El querido hermano
«¿Existe un ideal lo bastante alto como para justificar que los hermanos se maten entre sí?»
La biografía de los grandes personajes de la literatura y la historia antes no era más que un cúmulo de datos y fechas, hoy se procura una aproximación al hombre con las referencias del tiempo en el que vivió.
La biografía de dos hermanos implica otros objetivos, se trata de observar como de un ambiente común van derivando hacia posiciones que a veces alcanzan personalidades muy diferentes. El interés se multiplica cuando los hermanos son Manuel y Antonio Machado que escribían obras teatrales conjuntamente, compartían tertulias y amigos y sin embargo desarrollaron personalidades bien distintas. Elegante y hombre de aventuras Manuel, retiro y modestia en Antonio. Y en el límite de la vida la separación. Uno a cada lado de las dos Españas que clamaban los poetas: Antonio defensor de la República, padeciendo el exilio y la muerte en Collioure. A Manuel le sorprende la guerra en Burgos, será encarcelado, liberado y nombrado académico de la RAE, se convertirá en un intelectual de la nueva España. Cuando se entera de la muerte de Antonio viajará a Collioure donde se encuentra con la muerte de dos seres queridos, su hermano y su madre.
De ese viaje a la tumba de su hermano trata la novela de Joaquín Pérez Azaustre.
Es también un rescate de Manuel Machado, difícil por las últimas vicisitudes del final de su vida.
Los hechos son: Manuel conoce la muerte de su hermano. Circunstancias: visita a Burgos a la hermana de Eulalia, su esposa. El 18 de julio estalla el Alzamiento Nacional. Manuel pretende tomar el último tren para volver a Madrid, pero no lo consigue.
Antes de que cortaran las comunicaciones telefónicas los dos hermanos tienen una larga conversación, según el novelista, ¿qué se dijeron?; ya sabían que estaban separados, cada uno en un bando, todavía sólo geográficamente.
En septiembre, Manuel es detenido y encarcelado en la prisión de Burgos. La causa fue una crónica del corresponsal de Abc en París acusándolo de poco afecto a lo que llaman Nueva España, por unas declaraciones a una periodista francesa de la revista Comedia en la que refiere que está obligado a permanecer en Burgos, ya que no hay ferrocarril para volver a Madrid.
Lo liberaron a los tres días, Manuel sufrió por el temor de que una pandilla de falangistas pudieran sacarlo para asesinarlo. Lo mismo debieron pensar las autoridades franquistas porque a partir del incidente se esforzaron en proteger y seducir al poeta. ¿Por qué? ¿Se trataba de evitar otro caso Lorca?. «Si algo le pasara a Manuel Machado sería nefasto para nosotros».
«Quizás te ayude saber que es un gran poeta. Uno de los pocos que nos van a quedar cuando todo esto acabe». (Pemán) y como muestra deciden nombrarlo académico de la Real Academia. En la novela se expresa con claridad la preocupación que tienen los dedicados a la cultura por el hecho de que todos los intelectuales estén del lado de la República. El autor pone en boca de Pemán:
«Y lo primero que voy a hacer como director accidental de la Real Academia es proponerlo, porque la guerra literaria hay que ganarla, y la estamos perdiendo. Ya me gustaría poder tener con nosotros a Juan Ramón, que nunca quiso serlo y ahora está tan lejos, o a Unamuno, académico electo que jamás leyó el discurso, al igual que Antonio Machado. Porque bien sabe Dios que con un poco más de tiempo los habría puesto de nuestro lado. Pero uno está exiliado, ya no sé si en Washington o Cuba, y el otro está muerto. Y si ellos, por desgracia, tienen a Antonio, nosotros tendremos a Manuel, que es el mejor de los dos».
«La operación ‘reeducadora’ del poeta estaba tan absurdamente planteada como para que al mismo tiempo el régimen incoara un expediente de depuración»
Con Antonio habrá también un intento de apropiación del poeta para la causa franquista después de muerto. Ya en 1940, la Revista Escorial pretendió acercar al poeta «enemigo» al nuevo régimen vencedor en la guerra bajo la visión única de poeta intimista, víctima al final de su vida de los condicionantes de haber caído del lado republicano, de ser un poeta secuestrado por el bando contrario.
La operación «reeducadora» del poeta estaba tan absurdamente planteada como para que al mismo tiempo el régimen incoara un expediente de depuración del poeta -con resolución de mayo de 1941- acordando por unanimidad la Comisión Depuradora la separación definitiva del servicio como catedrático del Instituto Cervantes de Madrid. Y ello dos años después de muerto.
El autor de la novela nos desvela el escenario de la obra: el viaje en automóvil de Manuel Machado y su esposa desde Burgos, capital del mando sublevado y Collioure, símbolo del exilio de la España republicana.
Conduce el coche un joven falangista herido en el combate y adscrito al servicio de prensa. La creación de este personaje ficticio es un recurso extraordinario para ir exponiendo lo que pasa en España. Un acierto literario que facilitará la explicación de cada personaje real incluido en la novela.
El largo viaje permite a Manuel evocar los momentos vividos con su hermano Antonio, con hallazgos estupendos cuando narra las aventuras de los dos hermanos en el París de fin de siglo, el París del caso Dreyfus, el triunfo del simbolismo y en el que va extendiéndose el modernismo que seguirían los dos hermanos aunque con diferente intensidad.
Cuando Antonio está empezando su éxodo desde Valencia y Barcelona hacia la frontera con Francia, Manuel pronuncia su discurso de ingreso en la Real Academia Española en la ciudad de San Sebastián, recién conquistada por los rebeldes.
Y es precisamente en ese discurso donde encuentra Joaquín Pérez Azaustre la más inesperada destreza para hacernos entender, a través de la literatura, las dificultades de Manuel y también sus decisiones.
El novelista halla su capacidad creativa al destacar qué cosas ha dicho Manuel en su discurso y qué ha ocultado pero dejando constancia de sus preferencias que no puede explicitar pero que sugiere con igual efecto. Así evoca en su discurso su etapa parisina , «una bohemia sentimental y pintoresca, rica de ilusiones. Me embriagué -siguiendo a Baudelaire- muchas veces y me enamoré muchas más». Al día siguiente la prensa franquista le criticará por haber hablado de Baudelaire, Rimbaud, André Gide y Jean Moréas. El propio Pemán, que contestará al discurso del nuevo académico, se referirá a esos poetas amigos de Manuel Machado como «la pléyade de poetas satánicos y cabareteros de Europa», en un claro reproche al orador.
Pero lo que va a exacerbar los ánimos de los presentes es que confiese que siendo «medio gitano y medio parisién» con «Montmartre y con la Macarena comulgo».
En la sala se oye el crujir de los asientos al moverse todos los oyentes amortiguando el sonido por el frufrú de las sotanas. ¿Cómo se atreve este masón al que hemos perdonado la vida a unir en un verso a la Macarena, la Madre de Dios con el griterío de putas y aguardiente de París?
Aún dejará Manuel otra señal que inquiete a los que le han de aplaudir:
Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a seguir.
Es una metáfora que entienden bien los que desconfían de su conversión al nuevo régimen.
El interrogante mayor, que yo traslado al autor, es: cuál hubiese sido la trayectoria vital y política si hubiese hecho caso a su hermano menor, Antonio, cuando le desaconsejó que ese año no viajara a Burgos porque las cosas están muy mal. ¿Habría acompañado a Antonio en su largo y penoso camino al exilio?
¿Comulgaría con Abel Martín cuando propugna en el soneto «Al gran cero»:
Brinda poeta un canto de frontera
a la muerte, al silencio y al olvido.
Mas ese canto de frontera ya se había hecho historia, historia viva, fusión de la poesía y el pensar con el acontecimiento histórico, con la esperanza de un mañana alerto. Pues más allá de la desesperanza que en el propio poeta produjo la trágica resolución del conflicto español, más allá de la evidente constatación de la derrota, del despojamiento total, Machado consume hasta los bordes el cáliz de los sueños, con su pueblo, a fin de que el trágico padecer común acabara de pasar, se transmutar en razón esperanzadora.
«Donde acaba el pobre río y la inmensa mar le espera, encuentra Machado, y nos hace encontrar a nosotros, el sentido de su memoria»
Camino del exilio, de la muerte, del mar -¿cuántos años se le han cumplido ya a Antonio desde que prorrumpiera en aquel lamento por la muerte de Leonor: ya estamos solos mi corazón y el mar. Camino del mar, en medio de la doliente multitud, menos masa que nunca, más dignamente hombres que nunca, en medio del despojo, la derrota, el más cruel dolor, ha de sentir Antonio Machado la fría respuesta de la nada, el cumplimiento de La tierra de Alvargonzález; ellos mismos, los que huían eran ya la sombra errante de la sombra de Caín. «El poeta -cuenta Waldo Frank- casi inválido en el seno del cuerpo doloroso de su pueblo, sostenido por su madre…; y a su vez, Corpus Vargas relata que llegando ya a Collioure, un amigo hubo de llevar a su madre en brazos, mientras la viejecita iba diciendo ‘¿Llegaremos pronto a Sevilla?’». Y sí, iba a llegar enseguida a Sevilla y al mar. Pues allí en Collioure, hay un punto del arder del pensar de Antonio Machado que parece devolvernos íntegra la sombra florecida que es su poesía, y ese punto clave ha sido para mí su último verso, encontrado en uno de los bolsillos del gabán del poeta:
Estos días azules y este sol de la infancia
Donde acaba el pobre río y la inmensa mar le espera, encuentra Machado, y nos hace encontrar a nosotros, el sentido de su memoria, que si es despojamiento es también un rescate. Ese último verso en el límite de la frontera, real y metafórica, acaba iluminando toda su obra.
Allí, en Collioure le encontrará Manuel, ya bajo la tierra, permanecerá dos días sin poder salir del cementerio. Por fin los dos hermanos queridos juntos.
Y la postrera pregunta: ¿existe un ideal lo bastante alto como para justificar que los hermanos se maten entre sí?