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Cristina Casabón

El callo del socialista

«El sanchismo ha sustituido la democracia por una cultura de la subvención, políticas de rasca y gana, de compraventa de votos»

Opinión
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El callo del socialista

Pedro Sánchez en la clausura de la Convención Municipal de Andalucía. | Europa Press

Ahora que el PSOE ya es un partido bajo sospecha de corrupción es cuando yo le veo más puesto en el Poder. Es cierto que hay un halo de inmoralidad que ya rodea sus siglas, pero también es muy cierto que funciona como una empresa que coloca a su gente en puestos públicos y otorga favores y ayudas. Es decir, esas miles de familias del sanchismo que viven en un clima de Henri Abelé, haciendo negocios, trapicheos y demagogia, empezando por doña Begoña la vendehumos y llegando hasta el que pega los sellos en la Moncloa, van a seguir aplaudiendo. 

Y aún no hemos llegado al fondo del ‘caso Mediador’; las derivadas de la última trama de corrupción amenazan con convertirse en un escándalo de los gordos. No solamente por los diputados implicados, los manolos de la Guardia Civil o las fiestas de diputados que son un cruce entre Torrente y apparatchik comunista. Sea como sea, se acabó. Patxi López dijo esta semana que no va a favorecer ninguna comisión de investigación en el Congreso. Es decir, que ni lo han hecho, ni tenemos pruebas, ni lo volverán a hacer. Empiezo a imaginarme cómo sigue la fiesta o plantearme si hay escándalo, que igual lo hemos malinterpretado todo y nos invitan a algo. 

«Poco importa que sus políticas sean nefastas para muchos españoles, hay muchos que se benefician de este sistema»

¿Serán penalizados en las urnas o, por el contrario, el castigo será para el empresario que se larga, cansado de pagar la fiesta de los peces gordos? El socialismo, que en secreto envidia al empresario, es de facto una megaempresa que se dedica a la colocación, protección de amiguetes, regulación asfixiante, subsidios, mercadeo de votos, prohibición, sindicalización, empujones, cotizaciones e impuestos confiscatorios llevados a cabo por burócratas que tienen el monopolio de la coerción. Poco importa que sus políticas sean nefastas para muchos españoles, hay muchos que se benefician de este sistema y siguen aplaudiendo y brindando con burbujas.

El socialista de callo gordo es el que mejor logra adaptarse a nuestra política de país atrasado. La conspiración contra el rico empresario, antipatriota, señala a los mejores el camino hacia Portugal, madriguera del dinero y democracia ejemplar. La democracia no es sólo un sistema de gobierno, sino una educación cívica, liberal, que se reitera y deposita sobre el ciudadano. Pero el sanchismo la ha sustituido por una cultura de la subvención, políticas de rasca y gana, de compraventa de votos. Y de tanto aplaudir al político, el callo es ya una costra madura, una gobernación encurtida, madurada y hecha, bien deformada. 

Pensamos, ay, los ingenuos, que la corrupción política erosiona la confianza en las instituciones y en los partidos, pero en realidad muchos votantes les aplauden con más fuerza y determinación que antes. Muñoz Molina atacaba ayer desde las páginas de El País a don Rafael del Pino, que es la cortina de humo para no hablar de corrupción. «No son como nosotros», dice. Claro que no, Molina, usted es un intelectual orgánico con una bonita prosa y Rafael es uno de nuestros mejores empresarios. Esta semana que hoy agoniza, ha sido, sin que muchos se enteren, la semana más representativa de la democracia que nos duele.

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