La decadencia cultural de Barcelona
«En un momento alguien dejó de hacer su trabajo, dejando a los señores feudales nacionalistas imponer que la cultura de Cataluña sólo puede ser en catalán»
Ando estos días entretenida desgranando propuestas para mi proyecto de Barcelona. A algunas personas les ha sorprendido que:
a) Diga que el bilingüismo institucional en el Ayuntamiento de Barcelona, sin trampas y sin excusas, va a ser una línea roja mía: quien no lo garantice no tendrá el apoyo ni los buenos días de servidora ni de Ciutadans.
b) Diga además que quiero propiciar un nuevo boom como el de los años 70, un verdadero estallido de creatividad literaria y audiovisual en español.
Ambos asertos han chocado un tanto a los firmes defensores de una política municipal de baldosa y manguerazo a los jardines, exclusivamente centrada en, por ejemplo, revertir el infame urbanismo táctico de Ada Colau & Jaume Collboni (un señor del PSC que lleva ocho años cogobernando con Colau, con gabardina, peluca y bigote postizo, pero cogobernando…). Incluso en ambientes autoproclamadamente constitucionalistas me encuentro gente que me aconseja que no me «desgaste» dando la brasa con el bilingüismo «cuando a la gente lo que le preocupa es la seguridad, la limpieza o el acceso a la vivienda».
Esas son las actuales preocupaciones prioritarias de los barceloneses, sí. Y son preocupaciones serias y acuciantes. Pero es mi sincera convicción de que la mejor manera de atender esas preocupaciones, de resolver los dramas que las provocan, es combatiendo y destruyendo el perverso marco mental que permite que la seguridad, la limpieza y el acceso a la vivienda en Barcelona sean un infierno. Y ese marco mental es la pretendida superioridad moral de una ultraizquierda dogmática, soberbia, calamitosa y gamberra, superioridad moral basada en una batalla cultural ganada a los puntos por incomparecencia del contrario. Porque los que le tenían que parar los pies a Ada Colau y a sus muchas ideas de bombero simplemente no han hecho su trabajo. Se han dedicado a colaborar, a consentir, a mirar para otro lado y, en última instancia, a comprarle el marco mental pues por eso, por no discutir.
¿Qué más tiene que pasar en Barcelona para que nos demos cuenta de que el hiperintervencionismo de los peores está matando una ciudad que en su día fue considerada, y podría volver a serlo, como la Nueva York de España? Barcelona fue capital del boom y cuna de Cien años de soledad, que por cierto Gabo Márquez pidió a su mítica agente Carmen Balcells traducir al catalán en un acto que entonces no era abyecto ni servil, sino gallardo, libérrimo y casi casi realismo mágico en estado puro.
«Al paso que vamos, ‘Alcarràs’ superará a la capital catalana en proyección cultural internacional»
No hizo falta ni esperar a la muerte definitiva de Franco para que en Barcelona explotaran posibilidades de libertad y de creatividad sencillamente impensables ahora, donde, al paso que vamos, Alcarràs superará a la capital catalana en proyección cultural internacional. En algún momento alguien dejó de hacer su trabajo y de considerar importante la cultura catalana en lengua castellana, dejando a los señores feudales nacionalistas imponer que la cultura de Cataluña sólo puede ser en catalán. Y cuanto más sectaria, cateta y complaciente con el poder, mejor. Cualquier escritor, director de teatro, actor, etc, que quiera ganarse la vida pacíficamente en Cataluña, sabe que no le conviene enfrentarse a unas aplastantes maquinarias políticas que, primero, destinan a la cultura una parte pírrica del PIB tanto catalán como barcelonés, segundo, usan esa parte pírrica no para fomentar, sino para controlar. O estabular, para ser exactos.
Resultado: una decadencia cultural pasmosa, que ha arrinconado el otrora vigoroso pulmón latinoamericano de la creación literaria en Cataluña, y dejando sin trabajo o al borde de la inviabilidad a muchos editores, traductores, autores, etc, en lengua castellana, jibarizados en las ferias, subvenciones, premios, etc, sin que a nadie de la oposición o de otras partes de la cultura española se les ocurra ir al rescate. Mientras los independentistas pelean con uñas y dientes para colonizar en catalán Netflix y Disney, pongamos por caso, a nadie se le ocurre algo tan elemental como proponer Barcelona como nuevo rompeolas de la creación audiovisual en español (y en catalán) para todo el mundo.
Yo voy a por todas con mi proyecto de Barcelona. Por eso sé que, tan importante como rescatar el espíritu del Plan Cerdà de las garras de Ada Colau & cia, es rescatar el espíritu de Carmen Balcells. La letra por la sangre entra, se decía en la oscura noche del franquismo, y se practica en la no menos tenebrosa del supremacismo catalán. Que cada día que permanece allá arrellanado en la cúpula de lo políticamente correcto e incontestable, nos castra a todos un poquito más. Se empieza dejando caer cualquiera de las dos lenguas oficiales y propias de Cataluña y se acaba con los okupas metidos en casa a media pensión. Por eso hace falta ir a por un nuevo boom, tan beligerante y desafiante como el que estalló a los pies del franquismo. Ya sabemos lo que hay que hacer y cómo se hace. Todo el mundo lo sabe. Sólo hace falta poner el corazón en ello.