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El empresario, especie en extinción

«Los jóvenes no quieren ser autónomos ni empresarios, sino empleados. Pero, sin empresarios, ¿quién los va a emplear?»

Opinión

El empresario, especie en extinción.

  • Catedrático de la Universidad Pompeu Fabra; Affiliated Professor, BSE; Investigador Asociado, FEDEA; Coordinador, Foro Mercado Libre. Expresidente, Society for Institutional & Organizational Economics. Investigación sobre las bases institucionales y culturales de la economía de mercado.

Desde finales de los años 1950, hemos dado algunos pasos para liberalizar la economía. Echamos a andar con el Plan de Estabilización de 1959; seguimos en los años ochenta, con la reconversión industrial y la normalización del sector financiero; y aceleramos en los noventa, al privatizar una parte sustancial del sector público. Tras la crisis de 2008, también hicimos las reformas que nos exigieron nuestros socios europeos para salvarnos de la insolvencia.

Acometimos todos esos cambios sin convicción, casi como mal menor. Por eso, las reformas siempre fueron incompletas, de modo tal que mantuvimos o reintrodujimos enseguida restricciones absurdas, sobre todo en los mercados de trabajo y vivienda, o en el comercio; protegiendo además de la competencia muchas actividades.

Estas limitaciones nos han impedido alcanzar buena parte de los beneficios potenciales de las reformas; pero éstas, aun siendo tímidas, iban en la dirección correcta. Además, favorecían un mayor protagonismo del empresario, cuya figura, en cada uno de esos episodios, incluso adquirió momentáneamente cierto prestigio.

Sucede lo contrario con el actual Gobierno, cuyas políticas suponen una regresión en todos estos terrenos, propiciada por la complacencia de la actual Comisión Europea. Con las excusas de la pandemia y la guerra de Ucrania, sumadas al comodín del cambio climático, el Gobierno de coalición ha logrado reintroducir muchos de los elementos característicos del más rancio franquismo económico.

No sólo ha aumentado el gasto y la deuda pública hasta niveles insólitos, que, de no estar en el Euro, hubieran multiplicado aún más la inflación y provocado varias devaluaciones. También ha reforzado el intervencionismo político en todo tipo de materias, y sin control alguno.

«El Gobierno culpa ahora a autónomos y empresarios de los malos resultados que producen sus propias políticas»

Pensemos en la discrecionalidad con la que el Gobierno decide sobre esos nuevos «circuitos privilegiados de financiación» que constituyen los fondos europeos; en su manipulación electoralista de los precios de la energía, los tipos del IVA o las tarifas de los transportes públicos; en la invención de nuevos impuestos, alguno de ellos de más que dudosa constitucionalidad; en la erosión radical de los procesos de selección para acceder y ascender en la función pública; o en la derogación, formalmente temporal, pero de hecho indefinida, de cláusulas contractuales tan fundamentales como las relativas a la actualización de los alquileres o el impago de préstamos.

Ante la proximidad de las elecciones y a pesar de este renovado protagonismo discrecional del estado en la economía, el Gobierno culpa ahora a autónomos y empresarios de los malos resultados que producen sus propias políticas. Para el Gobierno, son ellos los responsables de la inflación, como si el desaforado gasto público y la expansión monetaria que lo financia no tuvieran nada que ver. Son también los supuestos culpables de que las empresas huyan al extranjero, como hemos visto con Ferrovial.

Autónomos y empresarios sólo le resultan útiles al Gobierno como chivos expiatorios, apelando a la envidia; y como excusa para crear burocracias de dudosa utilidad. Con este último fin, los utiliza dos veces. Primero, para vigilarlos y ordeñarlos, haciéndoles la vida imposible. Después, para reinventarlos con subvenciones a amiguetes y cursilerías semánticas como «emprendedor», «social», «circular», «sistémico», «sostenible» o «inclusivo». Por ejemplo, la Presidencia del Gobierno contó desde enero de 2020 hasta el pasado 14 de febrero con un «Alto Comisionado para España Nación Emprendedora» que sólo sirvió para impulsar una ley de startups peor que deficiente. Sus sucesores están ahora entretenidos en constituir sociedades mercantiles en unas pocas horas, como si ese fuera el problema y no pudieran adquirirse ya preconstituidas.

Con tales antecedentes, no debe sorprendernos que, según el Eurobarómetro, el 74% de los jóvenes españoles prefieran ser empleados, frente a un promedio europeo del 55%; y que el 48% rechacen la idea de ser empresarios, frente al 29% de nuestros vecinos.

Estas preferencias invitan a preguntarse quién les ofrecerá esos empleos a los que aspiran. No es casualidad que haya crecido tanto el empleo público (un 8,33% en los últimos ocho años) a la vez que ha caído el empleo privado. Según Eurostat, y pese a que nuestras tasas de actividad y empleo son muy inferiores, ya tenemos un 15,58 % de empleados públicos. Entre países comparables, esta cifra es aún inferior a la de Francia (21,23%) pero ya tenemos más funcionarios que Alemania (10,63%), Países Bajos (11,71% ) o incluso Italia (13,21%). Además, en España han aumentado desde 2000, mientras que en esos países han descendido de forma notable.

Tal parece que, a nuestra crónica desproporción entre pensionistas y ocupados (agravada por la reciente subida de cotizaciones sociales), el aumento del empleo público añade otro círculo vicioso dentro de los ocupados. Cada vez habrá más personas cobrando sueldos y pensiones del estado; pero cada vez serán menos quienes trabajen en el sector privado para pagárselos, pues no habrá empresarios dispuestos a emplearlos.

6 comentarios
  1. Psilvia

    Buen análisis de la situación, Benito. Leyéndole, he recordado los famosos créditos ICO en la pandemia que se ofrecieron a los autónomos y Pymes de este país para «compensar» el cierre de sus negocios, cuando lo único que se les facilitaba era una moratoria o aplazamiento de lo prestado, más los intereses. Muchos de ellos se animaron a optar por esa línea de financiación que teóricamente concedían las entidades bancarias con el aval del ICO en un 80% en caso de no poder hacer frente a los pagos.
    Pues bien, la subida estratosférica de los costes de producción, especialmente de la energía, las subidas de las cotizaciones, los salarios y los tipos se han conjurado para no poder hacer frente a esos pagos. Y ahora hay muchos que se encuentran con que deben devolver a los bancos esos créditos al 100% y no el 20% como pensaban. El ICO se lava las manos y lo que avala es la tesis del banco. Así que, los incentivos para los autónomos y las Pymes son nulos. Lo que unido al invierno demográfico que padecemos , pronto los convertirá en una especie en extinción.

  2. danif

    Hay que tener en cuenta que la actual “tranquilidad social” obedece, principalmente, a que se está cubriendo el exceso de gasto social sobre los ingresos públicos con crédito exterior, pero esto tiene un límite, un coste y un fin, como lo están señalando todos los economistas e instituciones más solventes.
    La pérdida de soberanía por otra gran crisis como la de Zapatero, nos obligará a reducir los costes del sistema público ( lo que cuando gestionan “ los otros” se llama austericidio)
    Es previsible que, cuando llegue la hora del ajuste de gastos y la gente vea cómo se le reduce otra vez su renta y su futuro, la reacción social provoque una época de convulsión política y de cambios importantes. Su patria no se lo va a perdonar ni a él ni a los medios que le han apoyado tan » ciegamente» . Me queda una duda , entonces¿ por qué está tan empeñado ( parece que le vaya la vida) en gestionar el previsible “ austericidio?

  3. danif

    El problema es que nuestro estado es insostenible y durante este período, su deficiente gestión, nos llevará a una gran crisis económica sobre todos, de cualquier ideología, edad o sexo.
    Sánchez ha agravado el problema por su política económica dirigida más a engrandecer el estado clientelar en su propio beneficio, no el de sus compatriotas, que a ampliar la dimensión y competitividad del sector productivo del que depende la renta y el trabajo de los ciudadanos, la inflación , hacer sostenible el estado del bienestar y el sistema de pensiones y la solvencia financiera de su patria.

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