MyTO

Desactivar a Vox

«Cualquier formación española está facultada para autodeterminarse nominalmente como le venga en gana; cualquiera menos Vox»

Opinión

El líder de Vox, Santiago Abascal. | Europa Press

  • Me fogueé en la revista El Ciervo a principios de los noventa y, tras un largo periodo dedicado a la edición en sus múltiples facetas, fundé una editorial, Tentadero, que fracasó por todo lo alto, dejando tras de sí cuatro obras hoy inencontrables, entre las que destaca Ebro/Orbe, de Arcadi Espada. Retomé el periodismo como redactor jefe del periódico Factual, semillero de modernidad que no resistió la crisis de 2009. Soy autor del dietario ‘Libre directo’ y, con Iñaki Ellakuria, de ‘Alternativa naranja’, crónica de la génesis y ascenso de Cs. Desde 2020 vivo en Madrid, terra d’acollida.

El Partido Popular hizo suya en campaña la honrosa declaración de que los extremos son nocivos, y no dejó de proclamar que la forja de grandes acuerdos pasa inexorablemente por que tanto la izquierda como la derecha rehúyan las alianzas con sus respectivos Mr. Hyde. Al PSOE, en cambio, y salvo por algún conato de arrojo baronil (obviamente monetizable) y las andanadas de fogueo del socialismo clásico, al que acaso por respeto a nuestras feministas clásicas deberíamos calificar «de salón». A los Sánchez, Iceta y Bolaño, en fin, no se les ha escuchado decir que el radicalismo, genéricamente considerado, es un obstáculo para el progreso general. No hay, de hecho, en el discurso de la progresía realmente existente, ninguna prevención frente a «la intolerancia de uno y otro signo».

El escamoteo de dicha simetría remite vagamente, siquiera por correlación sintáctica, al miserable ritornelo «condenamos la violencia venga de donde venga», con el que los otegis pretendieron rebatir la naturaleza unívoca, unidireccional y uniceja del terrorismo. ¿Pretendieron? Dije mal: pretenden, y así ha de constar. Sea como sea, en España, y en virtud de la hegemonía prisaica (en absoluto privativa de los medios izquierdistas) se da el insólito fenómeno de que el espectro político no es una recta separada por dos puntos,  pues sólo hay uno: Vox. El otro, el que debería estar representado por la comunista Yolanda Díaz y su cuerda de antisistemas, emulsión que aboga por el derrocamiento de la Corona, la «resignificación», del pacto constitucional y la conversión de España en una suerte de colmenilla a no menos de 15 minutos entre celda y celda; ese otro polo, el que con arreglo a cualquier tratado debería llevar el nombre de ultraizquierda, ha eludido esa categoría. Por decirlo en un lenguaje asequible a Díaz: cualquier formación española está facultada para fluir, para autodeterminarse nominalmente como le venga en gana («Proceso de Escucha», «Esquinita del Tablero», «Izquierda Rosa»,«El Espacio de Yolanda»); cualquiera menos Vox y, en menor grado (pero no en mucho menor), el PP. Y con «nominalmente» he sido generoso: dado el sanchismo, también la esencia, el tuétano ideológico, es susceptible de mutación. Ahí va Ortuzar, arrogándose el mérito de haber frenado… ¡a la derecha! Dios, Kortatu y Leyes Viejas.

Vox, ciertamente, tiene en su ideario nuclear aspectos no poco desdeñables, entre los que se cuentan un antiextranjerismo irrefrenable («es oír extranjero y ya no escuchan más», terció Isabel Díaz Ayuso a cuenta del bloqueo de los de Monasterio a una ley de incentivo a la inversión), la indisimulada inquina a las grandes ciudades en tanto que pandemónium de leso mestizaje (una de las razones por las que en Madrid están condenados a la irrelevancia), la aversión a la modernidad, el culto a la conspiranoia globalista (otra forma, sabrán disculparme, de sororidad). Y, unificándolo todo, una tosquedad a prueba del más elemental pudor, como de matachín del viejo Chicote, admirablemente plasmada en su pavorosa cartelería.

«Vox, ciertamente, tiene en su ideario nuclear aspectos no poco desdeñables»

Ahora bien, no cabe situar a Vox en pie de igualdad con una multifacción que reivindica orgullosamente el comunismo (no el comunismo que forjó la Transición y asumió la rojigualda, no, sino el de la constelación de rupturistas que han florecido al calor del podemismo). Y Sánchez no sólo ha logrado orillar esa evidencia; además, la ha pervertido, al punto de agitar un espantajo, el del miedo, que muchos creíamos desactivado.

Mientras desbrozamos los factores que han llevado a ello, sirva como guía el tratamiento que Isabel Díaz Ayuso infligió a Vox en Madrid: 1) afirmar su carácter legítimo y constitucional, 2) impugnar la caricatura que de él esboza la izquierda, 3) poner de manifiesto todo aquello en lo que PP y Vox coinciden, sobre todo en lo que concierne a prestigiar las instituciones del Estado, reforzar la unidad nacional y combatir la cultura woke, 4) no dejar de incidir, sin escatimar un ápice de displicencia, en todo aquello en lo que divergen (pin parental, supresión de la ley trans, prohibición del aborto, criminalización de la inmigración). El resultado de ese manual: mayoría absoluta del PP, y Vox, a la silla de pensar.

27 comentarios
  1. Incandescente1

    Dice el troll comunista;

    «su exposa, dizquearquitecta sin título»
    «se dedicó a estafar a varios incautos con operaciones inmobiliarias. »

    Estas afirmaciones son fácilmente contrastables, el título de arquitecta y la sentencia en la cual se declara a alguno de ellos culpable de ESTAFA.

    Creo que alguien debía informar a la pareja y que al momento traten de interponer la correspondiente denuncia contra este tipo.

  2. Blasde

    El recordatorio de Ayuso está muy bien, pero el largo párrafo sobre «el ideario nuclear» de Vox es delirante y sólo equiparable al de un guionista de Marvel desquiciado.

  3. Coco23

    El pp ya tiene lo que quería: ha ganado las elecciones y no depende de vox para gobernar.

    Feijoo tiene vía libre para alcanzar un pacto con el psoe, tal y como quería.

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