THE OBJECTIVE
Dante Augusto Palma

Pablo Iglesias también pierde en Argentina

«Las encuestas afirman que el actual gobierno de Alberto Fernández, de muy buen vínculo con Sánchez y Montero, abandonaría la administración»

Opinión
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Pablo Iglesias también pierde en Argentina

El fundador de Podemos, Pablo Iglesias, y el presidente argentino, Alberto Fernández. | Europa Press

En medio de un proceso inflacionario que ha alcanzado en mayo el 114% anual, la Argentina ha elegido sus candidatos de cara a la elección presidencial que se desarrollará en octubre de este año. A las opciones de centro derecha y ultraderecha con posibilidades ciertas de llegar al gobierno, se le agrega la decisión de la coalición peronista gobernante de elegir a su candidato más de centro en detrimento del candidato preferido de Cristina Fernández de Kirchner, expresidenta, actual vicepresidenta y principal aportante de los votos al espacio.

Más allá de la relevancia de la elección en sí, los comicios en Argentina son importantes, por un lado, porque después del regreso de Lula a Brasil, lo que allí suceda será clave para entender si estamos ante tendencias que se confirman o vientos de cambio en la región; y, por otro lado, porque, aun con limitaciones, es posible trazar algunos paralelos con el escenario electoral en España.  

Aunque Latinoamérica es enormemente diversa, las últimas décadas han dejado ver hegemonías claras: a la socialdemocracia de los 80 posdictaduras, le siguió una década neoliberal en los 90 y luego unos tres lustros de gobiernos populares, (o populistas de centro izquierda) con Chávez, los Kirchner, Lula, Correa y Evo Morales como principales estandartes.   

«Los comicios en Argentina son importantes, porque después del regreso de Lula a Brasil, lo que allí suceda será clave para entender si estamos ante tendencias que se confirman o vientos de cambio en la región»

Justamente fue la derrota del candidato kirchnerista en Argentina, en el año 2015, a manos de una coalición de derecha liderada por el empresario Mauricio Macri, la que parecía inaugurar un nuevo ciclo en la región, algo que luego se vería confirmado por la llegada de Bolsonaro, la derrota del correísmo en Ecuador, el conflicto en Bolivia, el aislamiento de Venezuela y el reemplazo de los gobiernos socialdemócratas en Chile y en Uruguay por opciones liberales. 

Sin embargo, el cambio de tendencia no llegó a ser tal y se detuvo en un lustro para expresar una suerte de empate hegemónico ya que en 2019 el peronismo vence a Macri, el candidato del MAS triunfa en Bolivia, en Chile y Colombia llega la izquierda, Lula sale de la cárcel y regresa al gobierno, etc. 

En este marco, algunos ansiosos anticiparon una nueva era de gobiernos populares en la región. Sin embargo, cabe una primera aclaración: si bien cada experiencia tiene sus particularidades, lo cierto es que el retorno de «la izquierda» fue posible gracias a versiones más o menos edulcoradas en relación con sus predecesoras. Si tomamos el caso de Argentina en 2019, el kirchnerismo tuvo que renunciar a liderar la fórmula presidencial y apoyar allí a un socialdemócrata como Alberto Fernández, quien había sido jefe de gabinete de los gobiernos de Néstor Kirchner y su esposa, pero que luego renunció y fue de los principales críticos de la gestión de ella durante diez años. Fue solo girando hacia el centro del arco ideológico que el peronismo pudo volver al poder y algo parecido sucedió con esta nueva versión «light» de Lula. En el caso de Chile y Colombia el giro hacia el centro no se dio antes de las elecciones sino una vez en el gobierno, pero en todos los casos quedó en evidencia que la agenda popular/populista que gobernó la región tiene más límites que antes. En este sentido, aun con gobiernos de centro izquierda, podría decirse que la derecha ya ganó.

De hecho, este fenómeno parece confirmarse cuando se observa la nómina de candidatos en Argentina. Según las encuestas, casi dos tercios de los votos podrían ir hacia opciones que van de la centroderecha a la ultraderecha. Esto es, por un lado, el espacio que supo ser liderado por Macri y que ahora juega una interna entre un sector de derecha y uno de centroderecha, y la flamante novedad que rompería la polarización en la que está enfrascada la Argentina desde hace tiempo: la aparición de una variante de ultraderecha libertaria liderada por Javier Milei, un economista mediático que ha participado de encuentros organizados por Vox y que, según las encuestas, tiene un apoyo de entre 20 y 30%, lo cual podría ubicarlo en el balotaje (a diferencia de España, el sistema presidencialista argentino de elección directa indica que para llegar al gobierno es necesario obtener, en la primera vuelta, un 45% o un 40% con una diferencia mayor al 10% respecto del segundo; de no suceder ello, habrá un balotaje entre las dos fuerzas más votadas).

«El espacio que supo ser liderado por Macri y que ahora juega una interna entre un sector de derecha y uno de centroderecha, y la flamante novedad de una variante de ultraderecha libertaria liderada por Javier Milei»

Sin embargo, el dato saliente de los últimos días es que la propia coalición peronista decidió erigir como candidato de consenso al actual ministro de economía, Sergio Massa. Se trata de un líder joven que se inició en una agrupación política liberal y que profesa un peronismo «moderno» (aunque nadie sepa bien qué significa eso). Al igual que el actual presidente, Alberto Fernández, Massa también supo ser jefe de gabinete de Cristina Fernández de Kirchner hasta que renunció y decidió enfrentarla para vencer al kirchnerismo en 2013. Sin embargo, con la idea de que las ofensas en política prescriben a los seis meses y en tiempos donde nadie resiste archivos que igualmente a pocos interesan, el kirchnerismo acabó aceptando a quien tiene muy buen vínculo con el FMI y con la Embajada de Estados Unidos, quizás los dos grandes «enemigos» del peronismo en su versión kirchnerista. De aquí que a los ojos del votante kirchnerista medio, claramente identificable como un «peronista de izquierda», Massa sea un «peronista liberal de derecha», continuador de las políticas neoliberales llevadas adelante por el gobierno de Carlos Menem entre 1989 y 1999, por cierto, un gobierno también peronista.    

Si bien las comparaciones con el caso español deben hacerse con cuidado, las encuestas afirman que el actual gobierno de Alberto Fernández, de muy buen vínculo con Pedro Sánchez y con Irene Montero, quien apenas algunos meses atrás fue invitada especial a la casa de gobierno, abandonaría la administración a manos del espacio de centroderecha. Con todo, si el enfoque aquí expuesto es correcto, aun cuando la elección la ganara el oficialismo peronista, ya es posible afirmar que la Argentina tendrá, como mínimo, un gobierno de centro hacia la derecha y que cualquiera de las otras opciones estarán, en todo caso, más a la derecha todavía. 

Para finalizar, el kirchnerismo ha visto en la candidatura de Massa un paso más de un lento pero inexorable declive que lo muestra perdiendo la hegemonía de centroizquierda al interior del peronismo y, eventualmente, perdiendo la administración del Estado que había recuperado en 2019. Si después de las últimas elecciones en España, Pablo Iglesias declaró en una radio argentina que «los aliados de Cristina [Kirchner] en España hemos sido derrotados», cabría decir que tras una muy mala administración y después de estar obligados a apoyar a un candidato como Massa, cualquier kirchnerista podría parafrasear al exlíder de Unidas Podemos y decir «los aliados de Pablo Iglesias en Argentina también hemos sido derrotados».

 

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