Curso avanzado para perder elecciones
«Sorprende que sea precisamente el Partido Socialista quien dispare contra su propio electorado con una serie de iniciativas como la ‘ley del solo sí es sí’»
En contra de lo que afirman a diario nuestros insignes todólogos de guardia, los aludes electorales que consiguen que las preferencias políticas de todo un país se den la vuelta como un calcetín de un día para otro son tan escasos como la sangre de unicornio.
De hecho, la experiencia nos dice que los cambios electorales, a pesar de la gravedad de los errores de cualquier gobierno, se producen de una manera lenta y progresiva hasta alcanzar un punto de no retorno que cristaliza en el momento en el que ni siquiera los antes orgullosos votantes del partido gobernante recuerdan haber votado alguna vez por esas siglas.
La razón tiene más que ver con usted y conmigo que con los políticos a los que hemos votado; por muchas pifias que estos cometan, el proceso de reconocernos a nosotros mismos que nos hemos equivocado al introducir la papeleta en la urna o que hemos sido objeto de un timo atenta contra nuestra idea de nosotros mismos de forma tan radical que preferimos autoengañarnos justificando durante un tiempo sus acciones, hasta que una última gota colma el vaso de nuestra paciencia y tras el consiguiente duelo decidimos abjurar voluptuosamente de nuestro error pasándonos a la abstención o incluso a las filas de otro partido.
Es un proceso, por tanto, lento, gradual -ya que no todos los votantes se sienten traicionados en el mismo punto- y sobre todo acumulativo, pero una vez iniciado ya no tiene vuelta atrás.
«Hemos superado ese punto de no retorno en uno de los electorados más fieles de los que poseía el PSOE»
Les cuento todo esto porque tengo la impresión de que a menos de tres meses de las próximas elecciones municipales y autonómicas y -sobre todo- a menos de un año de las elecciones generales, hemos superado ese punto de no retorno en uno de los electorados más fieles de los que poseía el PSOE. Me refiero naturalmente a las mujeres.
Desde la transición, el PSOE fue el partido que más y mejor defendió los avances civiles, sociales, políticos, laborales y reproductivos de las mujeres en nuestro país frente a unas derechas lo bastante miopes como para no darse cuenta de que oponiéndose por apriorismos ideológicos y/o confesionales a las medidas que mejoraban la vida de la mitad de la población de nuestro país estaban otorgando a los socialistas un plus de legitimidad feminista que resultó determinante para la articulación de mayorías de gobierno desde Felipe González hasta Pedro Sánchez pasando por José Luis Rodríguez Zapatero.
Por eso y a pesar de la disfuncionalidad inherente a los partidos políticos, los únicos seres vivos capaces de tomar decisiones que ponen en peligro su propia existencia de forma repetida y sin que medie incentivo alguno para ello, sorprende que sea precisamente el Partido Socialista quien dispare contra su propio electorado con una serie de iniciativas -propias o de sus socios de gobierno- como la nefanda ‘ley del solo sí es sí’, que ya ha reducido las penas de más de 700 agresores sexuales sacando de la cárcel a 70 de ellos, o la llamada ‘ley trans’, que además de garantizar los derechos de las personas trans, cosa por cierto muy loable, ha logrado el prodigio de contribuir a la vez a la invisibilización de las mujeres.
Por no hablar de la carrera de despropósitos e improvisaciones en la gestión política del torrentiano episodio protagonizado por el ya inmortal ‘Tito Berni’, una bomba de caspa radioactiva que destroza el relato feminista del PSOE por tantos sitios que da hasta pereza enumerarlos y cuyos efectos demoscópicos conoceremos pronto, pero que ya les puedo asegurar que serán profundos y duraderos.
En definitiva, un curso avanzado de cómo perder elecciones humillando voluntaria y repetidamente a un segmento electoral estratégico que pronto será estudiado en las universidades de todo el mundo dentro de la lección dedicada a los errores no forzados.