Anaïs Nin y el culto al inconsciente
«El suicidio es la muerte natural del suicida, el autosabotaje es la muerte literaria del que desperdicia su visión de las cosas»
El pensamiento subjetivo es la última, más moderna y más sugestiva forma de expresar el mundo. Hay quien prefiere comunicar como Fukuyama, con estadísticas y razonamientos puntuales, pero tarde o temprano se verá superado por la máquina. El escritor literario se atiene a la sabiduría del pensamiento subjetivo, que es la definitiva. «Creo que la literatura, tal y como la hemos conocido, va a morir», anotó Anaïs Nin en su diario. Sin embargo estos diarios, que suman más de quince mil páginas, inauguran el método revolucionario, definitivo, para superar a la máquina, junto con la escritura de Baudelaire, Rimbaud, Proust…
«Vamos ahora a la Luna —ha escrito Anaïs Nin—. En realidad, no está tan lejos. El hombre puede ir muchísimo más lejos sin salir de sí mismo». El diario es un viaje hacia la primacía del inconsciente, el culto del misterio, la huida de la ‘falsa lógica’. Su lectura nos enseña que debemos cultivar el inconsciente tal como lo proclamó Rimbaud, que según Anais, «no es un rasgo de locura sino un esfuerzo por trascender la rigidez y los esquematismos creados por la mente racional».
«En medio de una crisis, el escritor a menudo se revela contra su propia subjetividad»
¿Habría llegado a esta conclusión mediante una pequeña crisis literaria? En efecto, pero June Miller la rescata del autosabotaje. En medio de una crisis, el escritor a menudo se revela contra su propia subjetividad. El contraste con la realidad objetivada nos hace renegar de los mundos sublimes, descartamos el sentimentalismo tan pasado de moda. A menudo creemos que el hermetismo o la lucidez de las ciencias sociales son una prueba de superioridad intelectual. Pero el exceso del análisis ‘objetivo’, propio de estas ciencias violenta las apreciaciones sublimes.
«¡Todo es cultural!», proclaman los adoradores de Fukuyama. Hoy la cultura es la charca y una farsa bamboleante, levantada sobre el más estremecedor vacío. En consecuencia, no hay ninguna necesidad de elevarse para acercarse. Pero la Inteligencia Artificial no puede imitar o reproducir la subjetividad propia. Solamente existe el sentido que nosotros demos a nuestra vida, y es un sentido individual, una historia individual, como una novela personal. Nuestra cultura se hace en tanto que vamos subjetivando nuestro mundo, y este es el límite de la máquina. Un robot podría imitar a Proust, porque esa subjetividad ya ha quedado registrada, como un instrumento óptico, pero no puede crear una propia.
Destruir el pensamiento subjetivo no es más que un autosabotaje, y más en la era de la máquina. El suicidio es la muerte natural del suicida, el autosabotaje es la muerte literaria del que desperdicia su visión de las cosas. En el fondo, quizás no existe una verdadera distinción entre lo real y lo irreal y todas las cosas aparecen tal y como son en virtud de los frágiles sentidos mediante los que las percibimos. Pero, como decía Lovecraft, «nuestro prosaico materialismo tacha de locuras a los destellos de clarividencia que traspasan el vulgar velo del empirismo chabacano».