Moncloa tiene un precio
«Si todo falla y es imposible la investidura de Feijóo, solo queda la dignidad y el sentido de Estado. El plan B debería ser ofrecerse a Sánchez»
Si al votante de izquierdas le dio igual que el PSOE cediera a Bildu y ERC, no va a ser menos con Junts. Alarmar por esta cuestión no va a provocar que el elector socialdemócrata vote al PP o se abstenga. Ni ahora si hay repetición electoral, ni cuando toque. Esta es la realidad sociológica de España hoy.
A una buena parte de nuestros conciudadanos les importa un higo la unidad del país. Les preocupan más los derechos identitarios vinculados con el género, la lucha gestual contra la violencia machista, o el mantenimiento del gasto social. La cuestión de la soberanía nacional española o la defensa del idioma común son temas menores para la izquierda, siempre dispuesta a abrazar a los nacionalistas para apartar a la derecha. Este matrimonio de conveniencia es persistente, y come la moral, nunca mejor dicho, a la derecha.
El relato del sanchismo a partir de hoy va a ser muy coherente con su trayectoria. Sánchez ha dejado un momento la hamaca para irse al tocador, maquillarse, coger la camisa vaquera que le ha planchado el servicio, y grabar un vídeo. La palabra clave del tostón sanchista es «diversidad». Es el concepto básico de la segunda parte del cuento para aferrarse al poder y permanecer en Moncloa.
Antes del 23-J la idea era que la política sanchista había «pacificado» Cataluña. Ahora será que la participación de Junts en la gobernación del Estado supone la integración completa del soberanismo catalán. Una vez oídas las demandas máximas de Puigdemont, como el referéndum y la amnistía, Sánchez estará dispuesto a conceder avances en la independencia mientras el relato lo soporte. Nunca bailará sin una canción de fondo.
Cuanto más avancen las concesiones de Sánchez a los independentistas, más difícil será para el PP construir una estrategia que triunfe. Lo repito: el relato sanchista funciona porque las izquierdas y los nacionalistas son mayoría en España. ¿Se puede cambiar esto? Sí, pero para cuando sea posible quizá resulte demasiado tarde. Cuatro años más de Frankenstein, ahora con Junts, ERC, Bildu y el PNV, solo puede significar un avance hacia el Estado plurinacional. Deshacer esto, sus leyes y acuerdos, incluso instituciones de mediación y consultivas, o Estatutos en marcha, puede ser un cataclismo que no sé si estamos dispuestos a pagar.
«Mientras Feijóo echa cuentas y prepara un discurso de una investidura fallida, Sánchez sella alianzas con todos»
Desechada la posibilidad de una gran coalición entre el PP y el PSOE, y obviada la irresponsabilidad de Sánchez, solo queda una posibilidad digna. Suena mal, pero quizá sea lo más patriótico. Tras fracasar Feijóo en la investidura al no reunir los votos suficientes, queda ofrecerse a Sánchez para, sin coalición, evitar otro gobierno Frankenstein. Es iluso, porque la idea del jefe del PSOE es que el PP, y la derecha en general, desaparezcan o le sirvan como el hombre del saco con el que asustar a los suyos.
En el ínterin, mientras Feijóo echa cuentas y prepara un discurso de una investidura fallida, Sánchez sella alianzas con todos. Sabemos que Moncloa tiene un precio. No hace falta más que oír a la portavoz de Coalición Canaria, puesta en almoneda al tiempo que maldice a Vox, que es la contraseña del sanchismo.
En ese ofrecimiento a Sánchez también debería estar el partido de Abascal. Antes que permitir que Puigdemont, Junqueras, Otegi y Ortuzar decidan la liquidación del orden constitucional, y asistir impertérritos a la desaparición del mundo que hemos conocido, hay que ser consecuente. Y luego se verá. Porque a partir de ahí el PP y Vox deberían ir juntos al menos para que las voces de la otra España se oigan y se respeten. Estos dos deberían aprender del PSOE y Sumar, que se repartieron los papeles sin menospreciarse.
Si todo falla y es imposible la investidura de Feijóo, solo queda la dignidad y el sentido de Estado, el corresponder al discurso del peligro que supone para la España constitucional que los independentistas participen en la gobernanza. El plan B debería ser ofrecerse a Sánchez. No funcionará, pero por lo menos habrán sido dignos y consecuentes con una idea superior a la política menuda y pequeña de los partidos.