¿Qué hace el poder en tu cama?
«Lo que quiere el poder podemita es decirles a las mujeres cómo deben follar o masturbarse. Pero ante todo quiere que los hombres nos hagamos la picha un lío»
Que los podemitas, en particular las podemitas, son los nuevos curas lo confirma su preocupación por lo que ocurre en las camas de los demás; las camas, por utilizar su jerga, «de la gente». Es una preocupación no desinteresada, sino interesada. No es mera curiosidad, a la que a lo mejor yo (¡corazón infiel de cintura para abajo!) me apuntaba, sino abierto intervencionismo. Hay que montárselo en la cama como ellos dicen. Y no solo deben hacerlo sus votantes: también sus no votantes. Todo el mundo debe montárselo en la cama como dicen (¡como dictan!) los podemitas, en particular las podemitas.
Da cosa que el poder se inmiscuya en los asuntos íntimos, y el asunto íntimo por excelencia es el sexual. Se me quedó grabado el título de un libro sociológico de los ochenta: ¿Qué hace el poder en tu cama? En los ochenta, que tuvieron siempre un fondo ácrata, escamaban estas cosas. Después del intervencionismo durante cuarenta años de los curas, el brazo ultramoralista del franquismo, se tenía muy claro que el poder no debía meterse ahí. En casi en ningún sitio en realidad, pero ahí menos. Esa convicción era instintiva, visceral. No se permitía que el poder te dijera cómo follar. Ahora el poder te lo dice. Ha tenido que llegar Podemos al poder para que se reanude ese hilo (¡esa cuerda de esparto!) que se rompió en España con la muerte del dictador.
«Una diputada de ERC ha pedido desde la tribuna del Congreso que los hombres despierten a las mujeres antes de ‘tener sexo’»
Estos días hay una precipitación de los dicterios. Se ve que han llegado a ese punto del programa y lo quieren exprimir: diarreicamente, como se han propuesto (según propia confesión) hacer las cosas. La secretaria de Estado de Igualdad se ha interesado por los modos de penetración de la ciudadanía y su conclusión es que no, que la ciudadanía no debe penetrarse. El 75% de las «niñas y chicas jóvenes», según ella, prefieren la penetración. Pero a ella, es decir, al poder, eso no le gusta. Al poder le gusta que prefieran la autoestimulación. La ministra de Igualdad, por su parte, ha promovido la penetración (¡al menos ahí sí la penetración!) cuando la mujer tiene la regla. Parece que en las sentinas sexuales del podemismo se desconoce la noble tradición hispánica del tomatazo. Por último, una diputada no de Podemos pero sí de su familia, de ERC, ha pedido desde la tribuna del Congreso que los hombres despierten a las mujeres antes de «tener sexo». Se agradece el consejo. Aunque si lo dice será porque porque en ERC se practica lo contrario… (cada uno habla de la feria, fatalmente, según como le va).
La utopía de estas mujeres es que haya un comisario, en particular una comisaria, sexual en cada cama. Y si no físicamente, porque no habría presupuesto para tanto, al menos sí mentalmente. Igual, ya digo, que los curas. El poder se quiere introducir en nuestra cama para manosearnos y manosear todo lo que podamos hacer en ella. Y poblar los encuentros sexuales de señales de tráfico que nos adviertan dónde se incurre en fascismo y dónde no. Pudiera ser, tal es la fuerza de Eros, que el deseo encontrase morbo en esos toboganes, en esas pasarelas inestabilísimas. Pero lo más probable es que la autoconciencia ideológica mate el deseo. Además, podríamos pensar que total, si ahora hay que ser virtuoso también follando, entonces mejor quedarse en el sofá haciendo calceta.
Lo que quiere el poder, el poder podemita en particular, es en resumidas cuentas decirles a las mujeres cómo deben follar o masturbarse. Pero ante todo quiere que los hombres (y bueno, también las mujeres) nos hagamos la picha un lío.