Mi Michavila interior
«La calle sabe que el 23-J no está en peligro la democracia, sino su dignidad, y que no habrá persecuciones de minorías ni anulaciones de derechos»
Está el Michavila exterior, o sea, el prestigioso demóscopo Narciso Michavila, y está mi Michavila interior, el demóscopo (sin prestigio) que llevo dentro. El Michavila exterior hace sus pronósticos de acuerdo con la ciencia demoscópica; mi Michavila interior los hace sin instrumental científico alguno, por ósmosis con el electorado. Ante las elecciones del próximo domingo, el Michavila exterior asegura que Feijóo no obtendrá la mayoría absoluta. Mi Michavila interior, en cambio, asegura que sí. De este modo tan campanudo convierto el 23-J en una pugna entre el Michavila exterior y mi Michavila interior. ¡A ver quién gana!
Es una pugna que, naturalmente, desconoce el Michavila exterior, absorbido como está por su pugna con los demás demóscopos convencionales. En particular con el demóscopo gubernamental Tezanos. «Carrera de cuadrigas de Ben-Hur entre Tezanos y Michavila», la ha llamado Hughes. Pero mi Michavila interior se cuela cual potrillo exento, con un galope savateriano que deja al de Gish en pañales. Sí, Feijóo va a obtener la mayoría absoluta: el electorado me lo comunica por ósmosis. Está la opinión publicada, que es o sanchista o tristemente feijooísta, y está la opinión pública, que no llega a ser feijooísta, pero sí antisanchista.
En el mundillo académico, artístico e intelectual se han montado una tremenda historia en la cabeza sobre involuciones, persecuciones de minorías y anulaciones de derechos. Para ellos el 23-J es, de nuevo, la guerra civil. Si vuelve a ganar Franco, es decir, el PP-Vox, se acabó la democracia. Algo enternecedor asoma en esta postura: de pronto había una democracia que perder, esa que jamás reconocieron plenamente. Y siguen sin reconocerla en el fondo, puesto que piensan (quizá proyectando lo que intentan los suyos) que un gobierno PP-Vox podría hacer lo que quisiera, saltándose el Estado de derecho y el juego democrático e institucional.
«La calle lo que quiere es sacudirse a Sánchez, ese presidente altanero que le ha mentido»
Sin embargo, la calle (¡ese electorado con el que me comunico por ósmosis!) sabe que la democracia (que viene reconociendo plenamente desde la Transición) no está en peligro, y que no habrá persecuciones de minorías ni anulaciones de derechos. La calle siempre le falla a nuestro mundillo académico, artístico e intelectual. La calle lo que quiere (¡cuánto me transmite por ósmosis!) es sacudirse a Sánchez, ese presidente altanero que le ha mentido en abundancia. Sin que, por cierto, el mundillo académico, artístico e intelectual pestañease; este solo ha recordado (y encima con dolor: ¡menudas jaculatorias estamos viendo, aparatosos desmayos!) lo mucho que le importaba la verdad cuando ha sido Feijóo el mentiroso.
Para el electorado (¡ósmosis mía y némesis de Sánchez!), el 23-J no está en juicio la democracia, sino su dignidad. La pregunta es si puede quedarse sin castigo un presidente que le ha faltado el respeto, le ha mentido y ha hecho lo que ha hecho Sánchez. La pregunta es si el electorado tiene tragaderas con un Trump o un Bolsonaro solo porque es alto, guapo y se autoproclama retóricamente antitrumpista y antibolsonarista; o antiorbanita también, nuestro Orban. El 23-J el electorado vota si se toma en serio.
Y ha de hacerlo sin votar a Vox, por supuesto. Si vota a Vox, un partido apretao y simplista, altisonante, australopitéquico, el electorado tampoco se estará tomando en serio, sino que estará emitiendo una pseudorespuesta estomacal. Aquí confieso que estoy siendo más prescriptivo que descriptivo, con la ilusión de que sea el electorado el que también se comunique conmigo por ósmosis y algo le llegue. Al fin y al cabo, a diferencia del Michavila exterior, ese frío científico demoscópico, mi Michavila interior tiene su corazoncito y su tendencia y quiere una mayoría absoluta del PP como mal menor (de momento).