatos de gran resonancia pública, que en su momento nos parecieron significativos debido a su correlación con el espíritu de los tiempos o el genio de la raza (el mal genio, más bien). Pienso en hechos paradigmáticos como el crimen de la Dulce Neus (1981), o sea la conspiración de esposa e hijas para liberarse de un padre de familia tiránico. En el de los marqueses Urquijo (1980), con sus elementos de riqueza, nobleza, codicia y rencor social. En la matanza de Puerto Hurraco (1990), prototipo de crimen rural provocado por el odio entre familias largamente larvado a causa de las lindes discutidas de un campo.
También me pareció que retrataba ciertos aspectos más posmodernos de nuestra sociedad el asesinato fallido (1999) del abogado Rodríguez Menéndez, cuando circulaba en coche por la Castellana y fue tiroteado por un sicario en moto, contratado por su joven esposa «a cambio de 50 millones de pesetas, un Cartier y un polvo». Y el crimen de la niña china Asunta Basterra, a manos, según sentencia de la justicia, de sus padres adoptivos, en 2013. (Unos años después la madre se ahorcó en la cárcel). Y el de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, a manos de una empleada a la que perjudicaba y de la madre de ésta (2014).
El asesinato que estos días se juzga me parece que corresponde más a nuestro siglo, le sienta como el guante a la mano. Todo en él me parece curioso. Empezando por la condición de gemelas de Dolores y Pilar, detalle que siempre le añade a los relatos un componente de extrañeza. Siguiendo por la predisposición del novio de Pilar a matar al novio de su hermana como quien presta un favor plausible y sin mayor importancia. Me llama la atención un detalle menor, que es que los verdugos y la desdichada víctima reúnen los apellidos más comunes en Cataluña y en toda España: Vázquez, Fernández, López, González… Y, cómo no, la razón, el motivo insignificante de los celos. Y la ausencia de cualquier consideración de orden moral. Y la vulgaridad elemental de los diálogos previos al crimen. Y la torpeza y saña en la ejecución. Todo ahí es subnormal y de una estupidez radiante, casi fosforescente. Qué chapuza. Y hasta diría que me parece una chapuza muy contemporánea, muy propia de los tiempos que corren, si no fuera porque insultar a la edad de uno –donde pasan tantas cosas, y tan diferentes-, y tomar el signo por la cosa, suele ser injusto.