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Pepa Gea

El Gran Circo Tamames

«Un hombre al límite de sus fuerzas, de sus años, que sin pretenderlo se ha convertido en propietario de un espectáculo de malabaristas de la mentira»

Opinión
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El Gran Circo Tamames

Erich Gordon

Lo nunca visto en una pista circense abandona Madrid tras sus dos únicas y variadas funciones. Los mejores clowns de la actualidad, las temibles panteras del puñal constitucional, los feroces leones del cambio climático, los trapecios volantes de un país imaginario, y el mejor y más insólito maestro de ceremonias que jamás haya pisado la mayor pista de España dan el salto a otras tierras lejanas allende la memoria.

Fueron dos días de gloria. Dos jornadas para la historia de este gran hombre bala que pisó la arena disparando balines sin nada que perder, sin miedo a que salieran las fieras, las vedettes y los payasos y le mordieran a degüello que es como hiere la indiferencia.

Ramón entró en el congreso como Barbara Rey en el circo -sabiendo que ese no era su sitio y que de ahí saldría con dolor y vergüenza-. Un hombre al límite de sus fuerzas, de sus años, de nombre Tamames, que sin pretenderlo se ha convertido en propietario de un gran circo. Un espectáculo mundial con acróbatas de la palabra, contorsionistas del «y tú más», equilibristas del salario público, escapistas de escándalos y golfadas, magos de polvos con luces de colores, malabaristas de la mentira, mimos de palabras vacías, titiriteros de esos hilos que mueven con disimulo a ministros, portavoces, secretarios…, tragafuegos y tragasables de lo que sea menester tragar para mantener el puesto y el sueldo, ventrílocuos a mano descubierta de Monchitos que solo gesticulan, y zanqueros, muchos zanqueros con un sin fin de herramientas al servicio de la zancadilla.

«Dos días en los que la carpa se vino abajo con tanto animal amaestrado en defensa de las ideas del partido»

La gradería no pudo con tanto derroche de espectáculo. Dos días en los que la carpa se vino abajo con tanto animal amaestrado en defensa de las ideas del partido, aunque sean equivocadas. Todo un derroche de diversión gracias a sus manadas de elefantes sagrados y esas especies emblemáticas y necesarias para todo circo que se precie. Pero sobre todo, un gigantesco parque zoológico donde, como en la Guerra Civil, ni las fieras son tan malas ni los payasos tan buenos. Mire, paralelismos al margen, que un veterano economista y exdirigente del Partido Comunista Español se haya presentado como candidato de la derecha extrema que profesa Vox a sustituir a Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno, nos dice dos cosas: que ha nacido el Gran Circo Tamames y que a los españoles nos cabe de todo y ya no nos sorprendemos por nada.

Se acabó el show. Se dejan caer las cortinas y todos se preparan para recoger la gran carpa rojiblanca. El maestro de ceremonias no se quiere marchar. Sabe que esta ha sido su última función y llora sus últimos minutos en la pista mirando con condescendencia a la grada. Llora por dentro y por fuera. Se acabaron las oportunidades para hacer ver a todos ellos lo que él, con los años, ha podido comprender: que esto consiste simplemente en vivir y no en imponer. Llora por dentro porque la vida no le da para más y llora por fuera porque su país inevitablemente ha ido a menos. El circo se apaga, los animales se sosiegan. Los forzudos agradecen los servicios. Adiós.

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