Los pimpampúm de Pam: violadores, abortos y cintas de vídeo
«El cántico de Pam da la razón a los antiabortistas y no porque hablen de Abascal y su madre, sino porque ligan al hombre que es hoy con el feto que fue al inicio»
Ni pamplinas ni pamemas. Los pimpampúm de Pam son artefactos de odio para azuzar el odio, para cimentar en el odio a su menguante feligresía y para polarizar con odio toda convivencia política. El último pimpampún ha ido dirigido, este fin de semana, contra la mitad de la población: concretamente, contra los hombres. Porque los hombres, sostiene Pam, «desgraciadamente, en nuestro país son bastante violadores».
La textualidad del mensaje de la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez ‘Pam’, pide mármol (y transcripción completa):
«Dejemos de estigmatizar, por favor, a las personas trans. Las personas trans no son agresores sexuales. Es una mirada profundamente tránsfoba aquella que piensa que una persona va a pasar por el Registro para cometer una violación. Los hombres no necesitan pasar por el Registro Civil para ser violadores. Lo son, y desgraciadamente en nuestro país lo son bastante».
¡Ahí queda eso!: «Lo son, y desgraciadamente en nuestro país lo son bastante». En el código de igual-da de Pam decir que en España los hombres son «bastante violadores» no estigmatiza. Es sólo un desahogado ejercicio de la libertad de expresión de la más célebre viceministra del Gobierno de Pedro Sánchez. Célebre por las risotadas con las que, en otro vídeo viral, se burlaba del escándalo por los «cientos de violadores» que saldrían a la calle gracias a su ley del sí es sí. Célebre por ser una entusiasta publicista de consoladores eléctricos (también con insuperable vídeos). Celebérrima en sus pimpampúm del odio.
Quizá la última enormidad del pimpampúm de Pam pretendía tapar por inundación la más sonada: su edificante vídeo del 8 de marzo en el que toda ella se exhibía como directora de orquesta de unas adolescentes que -para vergüenza de sí mismas dentro de unos años- cantaban: «¡Qué pena me da, qué pena me da, que la madre de Abascal no pudiera abortar!».
El equipo de igual-da se multiplicó para explicarnos que los cánticos de las jóvenes en las manifestaciones suelen incluir barbaridades. Que no hay que dar tanta importancia a esas pamplinas. ¡Vaya! Con la que liaron con los cánticos de los muchachos del Colegio Mayor Elías Ahuja en un día de fiesta colegial. ¡Hasta les dedicaron uno de sus igualitarios vídeos en el que, directamente, les llamaban violadores! «Dejemos de estigmatizar, por favor». ¡Ah, no! Ahí no.
«Con o sin atenuante por inconsciencia juvenil, el cántico sobre la madre de Abascal que, con exultante satisfacción, grabó y difundió Pam es un torpedo en la línea de flotación de la argumentación oficial a favor del aborto»
Con o sin atenuante por inconsciencia juvenil, el cántico sobre la madre de Abascal que, con exultante satisfacción, grabó y difundió Pam es un torpedo en la línea de flotación de la argumentación oficial a favor del aborto. ¿Están diciendo las chicas de Pam que el aborto elimina a un ser humano que, de no haber sido abortado, habría nacido, crecido y -quizá- ascendido en la escala social hasta liderar un partido político que, en las últimas elecciones generales, tuvo el respaldo de 3,7 millones de españoles? Hombre, no. Eso no es posible. Que el aborto, tal como hemos decidido entenderlo, es, poco más o menos, un método anticonceptivo a posteriori. Además de un derecho inalienable de la mujer, claro.
El cántico de Pam, aunque no fuera ésa su voluntad, da la razón a los antiabortistas más estrictos, y no porque hablen del hijo de la madre de Abascal, sino porque ligan indefectiblemente al hombre que es hoy con el feto que fue al inicio, en el vientre de su «progenitora gestante». Pero, ¿por qué no iba a ser ésa la voluntad de Pam? Una vez asumido el aborto; una vez consagrado como un derecho de la mujer; una vez garantizado a las menores sin siquiera el conocimiento de sus padres, faltaba el último paso: la exhibición de lo que, en última instancia, es para así poner en marcha su banalización total.
El cántico banaliza el aborto y, también, la eliminación del adversario al que se ha catalogado como «abortable». Todos los análisis del totalitarismo, de Primo Levi a Hannah Arendt, nos han explicado con precisión la importancia de deshumanizar a quien se decide suprimir, y de banalizar el mal de su ejecución con obediencia gregaria. «Sí, ¿qué pasa?», podría llegar a decir nuestra desinhibida Pam, «gracias al aborto podremos conseguir que nazcan menos hombres violadores… de ésos que, desgraciadamente, en nuestro país hay bastantes».
El tercer vídeo semanal del equipo de igual-da (en el que Pam cede el principal protagonismo a otra mujer que no es Pam aunque se le parece, mientras la auténtica Pam mantiene la dirección estética y ética de la cinta) abunda en la banalización, en el feísmo y en la agresividad. En estos últimos días, es tarea imposible abrir ninguna web de noticias y no toparte con el violento vídeo sobre el deseo sexual de determinadas mujeres, tal como lo dictaminan las chicas de Pam.
¿Acaso la dirección del deseo sexual de la población es un asunto que deba formar parte de las ocupaciones de ningún ministerio de ningún Gobierno sensato? Hoy, en la España de Sánchez, sí lo es. Aún más: los millones de euros que el Ministerio de Igualdad ha gastado en colocar su vídeo en todos los medios de comunicación -con la exhibición del puño comunista como anagrama aún más visible que el logo del «Gobierno de España»- son la más eficaz contraprogramación a otro vídeo gubernamental -esta vez del ala socialista del Ejecutivo- que pretende convencer a los españoles de lo estupendo que es pagar impuestos… Para Sanidad y Educación, ya saben. Ah, y para pensiones… Bueno, vale, y también para decirle a la gente lo que ha de hacer en la cama.
«Son tus impuestos los que pagan a todas las Pam de igual-da, a sus vídeos y a sus ocurrencias, que no son ni pamplinas ni pamemas sino un inaguantable pimpampúm para azuzar el odio»
«No es magia; son tus impuestos», dice el vídeo del ala socialista del Gobierno. Exacto. No es magia, son tus impuestos los que pagan a todas las Pam de igual-da, a sus vídeos y a sus ocurrencias, que no son ni pamplinas ni pamemas sino un inaguantable pimpampúm para azuzar el odio. Y ahí siguen, sosteniendo la coalición gubernamental de Pedro Sánchez. ¿Hasta cuándo?
Coda: Sorprende (poco) que el equipo de igual-da no haya dedicado ni un vídeo, ni un mísero tuit, ni siquiera un minuto a condenar la violación en manada de una niña de once años en Badalona. Nada. Ellas, que forjaron su ley del Sí es Sí con el argumento (o la excusa) de la manada de Pamplona, han dictado ceguera ante otras manadas. Ellas, que hablan de las «mujeres racializadas» como víctimas seguras del machismo, no han investigado si, como se ha publicado, la niña de Badalona es de raza negra e hija de inmigrantes precedentes de Ghana. Ellas, que tanto peroran contra el machismo y el racismo, ¿no han indagado si es verdad que los agresores son de etnia gitana y magrebí? ¿Agravará ese dato el componente machista y racista de los agresores?
Por ser justos, al equipo de igual-da no les conmueven ni la niña de Badalona ni ninguna otra. Las agresiones sexuales en manada se han multiplicado en los últimos años, con un crecimiento exponencial de la participación de menores en los asaltos. Mientras, Pam y su jefa, Irene Montero, con la anuencia de todo el Gobierno de Pedro Sánchez, graban y difunden vídeos para azuzar el odio. ¡Hasta cuándo!