El fin del mérito en la ciencia
«Mérito y crítica han construido el mundo moderno. La identidad y la autocensura lo están destruyendo»
Un destacado grupo de veintinueve científicos de primera línea en las áreas clave (ciencia, tecnología, medicina, ingeniería y matemáticas), y que incluye dos Premios Nobel, acaba de publicar un ensayo académico denunciando cómo el mérito estaba siendo desplazado por la ideología de la identidad y los temas de la agenda social en el área de investigación científica. Y alertaba de los enormes riesgos que esto podría ocasionar en la economía, la salud y prosperidad del mundo.
Esta señal de alarma en el mundo de la ciencia sería en el mundo de las humanidades un epitafio: la polilla ya se apoderó de las estanterías. La reciente censura post mortem de las obras de Roald Dahl o Ian Flemming son sólo la punta de lanza de un vasto movimiento de impostura revisionista que amenaza la transmisión de la cultura clásica en una doble vertiente: por un lado, imponiendo estos frágiles valores del presente a la comprensión y estudio de las obras del pasado; por el otro, centrando los esfuerzos de investigación y docencia sólo en los temas que refuerzan estos prejuicios iliberales. El resultado es desolador. No hay autor ni obra que se salve de ser calificado de colonialista, heteropatriarcal, esclavista, machista, blanca y privilegiada, transfóbica, etcétera. Ya no hay objeto, solo sujeto. Ya no hay mérito personal, talento, belleza, solo circunstancia. Los fanatismos de la identidad han triunfado.
«La ciencia no está blindada como se creía. La locura es contagiosa»
La ciencia, sustentada en la búsqueda de la verdad objetiva y en un método inapelable, que incorpora la crítica y sus refutaciones para avanzar, como signó Popper, parecía estar al margen de este delirio. Sus resultados tienen un impacto real en el mundo y son inapelables. El paciente se cura o se muere, el avión vuela o se estrella. Sin embargo, los autores de este trabajo, cuya glosa han publicado con enorme impacto en el Wall Street Journal, señalan que no es así. La ciencia no está blindada como se creía. La locura es contagiosa.
Ahora los principales trabajos de investigación científica no están centrados en la naturaleza de las cosas, sino en la condición identitaria de quien las investiga. La mancha de humedad ocupa ya todo el techo. Las consecuencias pueden ser catastróficas. Literalmente, de vida o muerte. La inoperancia científica durante la pandemia del covid, sobre todo en las grandes instituciones burocráticas, como la Organización Mundial de la Salud, causó mucho dolor innecesario. Y abrió la puerta a la interferencia de los políticos e ideólogos y su afán de vigilar y controlar.
La investigación parte de una reflexión básica: el mérito es uno de los pilares del mundo liberal. Frente a la inmutabilidad de las identidades y la azarosa distribución de la riqueza, el mérito es objetivo y voluntario, parte del individuo, y no depende más que de sí mismo. Sin el mérito, seguiríamos atados al feudalismo, de comportamientos estancos: uno nacía dentro de una clase social y no podía moverse de ella, más allá de su acciones o talentos. Lo mismo que las castas en la India.
El mérito necesita de la crítica honesta, que señale sin miedo cualquier impostura o fraude. Usted no es autor, es plagiario; usted no es doctor, contrató su tesis. También requiere que los certámenes, oposiciones, concursos, becas, proyectos de investigación, ingresos a academias y otros honores se basen genuina y objetivamente en el mérito individual y no en el compadrazgo, la riqueza o la impostura. Mérito y crítica han construido el mundo moderno. La identidad y la autocensura lo están destruyendo.
La gran paradoja es que este trabajo que denuncia la implosión de la agenda de la identidad en el mundo científico, pese a ser revisado por pares, tener todas las pruebas documentadas y el aparto crítico necesario, no pudo ser publicado en ningún medio académico serio ni en ninguna revista científica de impacto, capturados por esta nueva peste. Y tuvo que ser publicado en el Journal of Controversial Ideas del polémico filósofo animalista Peter Singer. Esta es la última prueba de que lo que se evidencia es más grave de lo que se piensa. La ley del silencio ha llegado a la ciencia.
Como teme Sir Walter Bodmer, profesor de genética y oncología en la Universidad de Oxford: «Esas actitudes amenazan la base de los avances científicos, de los que depende nuestra prosperidad actual y futura, y que a su vez dependen del reconocimiento del mérito imparcial tanto en la ciencia como en los científicos». Con la reserva que impone la educación inglesa, el científico espera que su artículo sea «una llamada de atención» sobre los peligros de esta posmodernidad infiltrada en el territorio inviolable de lo empírico. Yo no soy tan optimista.