Soflamas mañaneras
«Uno esperaría que el gremio cerrase filas cuando uno de los suyos fuera señalado por el poder, pero eso, lógicamente, es mucho esperar»
La palabra soflama deriva de los sumandos sub y flamma y alude a la llama de baja intensidad. A la llamita tenue, que es la mañanera, oponemos las teas ardientes día y noche: antorchas con que churruscar las barbas del periodista incómodo. La antorcha era, por cierto, el diario con que Karl Kraus sentase algunas de las bases del periodismo que algunos se apresuran hoy a demoler. Que esta mano de adagios, con vocación de soflamas mañaneras, infundan ánimo a quienes todavía no han perdido la fe en la profesión.
1) El periodismo orgánico es, por su propia naturaleza, funcional y biodegradable. No es oficialista quien desempeña un oficio, sino quien oficia una liturgia sin dejar de ser mero cantollanista o antifonero del poder. Injusto es culparlo por sus opiniones, pues nunca son suyas. Como es lógico, la prensa orgánica termina en el cubo de residuos.
2) El periodista de partido es un poeta ripioso. Cual madre protectora, enseña los dientes a quien ataca a su nene (esto es, a quien le pregunta, a quien señala sus contradicciones), y luego remata con un endecasílabo digno de Lugones o de Amado Nervo: ¡Soflamas mañaneras con inquina! Cuanto más untuoso el estilo, peores las intenciones.
3) Para el oficialista no hay más verdad que el relato. Piensa que quien lo domine tendrá el trabajo hecho (¡relato mata dato!) y ve en la política una mezcla de palabrería vana, juego de manos y estrategia de rol. Cuando todo es discutible, no hay más verdad que la más cínica lucha por el poder. Vale quien vence. Por eso la tarea de la prensa orgánica se reduce, en expresión de Latorre, a oponer monsergas oficialistas a las soflamas antisanchistas.
4) No hay medio de comunicación más efectivo que la prensa orgánica. De comunicación, en efecto, pues sirve de enlace a dos vasos comunicantes: el poder y la masa. El primero pone la voz y el segundo, la oreja. Aquí se cumple la traducción de Agustín García Calvo de los mass media como «medios de formación de masas». Aplicados panaderos, los oficialistas hiñen la masa hasta darle forma. Es un sistema redondo. Por eso da tanta rabia que llegue un aguafiestas y lo desbarate.
5) Para obtener el título de sicofante no hace falta estudiar periodismo. Por supuesto, uno esperaría que el gremio cerrase filas cuando uno de los suyos fuera señalado por el poder, pero eso, lógicamente, es mucho esperar. Como dice la tira de Gascón: «Compañeros periodistas, ¡es intolerable que fiscalicéis a mi presidente!»