'Vida de Arcadio', es peligroso asomarse
«Las memorias de juventud de Arcadi Espada reflejan unos valores de época que se han degradado, como el peso del periodismo en la vida cotidiana»
He sido un lector constante y disciplinado de memorias, diarios y autobiografías, porque me parece que la forma en que cada escritor resuelve contar su vida también se acerca al misterio de encontrarle sentido a la de los demás, abriendo brecha para los que vamos por la vida sin un examen, ciegos en el atolladero del día a día.
Las memorias de juventud de Arcadi Espada, Vida de Arcadio, me parecen ejemplares por varios motivos, pero el más importante es la congruencia. Como no cree en el libre albedrío, no pierde tiempo especulando cómo pudieron ser distintas las cosas, porque la única forma posible de su vida es la que tuvo. Como desprecia la ficción como una muleta del intelecto humano para arreglar la realidad, no busca un artefacto redondo (planteamiento, nudo y desenlace) ni acomodos fáciles (no hay causalidad en las casualidades). Y como cree que la imaginación es otra muleta, narra su vida con el material documental con el que cuenta, como si fuera una investigación periodística. Así, estudia quién fue ese Arcadio, que incluso tiene un nombre distinto al del autor, con la frialdad de un entomólogo y la compasión con que se mira a un familiar directo equivocado.
Lo más sorprendente es que la tesis conceptual de ideas que ha hecho suyas se sostiene. Hay dos claves. Hoy vivimos mejor que ayer (Steven Pinker) y en la vida cuentan mucho más los genes y los otros que la familia o la educación formal (Judith Rich Harris). Por eso es un libro sobre Arcadio, pero sobre todo, es un libro sobre los que lo acompañaban en esa época: la novia, los amigos, los colegas del trabajo.
«El libro consigue trasladar a la experiencia concreta ideas que son brillantes y polémicas»
El libro consigue trasladar a la experiencia concreta ideas que son brillantes y polémicas. Ideas que en el libro se hacen carne. Por una parte, la aseveración de que la Transición fue un pacto entre las elites en el que la izquierda jugó un rol marginal y, por la otra, que el nacionalismo catalán brotó del franquismo sociológico. El libro también refleja unos valores de época que se han degradado, como el peso del periodismo en la vida cotidiana y, dentro de este poderoso ecosistema que servía de contra poder, el rol crucial de El País, que incluso fue una suerte de guía de conducta moderna y pensamiento ilustrado. Qué tristeza ver en lo que se ha convertido.
Siempre me he preguntado las razones del éxito de Interviú, otra de las claves desconocidas de la Transición: el desnudo de la política tras una dictadura cerrada sobre sí misma y el desnudo de los cuerpos en el país del nacionalcatolicismo. Gracias a Vida de Arcadio también se puede entender el lento ascenso de Madrid frente a Barcelona, que corre paralelo a la captura del discursivo nacionalista de la ciudad, incluido el fetiche de la lengua propia que, marginando al español de la esfera del poder, comete un suicidio cultural que la capital ha sabido utilizar.
Vida de Arcadio asume muchos riesgos, al contar sin tapujos la sexualidad del protagonista, tema del que se escribe poco (y mal) para el lugar central que ocupa en la vida de las personas. Para los jóvenes el sexo es omnipresente, incluso en estos días monjiles y represivos. Yo creo que Arcadi cuenta su vida sin censura por razones de honestidad intelectual (esto fue lo que pasó), pero también para gravitar en el presente y poner de manifiesto la doble moral del discurso público, empezando por el Ministerio de Igualdad, pero no sólo. No diré «irse de putas», tampoco escribiré «sorpresa ante el orgasmo femenino», ni «sexo grupal» ni «pulsión homosexual» ni «poliamor avant la lettre». Eso lo dejo a los ahora ávidos lectores del libro. Los jóvenes que se hacían comunistas para cuestionar a la dictadura no eran conscientes de que la verdadera contestación estaba en su manera libertina y desprejuiciada de llevar la vida, aunque muchos se quedaran atrapados en la trampa de las drogas duras. Esto desde luego no tenía nada que ver con el universo soviético ni con su versión atenuada del eurocomunismo. Era el aroma de la época. Igual que hoy los jóvenes antisistema que se manifiestan con la imagen del Che en su sudadera no saben que ellos serían los primeros a los que fusilaría Ernesto Guevara.
Vida de Arcadio lleva también implícita una reflexión social sobre el mérito y el talento. Esto explica que el joven hijo del portero, que a veces tenía que ayudar su padre barriendo la calle por donde podían pasar sus amigos y colegas, es hoy un propietario. Un ascensor social que es físico también. De la planta baja a los pisos superiores.
«Luchar contra la realidad genera monstruos en la política, en la sociedad y en la vida cotidiana»
El leiv motiv del libro es la búsqueda de los protagonistas de un campamento «solidario» en Italia, para ayudar contra los incendios, en la localidad de Caprarola, en la que coincidieron jóvenes de muchos países europeos, libertinos y comunistas como Arcadio. La reunión quedó registrada en una mítica fotografía grupal, que el libro no incluye para evitar la distorsión argumental. Los resultados de la indagatoria son poco vistosos, porque no están arreglados por la ficción, pero altamente significativos: no pocos de los participantes de Caprarola murieron prematuramente. Eran vidas en vilo. Alguno, incluso, mientras el libro se escribía. Más sorprendente aún es que otros de ellos no quieren remover su pasado (pobres, son ya adultos responsables) y otros no lo quieran hacer con Arcadi Espada. El sesgo ideológico en algunos sigue cuarenta años después: polvo serán, mas polvo adoctrinado.
Otra máxima recorre el libro, casi como una sombra o un fantasma. Luchar contra la realidad es imposible y genera monstruos en la política, en la sociedad y en la vida cotidiana. Descubrir eso llevó al autor a romper con el comunismo, pero también a confrontar el dulce veneno del nacionalismo, rechazar las drogas, buscar respuestas en la ciencia y proteger la intimidad.
En el tren de regreso de Caprarola, Arcadio y su novia Maite, pieza clave y conmovedora de todo el relato, leen en las ventanas un aviso en italiano a los pasajeros: «È pericoloso sporgersi». Podría haber llevado ese título: es peligroso asomarse. Quedan advertidos.