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Alfonso Javier Ussía

Luz Casal, eso tan nuestro

«Acaban de otorgarle la medalla de oro de Galicia, y se han adelantado los gallegos, pues Luz debería estar en la Academia de los reconocimientos»

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Luz Casal, eso tan nuestro

La cantante Luz Casal. | Europa Press

Luz Casal es un portento, una anomalía de lo nuestro, una rara excepción que debemos manejar como se tratan materiales inflamables, los de riesgo supremo, los que, de verterse, echarían al traste lo cotidiano poniéndonos en riesgo. Su forma de cantar desde tan adentro, hace que baile en los versos, como saltando entre las palabras que hace tan suyas de esa forma que sólo ella sabe acompasar, un estilo casalniano que reparte con similar acierto un tema de rock, un bolero, una pena larga o un exceso. 

Acaban de otorgarle la medalla de oro de Galicia, y se han adelantado los gallegos, pues Luz debería estar en la Academia de los reconocimientos, ya que tiene lo mismo de celta que de guaje, y se pasea por París sabiendo que por esas aceras la miran hacia arriba porque en Francia siempre han sido adecuados los monumentos, no como en esta España dividida que siempre los ha preferido muertos. Cómo supieron los franceses en hacer suyo lo que es nuestro; ya lo dijo Audrey Hepburn, París es siempre una buena idea. Hoy bien por Galicia, mal por el resto. 

Subió a los escenarios vistiendo pantacas de cuero, groove rockero, y una actitud que aterraría al clero, y poco a poco fue evolucionando hasta ese extremo que es la canción melódica, la del tiempo lento y el clavo separando el agujero del martillo, donde cabe tanto recelo, y que la musa llenaba con esa voz que son todos los instrumentos. Qué difícil hacer tuyo cada reflejo, cada frase, cada compás; Luz es eso que sobrevuela sin darte cuenta que has entrado en el momento de empezar y no termina al final del concierto, porque como las buenas novelas, continúa en tu cabeza al cerrar el libro, al salir del cine o caerse el telón. 

Superó dos veces el trance de la vida, que es mirar al precipicio de la enfermedad, de marchitar la belleza, y lo hizo con la fuerza de sus entrañas que es la misma que utiliza para cantar las canciones que son paisaje de la memoria en tantas generaciones como estilos ha ido explorando. Es una señora del pasado, una forma en la que las normas son estrictas para, después de conocerlas, jugar al ratón y al gato, tomarle el pelo a los límites del marco, y dictar un camino un nuevo, desbrozando la maleza en cada reto y dominando con su grito los extremos mas opuestos. 

España vive okupada por ciertos actores que piensan que aprenderse un papel de memoria es un acto revolucionario o cultural

Andamos en estas lindes utilizando la cultura como moneda de cambio política. El actual ministro en funciones se ha servido de las partidas económicas para ir cumpliendo con la renta mensual que los isleños de nuestro territorio, han exigido por el apoyo a la Moncloa funcional. Después, unos tratan de llevarse la palabra hacia las ideologías correspondientes cuando la cultura no tiene bandera, ni voto, ni mucho menos es propiedad de colectivos, por mucho que se esfuercen en abanderarla algunos voceros ideológicos. Ni se toca ni les corresponde. Además, España vive okupada por ciertos actores que piensan que aprenderse un papel de memoria es un acto revolucionario o cultural. Váyanse ustedes a la mierda y no pongan sus manos sucias en lo que no pueden crear, ni apreciar, ni mucho menos, intentar. 

La cultura es Luz Casal, una pieza artesanal que se ha ido tallando con el paso del tiempo para convertirse en un mito presente, en alguien que parece cercana estando tan lejos, una tía normal, tan raro dentro de su gremio, que la convierte más si cabe en un bien de interés protegido, como se protegen los lugares que ha creado la naturaleza y que el ser humano no ha manchado todavía con sus manías de creernos por encima del resto. Si no existiera Luz Casal, no sabríamos inventarla, y por eso hay que otorgarle lo que han hecho los gallegos o los franceses, porque luego esto de vivir es breve, es incierto y tan crudo como cierto, y no nos damos cuenta que la tenemos a mano, con entradas a la venta, en la calle, en el barrio , en concierto. Somos una gente que no sabe de verdad lo que tenemos, batallando por bobadas, defendiendo principios tan baratos como cortos en el escenario. Y todo eso hay que cambiarlo, debemos reconocer lo genial, lo que de verdad es bueno, lo que no se ensucia por una arenga de principios subvencionados ni se utiliza por sus cómplices con tanta falta de talento. 

Por eso reivindico a Luz Casal, pues no andamos sobrados de monumentos. Y que quieren que les diga, no hay canción del verano, ni tampoco del invierno, que no haya interpretado Luz Casal con ese tímido grito, que no acaba cuándo llega el silencio. 

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