Por qué es usted azorinista y no lo sabe
«La prosa de Azorín es la base sobre la que se construyen las narrativas de los que sí tenemos en mente como los escritores más influyentes del siglo XX»
La noche ha cubierto la ciudad, ha vaciado las calles y ha silenciado las viviendas. Durante todo el capítulo, el lector puede contemplar esa oscuridad espesándose frente a él, como una especie de cuadro impresionista, un friso enorme donde la ciudad se descubre como un manto negro y tenebroso. De pronto, en algún lugar de esa pintura, los rasgos de una ventana se perciben con mayor claridad. Al contrario que las ventanas y puertas cercanas, en esta se pueden apreciar con cierta nitidez sus marcos, sus pestillos, y aun algo de presencia en su interior. El motivo por el cual este punto destaca sobre la oscuridad predominante es una llama. Una pequeña llama que se ha encendido, y que bailotea al compás del silencio en el interior de la estancia. A su lado, las manos de una mujer sostienen una carta. En la quietud de la noche, en la pintura negra de la vida, sólo dos manos parecen tener vida. La escena acaba con una lágrima cayendo sobre el papel, humedeciendo la tinta. Las cinco páginas que dura el capítulo finalizan.
Es una escena extraordinaria, y la real, la buena, la escribió Azorín hace ya más de un siglo. Pertenece a la novela Doña Inés, y escuché hablar por primera vez de ella -de la escena, no de la novela- al que considero uno de mis maestros: Julián Marías. Azorín lo cuenta con mucha más maestría, obviamente, pero lo que me interesa del capítulo entero es esa sensación de plano secuencia, esa genialidad a la hora de presentar una escena como si fuese cine. Este junio se cumplen 150 años del nacimiento del escritor de Monóvar, y esta habilidad narrativa es una de sus muchas cotas alcanzadas que nadie reconoce. Más tarde otros se llevarían el galardón de primeros novelistas con visión cinematográfica, por ejemplo Dos Passos allende las fronteras o Cela dentro de las propias. Sin embargo, ahí estaba Azorín puliéndolo muchas décadas antes, como el innovador que siempre fue.
«Las novelas de Azorín se pierden en el anonimato, en el cajón de los libros olvidados»
Precisamente este talentazo narrativo influiría notablemente en otros novelistas como el propio Cela, Delibes o Sánchez Ferlosio. Es decir, que la prosa de Azorín es la base sobre la que se construyen las narrativas de los que sí tenemos en mente como los escritores más influyentes del siglo XX. Por tanto, lector, es muy probable que Azorín haya influido en usted, quizás sin haberlo sabido. Ahí sigue el levantino, escondido, tapado. En su generación, la del 98, otros se llevaron los vítores. Unamuno, Baroja… Tantos nombres sepultándolo. Algunas novelas de aquel entonces siguen muy vivas, véase el caso de las Luces de Bohemia de Valle-Inclán -que para este que les habla es más novela que teatro-, cuyas reimpresiones y adaptaciones son infinitas, mientras las novelas de Azorín se pierden en el anonimato, en el cajón de los libros olvidados.
En fin, siglo y medio más tarde, conviene celebrar la figura de uno de los mayores novelistas que ha dado esta lengua, y que como tantos otros se perderán bajo el estigma de que los clásicos son aburridos. Salve, Azorín, maestro entre maestros.