Carles superstar
«Si su prioridad es solucionar sus propios problemas con la justicia elegirá pactar la investidura con Sánchez»
Ni siquiera la imaginación del guionista más enfebrecido de Black Mirror podría haber imaginado un final de temporada política como el que hemos vivido, un cliffhanger en el que tras la participación electoral de casi 25 millones de ciudadanos y la asignación de 350 escaños en el congreso, una carambola en el voto del censo de españoles en el extranjero dejase la investidura del próximo presidente del gobierno de España en manos de de un prófugo de la justicia como Carles Puigdemont, un tipo de cuya conexión con la realidad dudan incluso sus propios compañeros de aventura independentista.
Ni siquiera el sueño más húmedo de esta Norma Desmond del independentismo mudo y en blanco y negro que es el ex-president de la Generalitat hubiera sido capaz de dibujar un escenario en el que tras años de humillaciones autoinflingidas, traiciones de sus cómplices de correrías, errores políticos y finalmente olvido avergonzado por parte de la propia prensa independentista catalana criada a sus pechos, todos ellos, todos, se vieran obligados a volver la mirada hacia su imperial pulgar de nuevo investido con el poder de la vida o la muerte. El poder de elegir entre permitir que Pedro Sánchez vuelva a gobernar uncido a sus caprichos durante cuatro años o condenar al caos de la repetición electoral a su odiada España.
Pero exactamente es ahí donde nos encontramos, por mucho que torturemos a los números y dibujemos fantasmagóricas grossen koalitionen que nunca van a materializarse, la irresponsable política de bloques políticos impermeables de los últimos años ha dado como resultado una situación de inmovilidad permanente en la que la formación del próximo gobierno de España depende en exclusiva de la libérrima decisión de Carles Puigdemont.
Una decisión en la que si atendemos a la trayectoria del personaje durante sus años al frente de diversas instituciones públicas, el mayor peso no lo va a tener ni los derechos decisorios imaginarios de Cataluña ni la consecución de una financiación más favorable para la región ni la puesta en marcha de un nuevo y ambicioso plan de inversiones por parte del estado ni por supuesto la ampliación del marco de autogobierno, elementos todos ellos que no podría rentabilizar, sino dos cuestiones bien diferentes: en primer lugar el bienestar judicial, económico y político del propio Puigdemont y en segundo término la rehabilitación simbólica de su figura como factotum del independentismo.
«Dos objetivos -al menos hoy- incompatibles de cuya priorización va a depender el camino que elija las próximas semanas»
Si su prioridad es solucionar sus propios problemas con la justicia elegirá pactar la investidura con Sánchez pero si lo que desea es disputar a ERC la hegemonía del independentismo su estrategia pasará necesariamente por votar contra la investidura de Feijóo y abstenerse en la de Sánchez abocando a la pérfida España a una repetición electoral de resultado incierto trufada además con unos cuantos meses de incertidumbre, lo que le permitirá presentarse de nuevo como el campeón de la causa independentista.
Eso sí, decida lo que decida y elija lo que elija, de lo que nadie nos va a librar es de tener que soportar su presencia estelar en los medios de comunicación durante las próximas semanas.
Espero que al menos me pille a la sombra de un chiringuito playero con la televisión desenchufada.