Otra manera de gobernar
«Logre o no el apoyo del Congreso, la investidura es la gran oportunidad del líder del PP para mostrar la alternativa que tiene para España»
Alberto Núñez Feijóo ha sido designado por S.M. el Rey como candidato a la investidura como presidente del Gobierno tras realizar la ronda de consultas con los partidos políticos con representación en el Congreso de los Diputados, al ser el ganador de las elecciones y no haber, a día de hoy, una mayoría alternativa que garantizase una mayoría absoluta para otra investidura distinta a la del líder del PP.
Feijóo llega a la investidura con el apoyo de Vox, UPN, CC y de su propio partido, el PP, lógicamente, cuya suma equivale a más de 11 millones de votos y 172 escaños, a sólo cuatro para la mayoría absoluta. Es cierto que la negativa del PNV a apoyar al PP y la falta de valentía de los pocos socialistas con acta en el Congreso que no sean sanchistas para rebelarse contra la erosión de la Nación española que puede provocar Sánchez si reedita un Frankenstein ampliado con el prófugo de la Justicia, hacen muy difícil que el candidato a la investidura, el señor Núñez Feijóo, pueda lograr ser investido presidente, pues ni siquiera serviría una abstención del PNV en segunda votación, porque aunque el resto de formaciones no apoyasen a Sánchez, como saben que con Feijóo no van a poder infringir la ley sin que el Gobierno la defienda, votarían en contra, hasta sumar 173 diputados.
No obstante, logre o no el apoyo del Congreso, la investidura es la gran oportunidad de Feijóo para mostrar la alternativa que tiene para España, para que los ciudadanos puedan conocer, de primera mano, sin limitaciones de tiempo, sin las marrullerías ventajistas empleadas por Sánchez en los debates en el Senado, sin los salvavidas lanzados a Sánchez por algún moderador del debate cara a cara, sin las falsedades repetidas por los medios afines a la izquierda sobre retorno a épocas oscuras, las propuestas de Feijóo para España.
Sin límite de tiempo, Feijóo podrá desgranar un programa completo de Gobierno. Es obvio que es esencial referirse al punto de partida, que no es otro que la pésima herencia que deja este quinquenio aciago liderado por Sánchez. En estos cinco años, ha tratado de acabar con la independencia de todas las instituciones, desde la fiscalía hasta el TC, pasando por la práctica totalidad de organismos que deberían ser independientes, con el CIS como principal ejemplo. Ha gobernado blanqueando al antiguo brazo político de ETA, uno de sus socios preferentes, al que necesita Sánchez para ser investido, como los necesitó para aprobar los PGE -recordemos a Otegi, que dejó claro que cambiaba presupuestos por presos y su acercamiento-.
Pacta habitualmente con ERC, que tiene a varios de sus dirigentes condenados por sedición en el intento de golpe de Estado en Cataluña en octubre de 2017, a los que indultó Sánchez en pago a sus votos. Ahora, está dispuesto a hablar de amnistía y referéndum, con una fórmula que Pumpido -el de manchar la toga con el polvo del camino- avale desde el Constitucional, que mataría, definitivamente, la división de poderes. Ha creado impuestos específicos por mero populismo, al tiempo que ha tratado de ocultar la introducción de peajes en autovías en su plan de estabilidad presupuestaria enviado a Bruselas, cuando dichas infraestructuras ya han sido pagadas por los contribuyentes vía impuestos. Su Gobierno ha aprobado la conocida ley de sólo sí es sí, que redujo la pena a muchísimos violadores y puso en la calle a otros tantos.
Ha sembrado de inseguridad jurídica la economía española, a la que, además, ha endeudado exponencialmente, yendo ya camino del medio billón de euros adicional desde que gobierna: ya ha superado los 400.000 millones de incremento según las notas iniciales de avance de deuda mensual publicadas de mayo de 2018 y de junio de 2023, respectivamente.
Deja un gasto estructural que es 70.000 millones mayor que cuando llegó, más de 40.000 millones si no contamos el gasto ligado a los ingresos de los fondos europeos, una barbaridad en cualquier caso. Deja, así, una economía española anestesiada por el gasto, ayuna de reformas estructurales, empobrecida con la inflación y los impuestos, con menor productividad y competitividad, cuya actividad se ralentiza -caída mensual de la creación de empresas, disminución del índice de cifra de negocios empresarial, ralentización del PIB, empleo precario y parcial e inflación acumulada muy elevada, por poner sólo unos ejemplos- y que ahondará en la caída debido a ese empeoramiento de los fundamentales de la economía, con el añadido de la entrada en vigor, de nuevo, de las reglas fiscales en 2024, que requerirá de un gran ajuste en el gasto desmedido que deja Sánchez.
Y deja, sobre todo, una recuperación del rencor de reyertas pasadas, superadas ya por los españoles en la gran reconciliación que supuso la concordia que trajo la Constitución de 1978. Deja un ataque soterrado al sistema constitucional que tenemos, a la monarquía constitucional que tan altos servicios ha hecho y hace a España. Sánchez deja una política destructiva, cainita, excluyente, asfixiante, empobrecedora.
Todo eso es lo que deja Sánchez, que podría ser todavía peor si el actual presidente en funciones volviese a ser investido. Es la herencia que deja el líder del PSOE, que será el punto de partida hacia un empeoramiento de la situación si Sánchez sigue, o que será una enmienda a la totalidad a esa política destructiva de Sánchez si Feijóo consigue ser presidente del Gobierno.
Y desde ese punto de partida, buscando exponer y desgranar esa enmienda a la totalidad a la política destructiva de Sánchez, aparece la oportunidad de Feijóo, porque si bien es necesario, como digo, comenzar relatando el mal dejado por Sánchez, inmediatamente Feijóo ha de exponer un programa de Gobierno que dé esperanza a los españoles, que sirva para todos, hayan votado o no al PP y a los otros tres partidos que van a dar su voto favorable al líder del PP, porque volviendo a la normalidad, a la ortodoxia, a la separación de poderes, a la seguridad jurídica, al reformismo, a la concordia, se estará gobernando para todos los españoles, en busca de su prosperidad.
Se trata de subir a la tribuna y contarles a los españoles que hay otra manera de gobernar, que ya se vio en el pasado. Que, con independencia de la ideología, hay una forma de volver a la normalidad política quebrada con la política excluyente de Sánchez. Que se enmendarán las barbaridades jurídicas puestas en marcha por Sánchez, para hacer que nunca más pueda beneficiarse ningún violador de una ley dañina como la del «sólo sí es sí».
Que en la vida de los españoles no caben leyes mal llamadas de memoria histórica o democrática, que realmente lo son de rencor y enfrentamiento, y que frente a ellas se fortalecerá más todavía la concordia de nuestra Constitución, porque hay que vivir en concordia el presente, teniendo en cuenta los errores conjuntos del pasado, sin borrarlos ni censurarlos, sino aprendiendo de ellos para que no se vuelvan a producir, para lograr alcanzar un futuro mejor.
Que se velará por una economía abierta, con reformas profundas que la dinamicen, que remuevan obstáculos a la actividad, que no hagan imposible la iniciativa empresarial, que no asfixien a los autónomos, que la política tributaria no se convierta en confiscatoria.
Que dichas reformas buscarán un aumento sostenible de la productividad, como base para un crecimiento sano y duradero, generador de empleo de verdad, no del mero reparto actual.
Que se acabará con el torpe maquillaje estadístico, basado en argucias legales pero perjudiciales para la credibilidad de las cifras oficiales, que sólo socavan el prestigio de nuestras instituciones estadísticas.
Que se acometerá un análisis detallado de todas las partidas de gasto, desde la perspectiva de un presupuesto de base cero, para poder eliminar todo lo que no sea fundamental, para poder centrar así los recursos en los servicios esenciales, para preservarlos, al tiempo que se logra equilibrar el presupuesto, primero, y lograr superávit, después, para reducir la inmensa deuda dejada por Sánchez, reducción esencial también en valores absolutos, que disminuya la losa de más de 1,5 billones de euros de endeudamiento y que limite el impacto negativo que tendrán los intereses de la deuda en el capítulo III del presupuesto de gastos ante la subida de los tipos de interés.
Que se llevará a cabo una reforma fiscal integral para bajar, de manera neta, los impuestos, aliviando aquellas figuras tributarias que más distorsionan la actividad económica. Se trata de que no se pierda capital humano, especialmente el valioso, que genera mucha actividad para el conjunto, ni proyectos empresariales nacionales, ni inversiones extranjeras. Asimismo, hay que aligerar la carga del coste laboral que sufren empresas y trabajadores, carga que supone un freno al empleo y un incentivo perverso a la economía sumergida. Se trata de ampliar el número de ocupados, no de repartirlo ni de disminuirlo a base de machacarlo con costes e impuestos.
Que se reformará en profundidad la educación para que sea de calidad, para que nadie valioso sin recursos se quede sin la oportunidad de estudiar. La educación es la gran inversión que pueden hacer tanto una familia como una sociedad. En el caso de esta última, es invertir en el incremento de la actividad económica del día de mañana, con la formación hoy de grandes profesionales.
«El actual presidente del Gobierno en funciones no dudará en meternos por esa senda de destrucción si ello le garantiza su continuidad en el poder»
Que se emplearán adecuadamente, concitando economías de escala, sin fragmentaciones absurdas e improductivas, de los fondos de recuperación de la UE, con total claridad y transparencia.
Que quien venga a invertir, emprender, trabajar, estudiar o vivir a España tendrá un entorno de seguridad jurídica, de estabilidad, de confianza, de certidumbre, de prosperidad, en definitiva.
Y que nunca se dejará solos, a su suerte, a la inmensa mayoría de españoles que viven en regiones donde hacen mucho ruido los independentistas, pero cuyo mayor ruido no es proporcional a su importancia en número, puesto que son muchos menos, aunque lo publiciten más. No habrá españoles de primera y de segunda, sino que todos ellos serán ciudadanos libres e iguales ante la ley. Ni amnistía, ni referéndum, ni impunidad, sino Constitución e imperio de la Ley.
Por ese camino debería ir el candidato del PP para devolver la esperanza a los españoles, que no quieren levantarse una mañana y encontrarse con que el gran país al que pertenecen ha desaparecido o se ha desdibujado con un cambalache de intercambio político, camino de un cambio de régimen que nos lleve a una situación política, jurídica, social y económica más cercana a la de Argentina o Venezuela que a la de nuestros socios de la UE.
Logre o no la investidura, Feijóo tiene que hacer un discurso en esa línea, porque en él recae la responsabilidad histórica de ser el defensor de todos los españoles, de esta gran nación que es España, de sus derechos y de sus libertades. No se trata de izquierda o de derecha, sino de la vuelta a la normalidad política, social y de convivencia que supondría la elección de Feijóo como dique de contención del oscuro camino al que nos llevarían, en palabras de Albert Rivera, «Sánchez y su banda», pues sabemos bien que el actual presidente del Gobierno en funciones no dudará en meternos por esa senda de destrucción si ello le garantiza su continuidad en el banco azul. Y si Feijóo no logra la investidura, ese discurso de dicha sesión se convertirá en su programa electoral, en caso de repetición electoral en enero, o en su firme ejercicio de oposición a un segundo Frankenstein, que evite la demolición de nuestra democracia tal y como la conocemos.