Sánchez necesita Barcelona
«La gente de orden parece volver a la costumbre, previa al ‘procés’, de repartir papeletas entre el socialismo moderado y el nacionalismo pactista convergente»
No podemos ni sumamos ni nos gusta el mismo socialismo. Tampoco somos más valientes que otros ni ciudadanos que salen a votar en masa o populares convencidos de la misma idea de España. No estamos juntos por el nacionalismo ni por la imaginaria independencia. Cataluña está dividida, fragmentada desde el primer sondeo. Venga preguntar y preguntar para acabar resultando que los candidatos sólo suben o bajan un escaño. Por un puñado de votos se gana la Ciudad Condal. Y Pedro Sánchez necesita Barcelona més que mai (más que nunca) para sacar pecho e ir, reforzado, a las generales de diciembre.
Mudan cada día los sondeos, pero poco. Más que resultados electorales, parecen quinielas. La equis es el signo predominante. Lo de Barcelona es de libro, pero solo leen sus páginas politólogos y militantes. Si hace sol y aprieta el calor, el próximo 28 de mayo una buena parte de la población -harta de procesos y partidismos- saldrá disparada hacia las playas. El miedo o el hartazgo quizás ayude a que algunos se queden, aunque el voto en contra, el voto útil y la abstención serán esenciales en el desenlace.
La media de todas las encuestas (las realizadas hasta ahora) da un triple empate a 10 escaños para Jaume Collboni (PSC), Xavier Trías (Junts) y Ada Colau (BEC). La mayoría es de 21. El gráfico de colorines con los ediles está tan igualado que no se distingue ganador. Sin embargo, algunos últimos sondeos y previsiones señalan que el candidato socialista ha conseguido descolgarse del pelotón: Collboni consiguiría 11 representantes, un edil más que el nacionalista Trías. La actual alcaldesa se cae del pódium, bajando hasta ocho diputados. Empata con Ernest Maragall, el ceñudo candidato de Esquerra.
«La historia reciente nos indica que el socialismo está más cerca de quienes pactan con el Gobierno de España»
Así las cosas, Collboni debería -como candidato con más votos y escaños- recuperar la alcaldía de la Plaza Sant Jaume tras 12 años de ausencia socialista. Eso, además, ofrecería a Pedro Sánchez una historia con claro final feliz que ni Madrid ni Valencia (con previsibles mayorías para la derecha) están dispuestas a darle.
Otra cosa es con quién pactará el socialismo catalán. ¿Será un nuevo Tripartito (PSC, BenComú y los independentistas de ERC) o un pacto conservador (PSC y los independentistas de Junts)? Ambas opciones siguen abiertas, aunque la historia reciente nos indica que el socialismo está más cerca de quienes pactan con el Gobierno de España. No obstante, las conversaciones se suceden. Xavier Trías, un exconvergente que no asusta a los ciudadanos a pesar de sus veleidades procesistas, ya dijo que si Collboni gana, le apoyará, pero no a Ada Colau.
La Gent d’Ordre (la gente de orden) parece querer volver a la vieja costumbre, previa al larguísimo procés, de repartir papeletas entre el socialismo moderado y el nacionalismo pactista convergente. Mi madre, una señora muy catalana, a la vez que pragmática, votó durante décadas a Pasqual Maragall, para el Ayuntamiento, y a Jordi Pujol, para la Generalitat. Esos catalanistas conservadores, la burguesía vieja y nueva, también los socialdemócratas de centro y centro-izquierda, tienen hoy un objetivo principal que no ocultan: sacar a Colau de la alcaldía.
Ciudadanos ha dejado de ser visto como voto útil, no consigue el 5% que se necesita para entrar en la Plaza Sant Jaume. El PP aspira a ganar al menos un escaño, pasando a tres ediles. Los cuatro que, según dicen, puede conseguir Daniel Sirera, su actual líder en Cataluña, se merecería un brindis.
Al electorado activista joven y a una parte de los nuevos comunistas -esas extrañas avis- les gusta la sonrisa y el buen talante de Yolanda Díaz, que se abraza a la alcaldesa barcelonesa en todas las ocasiones que puede. ¿Será suficiente para mantener a Colau? Parece que no. Y eso, precisamente, explica la bajada del voto podemita de los Comunes, aunque no la hecatombe con la que algunos sueñan. Los fieles ecologistas, anticapitalistas y anti desahucios apoyan a su alcaldesa, pero no suman para reeditar el bastón de mando.
Mientras, las familias que quieren que sus hijos puedan estudiar algo de castellano en las escuelas, como si fuera una lengua oficial y no extranjera, y otros muchos votantes hartos del inútil camino hacia la independencia o del silencio del constitucionalismo, no encuentran líder. Son carne de abstención o de Vox, que, si no hay sorpresas, se quedará fuera del consistorio.
«Las elecciones de mayo parecen primarias de las generales»
Llevan años políticos y expertos diciendo que las municipales o autonómicas no pueden leerse en clave nacional. Pues las que vienen en mayo parecen primarias de las generales. Pedro Sánchez tiene la agenda llena de bolos municipales, autonómicos, nacionales e internacionales, de Doñana a Washington. Los años de poder y los pactos con el independentismo le pasan factura en algunos territorios, por lo que anda esquivando abucheos y obviando fracasos cantados.
Alberto Feijóo, por su parte, va de feria en feria, sonriendo, decidido a no entrar al trapo de Sánchez, presumiendo de español que puede ser gallego y entender a los catalanistas. En las últimas visitas a Cataluña hasta se ha atrevido a calificar al principado de «nacionalidad», un tipo de federalismo conservador que no deja de molestar a algunos sectores del PP.
Los vistosos desplazamientos de los líderes del antiguo bipartidismo, su asistencia a actos populares, no alterarán en gran medida los resultados de mayo. En la recta final los líderes nacionales buscan un discurso para el día después. Ganar en las grandes capitales y autonomías es esencial. Feijóo ya tiene, o eso cree, Madrid y Valencia. Sánchez necesita triunfos. Necesita Barcelona.