THE OBJECTIVE
Rebeca Argudo

El 'no' de Podemos

«Irene Montero, igual que Sánchez, se pregunta cómo pasará a la historia. Pero nos acordaremos de ella como la Yoko Ono caprichosa que dividió al feminismo»

Opinión
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El ‘no’ de Podemos

Irene Montero.

Podemos anuncia que votará no a la reforma de la ley del solo sí es sí en caso de que el PSOE no negocie con ellos y cuenten con el apoyo del PP. Que hayan sido ya excarcelados más de 70 condenados por delitos sexuales y que más de 700 hayan visto reducidas sus penas gracias al desastre que supone esa ley no tiene ninguna importancia, parece. Lo veremos justo el día antes del 8-M, el día es casualidad, que será cuando se debata en el Parlamento la reforma a esa ley que acabó registrando el PSOE en solitario. Porque había que buscarle solución a una ley perfecta. Una ley muy de Schrödinger esta (perfecta y con problemas al mismo tiempo) capaz de evidenciar el concepto que tiene Podemos de lo que es legislar: por impulsos, sin reflexión y sin responsabilidad. Porque aquí la culpa, desacomplejadamente, es de los jueces. Que aplican la ley, no como Irene considera que deben hacerlo, sino por fastidiar. Pero ve tú y explícale a la ministra más diletante que ha visto esta democracia que los jueces no están a su servicio, obligados a aplicar las leyes como a ella le salga del rasca. Y que esas leyes no son mejores o peores basándose en la calidad moral de las intenciones que impulsaron su formulación, sino por las consecuencias provocadas por su aplicación. Y esta ley, la del solo sí es sí, es un dislate. Lo mires como lo mires. Un desastre colosal que no pone el consentimiento en el centro: lo único que pone en el centro es la desmesurada autolatría de la titular de Igualdad. 

«Vamos a ver este año si no se le atraganta a la Montero su día grande»

Pero vamos a ver este año si no se le atraganta a la Montero su día grande. Llega a él con un feminismo más dividido que nunca a cuenta de las fricciones provocadas por esta ley que parece diseñada para favorecer a los agresores sexuales (si no por incompetencia, por dejadez y, si no, por un Dunning y Kruger como la copa de un pino). Por una ley trans que va directa a la línea de flotación de todo aquello que sustenta toda política feminista. Por las fricciones por asuntos como la abolición de la prostitución o la gestación subrogada. Las ministras de su socio de negocio, que ya han sacado los deditos y echado cuentas, ya empiezan este sábado a poner distancia, no sea que en las autonómicas les lastre la cercanía. En la mani (las manis) es más que probable que acudan lejos de Belarra y Montero, pero sin mezclarse demasiado con el resto, no vaya a ser que le dé el brote a Echenique y les grite «ultraderechistas» desde Twitter mientras amenaza, de nuevo, con enfadarse muchito (y no hacer nada al respecto). 

Estoy casi segura de que Irene, igual que Sánchez, se mira al espejo y se pregunta cómo pasará a la historia. Me la imagino mirándose de perfil, a ver cual es el lado bueno para cuando la saquen en unos sellos para conmemorar en el futuro los grandes logros del feminismo. Me apuesto un brazo a que fantasea con dar nombre a una estación de tren y ser recordada como la primera política que se preocupó por las mujeres. Yo, en calidad de pitonisa, voy con todo a que olvidaremos su nombre en cuanto desaloje Moncloa y que, como mucho, nos acordaremos de ella (poco) como la Yoko Ono caprichosa que logró enfrentar y dividir al feminismo y convertirlo en antipático.

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