Cataluña no es Suiza
«La negativa de Puigdemont a formar gobierno demostraría que él sí se cree su nación, y este es el final épico que merece un presidente que ha vendido la suya»
Escribo desde la bella Ginebra, con un sistema de gobierno federal, tanto a escala municipal, como cantonal y federal. El Gobierno de España es muy sensible a los arrebatos, especialmente a los cantonales y municipales, a ese grito de los que quieren gobernar la plaza de su pueblo.
Desde aquí se percibe la cólera porque cierto movimiento, el autogobierno como principio rector y casi particular, va apoderándose de la vida nacional y del chiste local. Los catalanes llevan muchos años luchando por su independencia, ellos sí se creen su nación. Cataluña ahora cuenta con aliados para independizarse de España en todo o en parte, pero paradójicamente, ahora la izquierda es la que más depende de estos hermanos separados, y su permanencia dentro de España.
Cataluña puede proclamarse Suiza cuando quiera, salvo que no tiene el glamour ni el poderío o la energía pacífica de esta ciudad. Que Cataluña no es Suiza ya lo vimos tras el golpe de 2017. Creo que la negativa de Puigdemont a formar gobierno demostraría que él sí se cree su nación, y este es el final épico que merece un presidente que ha vendido la suya, que es la nuestra, porque le importa más su poltrona.
Aún así, buscarán un pacto a dos tiempos, y dejarán el asunto del referéndum para más adelante. Ya ven, llegar a ser independientes requiere muchos años de trabajo ocioso, de ocio bien trabajado porque en Waterloo no se hace nada sino que se vive del trabajo de los demás. Enriquecidos o no, hay ciertas leyes que deben respetar, salvo que realmente se hayan creído que Cataluña es Suiza. Es decir, Sánchez tampoco puede regalar demasiado porque está el Rey, los jueces y la Constitución que hemos votado entre todos los españoles.
«Si es medianamente inteligente, Puigdemont sacará lo que pueda en su propio beneficio»
Yo creo que si es medianamente inteligente y pragmático, el señor Puigdemont sacará lo que pueda en su propio beneficio. Ahora, si se ha acostumbrado a la vidorra de Waterloo, y piensa que en clave terrorista (políticamente hablando), puede conseguir más rédito para Junts a costa de influir menos en el gobierno central… Eso igual nos salva.
Algunos catalanes intentan que Barcelona sea Ginebra, ciudad donde se decide a golpe de referéndum, y nuestros queridos políticos les irán diciendo que sí para tenerlos tranquilos, para asegurarse su apoyo y para tener dónde ir de vacaciones en agosto. Pero lo del referéndum no es camino de rosas, y quizás un nuevo episodio dramático, por lo ridículo, esté a punto de comenzar.
Lo ha descrito bien un columnista catalán, Arcadi Espada: «El PNV es lo que es y el catalanismo tiene como misión histórica llevar a Cataluña al drama y al ridículo». Yo le regalo un consejo a Puigdemont, mejor negarse a la investidura y jubilarse ya mismo sin más humillaciones ni giros literarios. Ya ha tenido sus 56 segundos gloriosos en la Historia de España, y que el Dios de los suizos con corazón latino se lo pague.