THE OBJECTIVE
José Rosiñol

Aunque el comunista se vista de seda…

«Basta repasar las propuestas de la que Sánchez cree que es su marca blanca, esto es, Sumar, para darse cuenta de que es una operación neocomunista de libro»

Opinión
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Aunque el comunista se vista de seda…

Vladimir Lenin, Iosef Stalin y Yolanda Díaz.

No estamos en la Rusia zarista, ya no existe una sociedad servil y sometida a vejaciones y hambrunas. Tampoco estamos en la Manchester decimonónica con una clase trabajadora con niveles de vida paupérrimos. David Ricardo pasó a mejor vida, sus ideas y su «ley de hierro de los salarios» hace mucho tiempo que quedaron en el cajón de la historia. El Estado ya no es mínimo, es máximo, es plúmbeo, está en (casi) todas partes. Cualquier comunista de principios del siglo XX quedaría extasiado con la capacidad y el tamaño de este Leviatán sin freno surgido de la Segunda Guerra Mundial.

Que no nos cuenten cuentos, esta izquierda trasnochada, esta izquierda nostálgica y revanchista que añora las clases para poder justificar su lucha de clases, quiere imponer una visión de nuestra sociedad que solo existe en su mente y en su mentalidad polarizadora. La inflación del Estado del bienestar junto a la hipertrofia de todos aquellos que viven y medran del erario nos está empujando a una situación sin salida. Podemos llegar al momento en el que la voracidad pública acabe con la capacidad de crear riqueza. Es lo que decía Hayek respecto a la Securitate rumana: si todo el mundo trabaja para la Securitate ¿quién trabaja para poder pagar a la Securitate?

Cabría preguntarse el porqué de esa obsesión por aumentar constantemente el tamaño del Estado, por la hiperregulación, por la imposición de su moral, por la destrucción de las normas, por la persecución de la libertad del individuo, por la polarización social, por la estigmatización de la diferencia. En verdad, nada nuevo bajo el sol, el comunismo, huérfano de las directrices del politburó soviético, ha mutado en sus formas, pero no en sus objetivos, han cambiado sus estrategias, pero siguen persiguiendo un sueño en forma de fatalidad que, en verdad, crea monstruos. Los monstruos los conocemos, muchos millones de personas lo sufrieron (y algunos de ellos siguen sufriéndolo).

«Lamentablemente, las narrativas y estrategias populistas han permeado en todas las fuerzas política de izquierda»

La mutación de la izquierda, partiendo de su orfandad ideológica y estratégica desde la desaparición de la URSS, como decía, se ha basado en las formas, no en el fondo. Si los partidos comunistas, en los años sesenta y setenta, debatían si la mejor forma de alcanzar el poder (para retenerlo para siempre) era utilizando las propias instituciones democráticas o bien mediante procesos revolucionarios, ahora únicamente han colocado una pieza inicial en ese proceso de toma del poder: el populismo.

Populismo que se descompone en operaciones de desinformación, señalamiento del contrario, la creación de una alteridad, de un chivo expiatorio, la generación de una narrativa polarizadora y, muy probablemente, escenarios de enfrentamiento civil de distintas intensidades. Todo ello, trufado con propuestas políticas rocambolescas e imposibles para crear una sensación de posibilidad para todas aquellas capas de población vulnerables social y económicamente. Lamentablemente, este tipo de narrativas y estrategias han permeado en todas aquellas fuerzas políticas de izquierda, incluyendo las que se denominaban socialdemócratas, porque, efectivamente, son muy rentables electoralmente hablando. Las consecuencias de la polarización y la cosificación del contrario parecen no interesar a nadie.

Solo habría que hacer un repaso de las propuestas de la que nuestro presidente Sánchez cree que es su marca blanca, esto es, de eso llamado Sumar, para darse cuenta de que es una operación neocomunista de libro. Naturalmente con la connivencia y colaboración de Pedro Sánchez y su obsesivo tacticismo. Esta izquierda ha puesto en la picota al empresariado en general y a las grandes empresas en particular. Pretenden dividir a la sociedad entre un ellos y nosotros. Ya solo falta que sigan los eslóganes del separatismo catalán y empiecen a gritar algo así como «los empresarios nos roban».

«Serán los funcionarios los que te digan lo que debes consumir, cómo debes vivir, cómo debes amar…»

Fijémonos en el lenguaje que utilizan, hablan de «democracia económica» que, básicamente, será el Estado el que decida qué son beneficios legítimos y qué no lo son, quién puede operar fuera del país y quién no. Es el papá Estado el que decide el precio de los alquileres, de los productos, de los servicios. Serán los funcionarios los que te digan lo que debes consumir, cómo debes vivir, cómo debes amar… Cuánto me suena a otras democracias del pasado, esas democracias semánticas que se reducía al nombre, como la muy democrática República Democrática Alemana.

Y como aderezo populista y, como no, estrategia para lograr una base clientelar de votantes, reparto de subsidios, incluida una «herencia universal» de 20.000 euros para todos aquellos que cumplan 18 años…naturalmente pagado por los «ricos», esos insolidarios que solo se dedican a hacer empresas, traer talento y crear empleo. Y, por supuesto, la inmigración, toda regularizada y con derecho a voto…

Por todo lo dicho hasta aquí, solo lanzar una advertencia, el comunismo, una vez en el poder hará todo lo posible y utilizará toda la maquinaria pública en sus manos, para perpetuarse. Ya lo hemos visto, la historia así nos lo dice. Después no nos rasguemos las vestiduras, el que se cree las mentiras sabiendo que son mentira y no hace nada al respecto, será culpable de la desaparición de la democracia tal y como la conocemos. Así que las sonrisas, el postureo, la cercanía o el glamour no te confundan, un comunista es comunista, se vista como se vista.

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