THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Zeilinger y Dios y física y química

«La idea de la existencia o inexistencia de Dios lo cambia absolutamente todo, es la clave de bóveda de cualquier posible explicación del mundo»

Opinión
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Zeilinger y Dios y física y química

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Impresionante el físico cuántico Anton Zeilinger declarando (a El País, el otro día) que es creyente: «Sí, creo. ¿Por qué no creer? El célebre Isaac Newton publicó libros sobre muchos temas, pero escribió mucho más sobre religión que sobre física. Era una persona religiosa». Como usted sabe, Zeilinger es lo más parecido a un genio, un gran especialista en teletransportación de partículas, o de atributos de las partículas, y ha sido distinguido con el premio Nobel. Es un hombre de inteligencia muy despierta, con sentido del humor y ganas de divertirse. En eso me parezco a él, y me siento próximo a él, aunque estoy muy lejos de saber nada de física. Tuve la suerte de conocerlo personalmente en Bad Isch, por mediación de Chus Martínez, que lo llevó a la Documenta 13, en 2012, aquella edición en la que Chus quiso dar juego o, como suele decirse, «establecer diálogo», entre las artes y las ciencias. Ahora bien, como la gente de ese nivel suele preferir no hablar de estas cosas, la declaración de Zeilinger, un señor cuántico, tan creativo que es capaz de teletransportar, me ha sorprendido. Me he quedado pensando: ¿Y si…? ¿Y si…?

Siempre me sorprenden estas declaraciones. Siempre surgen de donde no se espera. La de Zeilinger me ha hecho acordarme de Kavafis, en el hospital, en el lecho de muerte. No recuerdo quién fue a visitarle, él llevaba puesto el pijama, debajo del cual asomaba, colgada de la cadenita, el pequeño crucifijo de oro que llevaba al cuello. Dándose cuenta de que el visitante la estaba viendo, con un gesto rápido el poeta la tapó. Sólo al leer esta anécdota en Vida de Kavafis, libro delicioso de Miguel Castillo Didier, que llegó a mis manos gracias a Gisele Etxeberri, joven gestora cultural a la que admiro y con la que estaré en deuda eternamente no sólo por este motivo, me enteré de que Kavafis era creyente, condición de la que en su poesía no hay rastro. En ella se habla de romances, de melancolía, de la Grecia y la Roma antiguas, de la vida cuando florece y cuando se marchita, de los años que pasan como horas, pero de Dios no. 

«El comunismo se inventó para resolver los problemas de los trabajadores en la Tierra, no para decir nada sobre la divinidad»

Cuando era idealista me aproximé al Partido Comunista, lo aprendí todo sobre el «capitalismo monopolista de clase» y otros conceptos marxistas, pero no me decían nada sobre Dios. Le pregunté sobre el tema a mi gancho, que se llamaba Manel, y me respondió: «No es un tema que nos ocupe. No es un tema que nos interese. Hay militantes que creen una cosa, otros creen otra, pero no tenemos doctrina sobre este tema». O algo así. Casi me pareció detectar en Manel cierta impaciencia mientras me explicaba la postura del Partido, pero pronto entendí que él estaba firmemente asentado en su plena ortodoxia, pues el comunismo se inventó para resolver los problemas de los trabajadores en la Tierra, no para decir nada sobre el trasmundo y la divinidad. Pero me quedé decepcionado, y pasé del Partido, pues a mi entender la idea de la existencia o inexistencia de Dios lo cambiaba absolutamente todo, esa idea era la clave de bóveda de cualquier posible explicación del mundo, y del sentido o sin sentido de la vida. Negarse a pensar en ello me parecía una rendición o una minusvalía

Mis dos mejores maestros en literatura –que me perdonen los demás— fueron Juan Bautista Bertrán y José María Valverde, el primero era jesuita, y ambos no es que fueran creyentes, sino que estaban obsesionados con Dios, con su silencio y sus manifestaciones, de lo cual da prueba la poesía de ambos. Ahora Valverde y Bertrán se han ido, pero antes que aceptar que están ausentes por toda la eternidad quiero pensar en ellos como partículas cuánticas que saltan del no ser al ser, y viceversa. Me los voy a encontrar aquí y allá, aunque quizá no los reconozca. El lector que me siga desde hace años, exista o no, cosa tan indemostrable como la existencia o inexistencia de Dios, a lo mejor piensa que este tema es una cursilada. A lo mejor el lector y Dios existen y a la vez no existen, cuánticamente. Alguna vez he mencionado la frase de Severo Ochoa, gran científico español, renacionalizado estadounidense. Un periodista de Blanco y Negro, el dominical de Abc, le entrevistó en sus últimos años, cuando había enviudado y estaba deprimido. Le preguntó si era o no creyente. Ochoa respondió: «Desengáñese, joven. Sólo existen la física y la química. Sólo física y química». 

            

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