THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Sanchismo disimulado

«Si el centrismo supone, desde la equidistancia y la superioridad moral, hacer buena una parte del sanchismo se equivoca. Pasó su tiempo o lo malgastaron»

Opinión
12 comentarios
Sanchismo disimulado

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Cabalar (EFE)

La antigua generación de nuevos talentos centristas se ha quedado en tierra de nadie. Ha ocurrido muchas veces en la historia. No es preciso alarmarse. Se les hizo creer que poseían la verdad y la virtud frente a «los viejos», y que, con una claridad intelectual sin igual, venían a salvarnos. El fenómeno está muy estudiado porque la vida política europea de los últimos doscientos años está llena de mesías y profetas efímeros. 

Lo digo porque Begoña Villacís, último reducto de Ciudadanos, se presenta a las elecciones municipales madrileñas diciendo que su socio de Gobierno, el PP de Almeida, es como Vox. «Votar PP es votar a Vox», ha dicho después de cuatro años de compartir el poder con la mímesis del «ultraderechismo». A esto añadía: «Y votar PSOE es votar Podemos». Ya. Entonces pactar con el PSOE mociones de censura en Madrid y Murcia debe ser abrazarse a Podemos, tal y como hizo Cs al votar a favor de la ley de Irene Montero. 

Detrás de la boutade centrista de Villacís hay un sórdido cálculo electoral. Cs sabe que su votante ha decidido que el partido está muerto, y que, entre la abstención y participar, se va mayoritariamente al PP. Conoce también que ese elector repudia a Vox, compendio, a su entender, de las ideas y maneras dignas de cancelación. La manera de retenerlo es decir que si votan al PP lo estarán haciendo directamente al partido de Abascal. Es tan básico que da pena. Supone un insulto tal a la inteligencia de los votantes que no merece ni atención.

«El llamado ‘centro’ exige no estar con unos ni con otros, sino reconvenir a ambos»

La rebaba de este centrismo acomodaticio está en la aceptación de parte del sanchismo, aunque no se sepa cuál. El punto geométrico llamado «centro» exige no estar con unos ni con otros, sino en reconvenir a ambos. Esto encaja muy bien con esa generación de virtuosos que llegó a la política para arreglar todo lo que «los viejos» habían estropeado. Tenían que regañar y corregir o no eran nada. Sin embargo, hay una diferencia esencial (y pasmosa) entre el compromiso cívico y el mesianismo. 

La coherencia es vital en política, aquí y fuera. El proyecto del PP se fragua ahora desde la oposición, como es lógico, y su máxima aspiración es reunir a todos los que están contra las medidas y formas del Gobierno sanchista. Esto es perfectamente legítimo, e incluso inteligente. Permanecer en el karma kantiano de la búsqueda de la perfección es no comprender la realidad de la vida política. 

Voy con un ejemplo. El Partido Demócrata de Biden se presentó a las elecciones como un proyecto anti-Trump. Era necesario, según pensaban, sacar de la vida política a un personaje populista, ególatra y engreído, con una tendencia autoritaria evidente, que forjó su mandato en la polarización política y social. La mayoría de norteamericanos pensó que hay momentos en la historia en los que es obligatorio, si se aman las libertades y la democracia, taparse la nariz y votar a quien puede sacar del poder a un personaje tóxico. Y si Biden falla se lo quitarán de enmedio recurriendo a las urnas, como es natural. 

«No es posible rescatar algo del sanchismo porque sus medidas están pensadas para el enfrentamiento»

Regresando a España, el antisanchismo consiste en priorizar la derrota electoral de Sánchez por sus formas, las medidas que decreta, sus aliados, y las consecuencias de sus actos y palabras. Cuando un Gobierno coloniza el Estado para tergiversar la democracia y empobrecer por generaciones a un país, o es autoritario y polarizador, lo inmediato es llevarlo a la oposición. Si un partido que aspira a gobernar, como el PP, desatiende un sentir mayoritario como es el poner punto final a la etapa monclovita del PSOE, está traicionando la esencia de un gobierno representativo, tal y como escribió Bernard Manin. 

No es posible rescatar algo del sanchismo porque sus medidas están pensadas para el enfrentamiento, no para la conciliación. No hay más que escuchar a Patxi López despreciar al PP tras su voto a la reforma de la ley del solo sí es sí. Así es el sanchismo: leyes ideológicas que crean más problemas de los que arreglan, polarización y maneras autoritarias. Es el Gobierno por decreto que hurta los debates parlamentarios y violenta las sesiones de control. ¿Y qué decir del sanchismo respecto a los nacionalismos rupturistas? ¿O es que hay alguna duda de que harán Lehendakari a Otegi? ¿O de que abrirán la puerta a un referéndum pactado en Cataluña, tal y como exige ERC? ¿O de que permite leyes educativas que marginan al español? 

Si el centrismo supone, desde la equidistancia y la superioridad moral, hacer buena una parte del sanchismo creo que sus defensores se equivocan. O peor. Es posible que hayan envejecido antes de tiempo, porque, al decir de las encuestas, los jóvenes entre 18 y 24 años se deciden por el PP, no por Cs. Quizá pasó su tiempo, o lo malgastaron. 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D