THE OBJECTIVE
José Carlos Llop

Otro viaje a la India

«La colección de pinturas indias de los siglos XVII, XVIII y XIX del Museo de Arte de San Diego es una inmersión en una cultura que siempre nos ha acompañado»

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Otro viaje a la India

Ilustración de Erich Gordon.

E. M. Forster, autor de Viaje a la India, es uno de los escritores favoritos de James Ivory –que realizó, por ejemplo, Una habitación con vistas, Maurice y Howard Ends, (todas de Forster) para la pantalla. Pero fue el gran David Lean quien filmó Pasaje a la India y no Ivory. Tal vez el dramatismo de Lean –recordemos, por ejemplo, La hija de Ryan– fuera más adecuado para esa novela de Forster que el esteticismo de Ivory, pero aquí también podría establecerse un cierto paralelismo con Miguel Delibes y José Jiménez Lozano, ambos de Valladolid (aunque el segundo naciera en Ávila). Me explicaré. Había sido Jiménez Lozano quien más tiempo, dedicación y letras había dedicado a los herejes, protestantes, judíos y otros heterodoxos de Castilla y sin embargo fue Delibes, años más tarde, quien escribió la novela canónica sobre todo eso. Fue su último gran éxito: El hereje, novelón, precisamente por tardío, que anima a pensar que en la novela, la edad no es impedimento y que para la gran novela de un escritor nunca es tarde. Eso lo saben los buenos editores; los otros suelen estar atentos a los llamados jóvenes valores, a ver si pillan un mirlo blanco. O dos.

James Ivory –norteamericano de la escuela de Henry James, es decir, britanizado– ha cumplido 95 años y mantiene una envidiable lucidez. Lo que nos lleva a pensar también que, además de una buena genética, es la felicidad que te proporcionan tanto tu oficio o arte, como tu vida privada, lo que más alarga, saludablemente, tu estancia en este mundo, tan maravilloso como ingrato o doloroso. El mundo, digo. «Puedo presumir de haber vivido mi homosexualidad con tranquilidad y alegría, sin traumas», ha dicho Ivory. Y así todo. Envidiable, ya digo.

Pensé en él y en David Lean la tarde del pasado sábado, inmerso en otro viaje a la India que se desarrolla en Madrid, en la sala de exposiciones de CentroCentro, frente a La Cibeles. Me refiero a la colección de pinturas indias de los siglos XVII, XVIII y XIX del Museo de Arte de San Diego, de influencia mogol la mayoría. La exposición es un verdadero festival del color, el miniaturismo, el retrato, los elefantes, la caza, los paisajes, las vestimentas, la mitología, el refinamiento, la delicadeza y la inmersión en el esplendor de una cultura que no es la nuestra, pero que desde el Raj siempre ha estado ahí, acompañándonos de una forma ú otra.

«El sabio mallorquín Joan Mascaró fue quien introdujo a George Harrison en los conocimientos de la sabiduría de la India»

Mirando esas pinturas me acordé de una sobre hueso que tengo en casa –ésta del siglo XX– que alguien decidió limpiar con un producto que la dañó y donde los perfiles eran nítidos y preciosistas ahora son tan borrosos como si los mirara un campeón de la hipermetropía. Recordé también la pequeña colección de miniaturas indias de Pierre Le-Tan –la casa como museo– y algunas de ellas podrían figurar entre las expuestas en Madrid hasta el 16 de julio. ¿Por qué la fecha?

Porque la sala, hace una semana exacta, estaba vacía y lo estuvo durante todo el tiempo que estuve allí dentro y soy de los que me demoro ante cada pintura cuando es la primera vez y me gustan. Nadie, ningún visitante. Ni siquiera –ya no hablo de alta cultura (y esas pinturas lo son)– los hijos de aquella contracultura de los 60 y su fervor por gurús y maharishis y los Beatles y el sabio mallorquín Joan Mascaró, que fue quien introdujo a George Harrison en los conocimientos de la sabiduría de la India y de ahí nacieron el desembarco del sitar de Ravi Shankar en el pop-rock europeo y «My Sweet Lord» y tantas otras canciones de Harrison, el Beatle que más me ha gustado siempre.

A todo esto, empezando por la soledad de las salas, son ajenos los maharajás, señores de la guerra, cazadores, bailarinas, damas palaciegas, jardines y tigres de las pinturas que ornan CentroCentro y contemplan de perfil al visitante. Una pena que haya pocos porque la expo es de las que también hay pocas. Poquísimas. Al menos en España.

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