MyTO

De mujeres, naciones y razones

«Montero presupone que hay un hecho en el que consiste ser mujer, pero no es capaz de precisarlo. Y esgrime los ‘derechos humanos’ para silenciar al disidente»

Opinión

Ilustración de Erich Gordon.

  • Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado recientemente ‘Lo sexual es político (y jurídico)’ en Alianza, Madrid, 2019.

«¿Ministra, qué es una mujer?», le espetó la joven a Irene Montero. Transcribo su respuesta: «Yo creo que lo importante es que sepamos que las mujeres, por el hecho de ser mujeres, tenemos más riesgo de sufrir violencia, más riesgo de sufrir pobreza y por eso es importante que hagamos políticas públicas que respeten a todas las mujeres, a todas las mujeres…». La joven no se daba por satisfecha e insistía: «Pero, ¿qué es una mujer?». La ministra replicó entonces: «Quizá lo que nos queréis explicar es que no hay mujeres que tengan pene, que las mujeres trans no son mujeres, pero mi obligación como ministra de Igualdad es respetar los derechos humanos… decir que las mujeres trans no son mujeres es vulnerar los derechos humanos».

La ministra y toda su corte de los milagros, la entera legión de quienes han alimentado intelectualmente ese discurso a partir de lecturas pseudoacadémicas mal digeridas, regularmente metabolizadas y peor regurgitadas, presupone en su respuesta que hay un hecho en el que consiste ser mujer, pero no es capaz, así la aspen, de precisarlo. Y no contenta con ello, esgrime la espada y el catecismo de «los derechos humanos» (¡cuánta banalidad y estulticia se exhibe en nombre de tu noble sintagma!) para silenciar al disidente, que no es sino el inconformista que, contra viento y marea, se resiste a abandonarse del todo a la irracionalidad.

¿Qué es una nación? Se preguntaba el historiador francés Ernest Renan allá por 1882. De entre las múltiples apuestas por precisar la intensión del término hay una particularmente odiosa por su circularidad y por hacer del concepto un contenedor vacuo: una nación es el conjunto de personas que comparten la creencia de ser una nación. Y entonces nos ocurre lo que a la joven que interpelaba a Irene Montero: «Ya, ¿pero qué es lo que creen los que comparten la creencia de ser una nación?». «Ser una nación». Y así hasta el infinito. Y más allá. Mutatis mutandis para el concepto «mujer». Las mujeres trans son mujeres porque se identifican como mujeres, y las mujeres, por el hecho de ser mujeres, sufren una violencia específica o discriminaciones u opresiones características por su condición. La inquisición no puede disiparse: ¿en qué consiste esa condición? ¿Qué es aquello con lo que se identifican las mujeres trans que dicen ser mujeres?

«Usamos el sufijo ‘trans’ precisamente para denotar lo que no se es»

Una persona trans –mujer trans para el caso- es la persona cuya «identidad sexual no se corresponde con el sexo asignado al nacer», reza el artículo 3 de la llamada ley trans. La identidad sexual es definida en la ley como la «vivencia interna e individual del sexo tal y como cada persona la siente y autodefine, pudiendo o no corresponder con el sexo asignado al nacer». Acabáramos. Hablamos, pues, de sexo. Y entonces: si las mujeres trans son mujeres, tal y como señala la ministra, es porque sienten ser como aquellos miembros de la especie humana a los que, a partir de un conjunto de características biológicas, podemos identificar como mujeres (más allá de lo que sientan o ellas mismas definan) y de hecho así hacemos, al nacer y rutinariamente. Afirmar que hay mujeres con pene u hombres con vagina es cabalmente aseverar que hay individuos de la especie humana que, aún siendo hombres o mujeres y porque se identifican como mujeres u hombres, deben ser considerados institucionalmente como aquello que biológicamente no son. Usamos el sufijo trans precisamente para denotar lo que no se es. Decir «las mujeres trans son mujeres» no conserva el mismo aire de tautología que: «las mujeres son mujeres».

Desbrozado así el terreno, entonces sí, demos las razones –con limpieza, sin trampas ni apelaciones emocionales a los «derechos humanos»- por las cuales debemos hacer así constar jurídicamente nuestra condición sexual, también como esa «vivencia interna». ¿Por qué abrazar esta ficción, ministra? ¿Qué le parecería si esa condición biológica misma que fue asignada al nacer o la vivencia interna de ser lo que objetivamente no se es para empezar no constase en el Registro Civil? ¿Qué derecho humano se vulneraría entonces?

La próxima semana se pone a la venta La razón en marcha (Alianza), una larga y fascinante conversación entre Julio Valdeón y Félix Ovejero. Ovejero es uno de nuestros más conspicuos public intellectuals, alguien que se ha fajado como pocos en desmontar las trampas argumentales y conceptuales del nacionalismo como teoría política y en poner de manifiesto la lamentable deriva reaccionaria que sufre la dizque izquierda desde hace algunas décadas. Se lamenta Ovejero del enorme coste que tiene, en tiempo y fatiga mental, la crítica a las patrañas nacionalistas, la exhibición de la quincalla que se esconde tras la noción de «lengua propia» o «nación» o «identidad»…

Ocurre algo parecido con el irracional raca-raca de lo trans, la pertinacia en mantener razones truchas y argumentos que son crasas falacias cuando no evasivas con las que se evita entrar al trapo y discutir con la honestidad de quien está dispuesto a ser convencido de las mejores razones de su interlocutor. La ministra Montero ha demostrado repetidas veces carecer de ese talante y de esa capacidad, pero no por ello habrá de achantarse ni desanimarse esta joven valiente, ni tantos otros que sienten no sólo que el rey está desnudo sino que por el hecho de que tiene pene no puede ser reina.

6 comentarios
  1. Amenos

    Magnifico final. Esta idea, también de Espada, de que nos hubiera gustado dedicarnos a lo importante…Quizás a la pobreza, al sufrimiento, a la muerte….Pero el tiempo nos ha llevado por estos temazos.

  2. Klaus

    Una mujer es una hembra de Homo sapiens, del mismo modo que una yegua es una hembra de Equus ferus o un toro es un macho de Bos taurus. Algunas especies tienen el nombre común en masculino (ratón, caballo) y otros en femenino: cuando digo que voy a comprar pienso para las gallinas no quiero decir que los gallos se vayan a quedar sin comer.
    Una hembra es tal porque, dentro de una especie sexual, es la que produce los gametos grandes y poco móviles, al revés que el macho. Esta especialización (anisogamia) se ha revelado prácticamente imbatible en la evolución, y condiciona de forma variable, pero como mínimo notable y a menudo drástica, las pautas típicas de comportamiento de machos y hembras, como sabe bien cualquiera que haya estudiado biología.
    El sexo no se se ‘asigna’ al nace, sino que se constata. Algunos activistas desdeñan esta idea señalando que «a los seres humanos no se nos puede sexar como a los pollos». Y no, claro que no: es muy fácil sexar a un ser humano y no a un pollo, porque éstos carecen de genitales externos (lo cual no parecen saber otros activistas que acusan a los gallos de «violar» a las gallinas) y requieren un cuidadoso examen de sutiles dimorfismos (por ejemplo en el perfil de ciertas zonas del plumaje).
    La disforia de género es un trastorno psicológico grave, y no hace falta patologizarla (como no hace falta patologizar la gripe, la psicosis o el cáncer) ni se puede despatologizar (como no se puede despatologizar la gripe, la psicosis o el cáncer). Todos ellos son ya patologías, nos guste o no, como prueba entre muchos otros el hecho de que todos los que los padecen demandan (desesperadamente) tratamientos farmacológicos y a veces quirúrgicos.

    Todas estas y muchísimas otras obviedades (porque obviedades es lo que son) resultan hoy en día objeto de discusión. Algunos de nuestras mejores cabezas (como el profesor Ovejero, a quien cita el autor, o el propio autor) están dedicando su valioso tiempo a tratar de convencer de ello a perfectos indocumentados que además no están dispuestos a dejarse convencer por argumento alguno, porque son yonquis de las ideologías, una funesta droga que anula la capacidad de pensar por uno mismo.

    Temo que nuestra época se recuerde en la historia del pensamiento como «aquellos años en que nos esforzamos inútilmente en convencer a unos cuantos tarados de que la hierba es verde y el agua moja».

  3. Benito

    „decir que las mujeres trans no son mujeres es vulnerar los derechos humanos”, dice la interfecta. Respuesta comodín para crías histerizadas de un infantilismo nauseabundo. Seguro que si le preguntamos qué derecho humano se vulnera exactamente no tienen ni repajolera idea de cuáles son.

    Veamos, una persona con pene es un hombre.

    Una persona con pene se siente como una mujer y dice que lo es.
    Entonces pasa a ser trans, y no mujer.

    Porque un trans no es ni hombre ni mujer, aunque quiera serlo.

    Creo que la categoría “trans” sobra. No es necesaria. Es un paso intermedio que simplemente nos hace perder el tiempo y mucho gasto de energía.

    ¿No sería más fácil que un hombre con pene que se siente mujer sea directamente mujer sin ser trans?

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