Cobro en negro, gracias
«Hay cientos de miles de personas en España que trabajan en negro. Pero no lo hacen por gusto, sino porque se les ha prohibido competir en el mercado laboral»
Pañales, biberones, leche de fórmula, los baños, la silla del coche, la silla de paseo, las noches sin dormir… los que tengan hijos entenderán perfectamente a lo que me estoy refiriendo. Yo tengo tres de edades muy variopintas, así que lo mismo tengo partido de fútbol de uno, que de baloncesto de otro o la lectura de El pollo Pepe para el más pequeño. Tienen ese rango de edad en el que con uno te peleas para que haga los deberes, con otro porque quiere llegar más tarde a casa cuando sale con los amigos mientras al pequeño le está saliendo el primer diente. En nuestra casa es imposible aburrirse.
Mi madre dice que yo, de pequeño, era muy mal comedor. Todos sabemos que cuando un niño no come bien las cosas son mucho más complicadas y ahora, el karma, me lo ha devuelto en todo su esplendor. El problema fundamental de que un niño no coma bien es que no gana peso. Esto, que no es un riesgo importante en países como el nuestro, ocasionaría que mi hijo (con gran probabilidad) no saliera adelante en otros países menos afortunados. Aun así, todos los médicos que hemos visitado nos han aconsejado que no lleváramos al niño a la guardería hasta que la cosa se estabilizara. Y esto es fácil decirlo, pero más difícil hacerlo.
Tras agotar los permisos pertinentes y todas las vacaciones que te quedan, llega el momento de tomar una decisión. El niño no debe ir a la guardería, pero nosotros tenemos que trabajar y alguien nos tiene que ayudar. Alguien se tiene que hacer cargo de él mientras trabajamos. Así que buscamos en empresas que ofrecen estos servicios disponiéndonos a hacer entrevistas a varias personas. Y aquí es cuando empieza el esperpento.
«Topamos con la realidad del mercado laboral en España. Gente cobrando el paro o ayudas sociales que trabaja en negro»
Entrevistamos a más de diez chicas (todas son chicas, pero para este tipo de actividades no parece que haya planes de igualdad). Algunas de ellas cumplían nuestras expectativas y, cuando llegamos a la parte de los detalles económicos, no me podía creer lo que estaba viendo. Todas ellas, salvo una, rechazaban de plano que las dieras de alta en la Seguridad Social. ¡Ninguna quería! Las casuísticas eran varias, algunas de ellas no tenían papeles para trabajar en España. Otro grupo numeroso lo formaban las que no querían ser dadas de alta porque ya estaban cobrando otros sueldos que temían perder. Alguna de ellas cobraba el Ingreso Mínimo Vital, otras estaban cobrando la prestación por desempleo, una cobraba otro tipo de pensión que no recuerdo, pero que perdería si tenía otra fuente de ingresos. En definitiva, habíamos topado con la realidad del mercado laboral en España. Gente cobrando el paro que trabaja en negro, gente cobrando ayudas sociales que trabaja en negro y gente que prefiere vivir al margen del sistema fiscal real, mientras el resto pagamos la fiesta.
Esto nos lleva a la única chica que no tenía problemas en ser dada de alta en la Seguridad Social. Una chica que acababa de terminar sus estudios de educación infantil y tenía pensado opositar. El trabajo le venía de perlas porque es solo de mañana y podía estudiar por las tardes. Sin experiencia alguna con bebés, había hecho unas prácticas en una guardería, pero con niños más mayores. Como no teníamos otra alternativa, estábamos dispuestos a contratarla y llegaba el momento de hacer los números. Por un trabajo de seis horas diarias de lunes a viernes, el salario mínimo es de 1.064,7 euros y el alta en la seguridad social de 291,77 euros, haciendo un total de 1.355,77 euros. Además, tienes que redactar tú un contrato laboral, hacer las nóminas mensuales así como las gestiones de darla de alta en la Seguridad Social (o bien pagar a una gestoría para que te lo haga).
Alguien nos habló entonces de una empresa que ofrece el servicio que estábamos buscando, pero con personal especializado para atender a niños menores de un año y que, además, son enfermeras. Sería, sin duda, mucho más caro, pero decidimos ver qué ofrecían. Vino una chica que, en cuanto llevaba un minuto en casa, ya sabíamos que teníamos delante la solución a nuestros problemas. Veinte años de experiencia, formación para trabajar con neonatos, voluntariado en orfanatos de Asia… Lo que me lleva al verdadero punto que les quería comentar en este artículo: las leyes de salario mínimo en España son una máquina de generar economía sumergida.
Te encuentras ante la tesitura de contratar a una persona que no tiene ninguna experiencia, lo cual te va a costar 11,2 euros/hora y encima tener que hacerte cargo de los trámites burocráticos (que te van a costar tiempo y un precio de gestoría de 1 euro/hora prorrateado). La alternativa consiste en pagar 13,5 euro/hora y contratar a una persona con 20 años de experiencia, especialista en bebés y que, además, es enfermera. Por si fuera poco, no la contratas a ella, sino que haces un contrato con una empresa que te ahorra todos los trámites administrativos y que, en caso necesario, puede reemplazar a la chica por otra con formación y habilidades similares de manera inmediata.
«Subir el salario mínimo perjudica de un modo más grave a los que buscan su primer empleo o tienen baja cualificación»
Esto nos lleva al meollo del asunto ¿Cómo va a competir la primera chica con la segunda? Es imposible, la primera chica no va a trabajar jamás, nadie la va a contratar nunca (únicamente lo harán en negro, sin dar de alta y pagándole menos del salario mínimo establecido por la legislación). Subir el salario mínimo perjudica de un modo más grave, precisamente, a los que buscan su primer empleo o tienen baja cualificación. Los que no tienen experiencia tienen muy difícil competir con gente que sí la tiene y su única forma de hacerlo sería competir en precios. Pero el Estado les ha prohibido esa vía, por lo que les deja fuera del mercado laboral. El problema de subir el salario mínimo es que el resto de salarios no suben de igual modo y acabas teniendo situaciones como ésta en la que, para cuidar de un bebé, casi te cuesta lo mismo contratar a una enfermera especializada en bebés que a una chica que no ha visto un bebé de cerca en su vida.
Ustedes podrán decir que el problema no es que la primera chica sea cara, es que la segunda es muy barata (no olviden que son seis horas al día). Bien, la segunda cobra un precio de mercado fijado en libre competencia entre las empresas que se dedican a esto. El primero es un precio artificialmente inflado por leyes que ignoran la realidad del mercado laboral. Podrían también argumentar que debería subirse por ley el salario de la segunda chica, pero eso, por extensión lógica, nos llevaría a subir los salarios de todo el mundo y únicamente habríamos generado inflación. Además, tu nivel salarial lo determina tu productividad, no el BOE. Tratar de arreglar eso mediante la intervención estatal únicamente lleva al fracaso, como les estoy relatando.
En mi estadística particular, el 90% de las aspirantes al puesto de trabajo exigían trabajar en negro. La realidad es que hay cientos de miles de personas en España (como poco) en una situación similar. Pero no lo hacen por gusto, lo hacen porque no pueden competir, porque se les ha prohibido competir. Esto es un fracaso de nuestro sistema laboral. La intervención de cualquier mercado genera economía sumergida. Cuanto mayor sea la intervención, mayor será el nivel de economía sumergida en ese mercado. Y el laboral es un mercado como otro cualquiera.
Cuando vuelvan a ver en las noticias que en España hay tres millones de parados ya saben ustedes que es falso. Hay tres millones de personas apuntadas al paro, pero muchos de ellos están trabajando. En negro y sin pagar impuestos. Y lo peor de todo es que les están condenando a trabajar en negro, precisamente, esas leyes que se supone que venían a protegerles.